El turismo es un fenómeno social que mueve masas alrededor del mundo, personas que deciden salir de su cotidianidad a buscar entretenimiento, escape o descanso en otros lugares. Algunos más atrevidos que otros, algunos más espontáneos que otros, pero todos reciben el titulo de turistas. Ahora bien, según la OMT (Organización Mundial de Turismo) el turista es aquella persona que se traslada de su entorno habitual a otro punto geográfico por más de 24 horas. Una definición que abarca todas las motivaciones que puede tener una persona para viajar, pero que en otros aspectos se queda corta.
Siempre que hablamos de turista lo relacionamos con el adjetivo visitante y con el verbo conocer, mientras al ciudadano lo relacionamos como residente y le atribuimos la opción de mostrar. Pero con el crecimiento abrupto que ha tenido el turismo dentro del fenómeno social y con las herramientas de la gran red que es internet, estos estigmas bien podrían o deberían ser borrados del estudio social del turismo. Si bien es cierto que por años ha sido así, no es menos cierto que en la actualidad, el turista viaja con una idea clara del lugar que conocerá y con un conocimiento previo que espera reforzar con su visita al lugar.
Es por esto que la relación turista-residente ha tenido un cambio en la actividad turística. Ahora el turista no es sólo aquella persona que se limita a irrumpir en la cotidianidad del residente, sino que también por esta misma acción, lo convierte (al residente) en un turista más. Sacándolo de ese entorno del que creía conocer como la palma de su mano, para adéntralo en un intercambio cultural que se vuelve rico para ambos actores. El turista llega tan lleno de conocimiento por este nuevo lugar y tan habido de vivencias nuevas que termina mostrándole nuevas cosas al residente. Es también cierto que muchas veces el turista sabe mucho más del lugar, de su actualidad y de su historia que el mismo residente, por eso, en la relación que ambos crean, se termina desarrollando una relación apenas comparable con la de una llave y un candado, una persona que abre, otra persona que se desbloquea, una persona que se abre, otra persona que se adentra. Haciendo de la experiencia única y creando relación indeleble en tiempo y espacio.
Un caso más cercano que me permite reforzar esta idea, es la de los mochileros: personas que les ha surgido la necesidad de viajar, toman poco de sus pertenencias y emprenden su viaje, no sin antes hacerse referencias del lugar, llevarse contactos de residentes y, llevarse una lista de preguntas que realizar en el nuevo lugar. Cuando llegan, el resultado bien podría ser el de un turista y un residente viviendo anécdotas y respondiendo inquietudes surgidas allí mismo o escritas en la lista del turista. Y si en este viaje, en este encuentro, se cruzan con un número más de turistas, la experiencia estará cada vez más cargada y la relación llave-candado terminará por ampliarse cada vez más.
Dentro del turismo, hay que ampliar el espectro de lo que ya se conoce, para darle cabida a lo que no se ha permitido conocer, así, de a poco va surgiendo esa posibilidad -que ya existen, pero poco aprovechada- de encontrar en el turismo ese agente social capaz de hacer cambios en muchos aspectos del panorama mundial, y no viéndolo solamente como una maquina de realizar dinero. Que si bien fue una industria creada para eso, también ha sido una industria que en sí misma se ha renovado para mejorar su finalidad. Para esto es fundamental que se sigan rompiendo los estigmas en el comportamiento y relación turista-residente y hacer un alto y reflexionar sobre el impacto social, económico y ambiental que hacemos en nuestra actividad turísticas.
Finalmente, también es necesario cuestionarnos cada que decimos: “No sé nada, soy turista… y mochilero”.