Playa Cayo Santa MaríaPlaya Cayo Santa María, en Cuba.

Pocas actividades dependen tan directamente del paisaje como el turismo. La actividad turística está estrechamente vinculada a los recursos del entorno para la producción de bienes y servicios finales. Pero, al mismo tiempo, esta actividad puede contribuir al agotamiento de los recursos naturales incorporados en bienes de capital, así como a la alteración de los paisajes y la degradación de su capacidad de asimilación de residuos. 

Para el turismo, esta relación tiene un carácter particular, ya que el paisaje como recurso constituye la materia prima, la cual tiene como propiedad la imposibilidad del desplazamiento. Es decir, son elementos fijos en el espacio biofísico, de ahí que se hable en el turismo de un consumo ‘in situ’, dado que las actividades turísticas son actividades vinculadas al sitio. Esta razón es suficiente para entender que el funcionamiento de la actividad turística depende de la calidad y el estado del paisaje, teniendo implícita la necesidad de un modelo de desarrollo en equilibrio con su entorno.

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Sin embargo, el crecimiento del turismo a escala internacional ha acarreado problemas, sobre todo por el impacto en las relaciones naturaleza-sociedad. Su acelerado desarrollo trae consigo impactos económicos positivos, pero a su vez la implantación de modelos turísticos inadecuados conduce a que esta actividad económica se convierta en depredadora de recursos y del entorno. En los países más pobres, el turismo ha constituido una importante fuente de ingresos, pero ha provocado también modificaciones ambientales y socioeconómicas, y el deterioro de recursos, en muchos casos frágiles e inestables, ocasionando la pérdida de los valores naturales. Por tanto, un desarrollo excesivo de la oferta turística puede dar lugar a niveles de entropía tales que desvirtúan la propia oferta, haciendo los destinos turísticos menos atractivos.

Es importante tener en cuenta, que los impactos ambientales no son solamente negativos, según la norma ISO 14001:2004, Sistemas de Gestión Ambiental, Impacto Ambiental se define como cualquier cambio en el medio ambiente, sea adverso o beneficioso, como resultado total o parcial de los aspectos ambientales de una organización; entendiendo aspecto ambiental como el elemento de las actividades, productos o servicios que puede interactuar con el medio ambiente.

El turismo como esfera económica generalmente se combina con otras actividades. Sin embargo, en algunos casos es la actividad dominante, de forma que se produce una especie de «modelo de desarrollo territorial» en el que el turismo traza la pauta de impacto sobre el entorno natural y también sobre el medio socio-cultural.

Del paisaje depende en gran parte la eficacia y la eficiencia de la explotación turística, pues aporta los recursos que constituyen la base de la oferta turística: clima, playa, etc. Si no se logra mantener la sostenibilidad de los paisajes, de sus recursos y servicios ambientales, la actividad turística puede verse afectada, perdiéndose su eficacia y eficiencia.

La experiencia adquirida por el turista, el cambio en sus actitudes y comportamientos como consumidor y las transformaciones que se producen en la demanda turística actual, obligan a la realización de un esfuerzo en aras de la ampliación y la diversificación de la oferta turística en todas direcciones. En la medida en que crece la preocupación por mantener y mejorar la calidad del medio ambiente y proteger la salud humana, organizaciones de todo tipo están revirtiendo cada vez más su atención hacia los impactos potenciales de sus actividades, productos y servicios. El desempeño ambiental de una organización es de creciente importancia para las partes interesadas internas y externas. El logro de un desempeño ambiental razonable requiere de un compromiso de la organización y de su alta dirección como requisito indispensable que garantiza el éxito de diseñar e implementar una herramienta para la toma de decisiones y el mejoramiento de su gestión en la temática.

La importancia económica del turismo y su relación con otros sectores económicos y sociales no está en discusión, pues se habla de un sistema en el cual el turismo no se puede desentender de las transformaciones que ocasiona al medio ambiente y cómo lo va degradando a medida que la actividad turística se desarrolla en un destino sin tener en cuenta el uso y abuso de los recursos disponibles para brindar un mejor servicio.  

Las tendencias del mercado indican (hasta antes de la pandemia del covid) un crecimiento sostenido en los niveles de llegadas e ingresos; y los instrumentos estadísticos diseñados para medir el comportamiento de esta actividad señalaban lo que fue una firme recuperación del turismo en todo el mundo. 

Para conseguir que la actividad turística garantice una óptima conservación del paisaje debe seguir como mínimo ciertos criterios de sostenibilidad, y llevar a cabo las adecuadas evaluaciones de impacto sobre el paisaje, antes, durante y después de las construcciones de los hoteles y carreteras, así como una adecuada gestión de la actividad turística y una evaluación de los impactos durante la etapa de explotación.

En relación a las construcciones, y con base en el ejemplo expuesto, es imprescindible huir de los modelos preconcebidos importados desde otros lugares. Se deben buscar y diseñar modelos más adaptados al entorno que garanticen la conservación del paisaje y que ofrezcan singularidad. Se debe evitar en lo posible ‘urbanizar’ los destinos turísticos, creando verdaderas ciudades donde antes no las había (fundamentalmente en aquellos lugares con especiales valores ecológicos y paisajísticos).

Se debe tender hacia la no densificación o masificación de los destinos, lo cual degrada los productos turísticos ofrecidos y disminuye el nivel de satisfacción de los clientes. Es necesario repensar el modelo de desarrollo turístico que se desea para los lugares de destino, evitando cometer los mismos errores que hasta ahora se han cometido en los modelos de turismo de masas en decadencia. Diversificar la oferta turística, buscar un turismo activo, donde se ponga en valor la cultura y la naturaleza de los lugares, y se promueva además su conservación; donde se valore también al turista, sus preferencias e inquietudes, y se le ofrezca la posibilidad de satisfacerlas con actividades enriquecedoras. 

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Por Lisandra Umpierre Prado

Licenciada en Lenguas Extranjeras. Actualmente curso estudios de postgrado de Maestría en Gestión Turística. Amante de los viajes y las nuevas experiencias. "Viaja no para escapar de la vida, sino para que la vida no se te escape".

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