No pude evitar contrastar el Chepe Express con el Chepe Regional, en el que me transporté varios veranos hace 25 años. Nostalgia y recuerdos muy lindos de aquel tren rojo con verde, de asientos de plástico. Recordé en el trayecto en taxi a la estación del Chepe de Los Mochis, cómo de jovencitas mi hoy comadre y su servidora, llegábamos a la central camionera de Los Mochis a eso de las 4 a.m. y en cuanto nos bajábamos, tomábamos un taxi que recorría el mismo camino, pero en ese entonces despoblado, oscuro y nos dejaba en una estación solitaria con solo un foco de 60 watts iluminando la puerta de entrada, y todo para ser las primeras en comprar nuestro boleto con descuento de estudiante hasta Chihuahua.
He de decir que una de las cosas que nos llamaba la atención en los 90 era la cantidad de europeos que se subían al Chepe regional. Uno de los recuerdos más vivos es el de haber viajado entre vagón y vagón disfrutando del ambiente con aroma a pino y a madera quemada y en alguna de sus 16 paradas, comprar a las Tarahumaras los burritos de chile chilaca o empanadas de manzana.
Hoy viajar entre los vagones está prohibido.
Recuerdo que en esos tiempos se podía bajar en la estación Divisadero para la foto de la Barranca del Cobre, hoy ya no se puede ya que hubo quejas de que el tren los dejaba por no respetar el tiempo dado.
Hoy el Chepe Regional sigue operando pero solo con tarifa social para los locales y no para turistas.
Por ello el concepto del Chepe Express se dirige al turismo llevando a otro nivel la experiencia a bordo. Tiene 3 clases: la turista, la ejecutiva y la primera. Hay restaurantes a bordo dedicados para cada clase donde puedes desayunar y comer. Eso sí, por pandemia debes reservar a bordo un horario ya que están funcionando al 30% de aforo.
Era febrero, aún invierno y en contra de los pronósticos, fue una sorpresa ver nevar en Creel en cuanto amaneció.
Con un sábado completo, exploraré muchos rincones de la Sierra Tarahumara.
Primera parada a la cascada de Cusárare en Guachochi y para llegar a ella puedes hacerlo en un vehículo o caminando por un sendero. Tomé el sendero y me crucé con algunas tarahumaras que iban a la cascada a vender sus artesanías. Puedes bajar 200 escalones al lecho de la cascada.
Arareko es un lago artificial, pero no por eso deja de tener hermosos paisajes. Aparentemente solo y tranquilo, pero cuando menos piensas salen niños de entre las piedras gritando “¿Compra? ¿Compra? ¿Me regala un peso?”.
Tráiganse un costalito de monedas de a peso o mejor dulces para repartir.
Llegar al Valle de los Monjes es cruzar por Arareko, por caminos muy bien trazados. Una vez ahí te cuestionas la existencia de esas agujas basálticas, algunas de más de 20 mts. de altura: ¿Qué pensarían los ancestros de ese lugar cuando lo vieron?, ¿Cómo es que la erosión del viento esculpió esas formas en un mismo formato?
Regresé a la zona de Creel donde muy cerquita están dos partes con formas muy divertidas: el valle de las ranas y el de los hongos. Son valles pequeñitos, pero sus formas dan para tomar fotos muy divertidas.
Después de Creel hay que visitar Divisadero. No se confundan, las barrancas no están en Creel, sino en este monumento natural llamado Divisadero.
Bajando del tren en Divisadero ya había comenzado a nevar, pero aún así la primera visita fue al bosque rumbo al mirador Catalina. Las vistas se quedan cortas cuando te enteras que estás parado en el techo de la cueva donde habita esta señora rarámuri de 75 años que no habla español, pero es muy expresiva.
De ahí, miradores y miradores para no quedarte con las ganas de admirar un cañón que es 4 veces más grande que el del Colorado. ¿Se lo imaginan? El Colorado cabe 4 veces. Uno de los miradores más impresionantes es el del Cielo, casi nadie lo conoce, y es uno de los puntos más altos para observar el cañón.
Otro mirador es el clásico donde está la estación del tren Divisadero y donde está el mercado de artesanías y gorditas de guisos locales: flor de calabaza, flor de maguey en maíz azul, chicharrón, carne con papas y chile pasado. A unos metros está el mirador Los 3 Cañones donde podrás admirar en todo su esplendor el Cañón de Tararecua, el del Cobre y el de Urike. En este mirador hay un puente colgante y atravesarlo es gratis.
Contemplando la Barranca. Amos de la barranca.
Otro día más fue para visitar el Parque de Aventuras. La entrada es de $25 pesos por persona. La opción de actividades, con costo adicional, son: el Zip Rider, el funicular, el bosque aéreo y la vía ferrata. Para los no tan atrevidos en el restaurante hay comida, bar y un suelo de cristal.
Caminar internándose en la barranca, regala otra perspectiva. Recorres brechas por la orilla del barranco, algunos perros te escoltan y te paras en cualquier saliente de piedra que la montaña te brinda para que admires majestuosidad.
Hay mucho por descubrir: Basaseachi, Cerocahui, el mirador del Gallego, las aguas termales de la Recowata.
Hacer este viaje en invierno tiene sus ventajas: puede nevar, hay baja densidad de turistas, atracciones cero aglomeradas y por supuesto, con la ropa adecuada puedes hacer casi cualquier actividad.
Es un viaje en el único tren de pasajeros de México que se debe hacer al menos una vez en la vida. Si los europeos lo buscaban mucho, ¿Por qué nosotros no?