El lado oscuro del turismo en México

A todos nos gusta “turistear” así que nunca es agradable cuando critican eso que tanto nos gusta hacer, un claro ejemplo de la llamada Teoría de la Salchicha, de John Oliver: “si algo te gusta, nunca investigues como se hace”. Así que si ustedes quieren mantener su imagen virginal del turismo, en donde todo lo que pasa en esta industria es color rosa, les suplico eviten leer este artículo.

Constantemente observamos a las autoridades turísticas nacionales presumir y enaltecer cifras que -cual Teletón- año con año se superan en el sector. Se rompen records en captación de divisas y generación de ingresos y empleos, se alcanzan números de visitantes que nos colocan en el top turístico global y se invierten cantidades estratosféricas de recursos en el desarrollo de nuevos y masivos proyectos, todo bajo el discurso de “generación de desarrollo”, “progreso” y, por su puesto, ¡empleos!, ¡miles de empleos para todos!

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Ante esta situación cabe preguntarse, ¿cuáles han sido los beneficios de este marcado boom turístico nacional en el nivel de vida de los residentes de destinos turísticos y los trabajadores del sector?

Es difícil responder esta pregunta sin realizar un exhaustivo análisis de las condiciones de vida específicas de cada destino, pero si alguna vez se han aventurado más allá de las zonas turísticas de destinos como Cancún, Puerto Vallarta o Acapulco, habrán notado que los trabajadores de los hoteles y restaurantes por lo general no viven en las zonas turísticas privilegiadas, sino que habitan en las periferias marginadas, en muchos casos en regiones inseguras y carentes de una infraestructura básica de servicios, citando al Dr. Gómez Nieves del departamento de turismo de la Universidad de Guadalajara: “El gran equipamiento turístico que disponen los destinos turísticos contrasta con la pobreza y marginación en que se encuentra una parte significativa de sus habitantes”.

Ciertamente, gracias al turismo se crearán pequeños negocios y changarros, así como puestos laborales bien remunerados para trabajadores mexicanos, pero en términos generales, considerando las grandes cantidades de recursos que se invierten y recaudan, así como el volumen de los proyectos masivos que se desarrollan año tras año, la actualidad social y económica de los destinos turísticos mexicanos y de los trabajadores del sector es alarmante.

Históricamente, las élites empresariales y políticas mexicanas han generado acuerdos con los corporativos hoteleros multinacionales para autorizar el establecimiento de cadenas extranjeras en playas antes pertenecientes a ejidatarios y pescadores. El desarrollo de proyectos verdaderamente sustentables operados por las propias familias mexicanas en beneficio de sus comunidades no forma parte de la agenda turística nacional. El interés de los estudiantes de turismo por generar este tipo de proyectos sociales es prácticamente inexistente, las universidades generan trabajadores operativos pero no generan investigadores ni desarrolladores de proyectos. El turismo en México fue establecido desde las elites, para ser consumido y gestionado por los estratos sociales medios, mientras las clases populares se encargan de su operación.

Los casos recientes de Tajamar, Akumal, y el parque nacional Islas Marietas (los más virales en redes sociales) revelan esta otra cara del turismo, la cual ya no podrá ser ocultada gracias a la constante presión de diferentes grupos civiles y la difusión de información a través de medios digitales.

Desde esta perspectiva, será necesario dar un giro monumental a la estrategia nacional de turismo durante los próximos años, tal y como Costa Rica y Nueva Zelanda, por ejemplo, lo han venido haciendo desde hace décadas, adaptándose a los cambios del mercado y el entorno global.

Las teorías económicas del desarrollo endógeno -aquel que parte de los recursos locales para explotarlos sustentablemente en beneficio y consideración de la propia población local- nos proponen otra alternativa de desarrollo turístico sustentada en tres pasos generales:

  1. Identificar los recursos turísticos específicos de las diferentes localidades del país.
  2. Desarrollar los productos turísticos adecuados considerando las características y los contextos particulares de los recursos y sus localidades.
  3. Detectar los segmentos o nichos de mercado específicos a los cuales dirigir estos productos turísticos.

Esperemos entonces, que las autoridades turísticas nacionales sean capaces de percatarse de estos nuevos requerimientos y transformaciones en la dinámica de los mercados globales, llevando del papel a la práctica los principios del desarrollo sustentable antes de que los destinos turísticos alcancen niveles irreversibles de degradación, afectando en consecuencia la competitividad internacional del país.

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Por Diego Hannon Ovies

Turismólogo. Apasionado de la investigación multidisciplinaria del turismo. Maestro en desarrollo local y territorio por la Universidad de Guadalajara. Participé en los programas Working Holiday Visa de Canadá y Nueva Zelanda.

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