Dentro de unos días, el 20 de julio de 1969, se celebran los 50 años de la llegada a la luna de Neil Amstrong, el primer hombre que la pisó. Aunque, desgraciadamente, todavía, hoy en día, no podemos hacer viajes turísticos a la luna (aunque todo se andará…), sí podemos ir a lo más parecido a ello que nos permite apreciar entornos similares en nuestro planeta Tierra, donde existen zonas que, si no son iguales, se le parecen muchísimo.
Para celebrar los 50 años de este “gran paso para la humanidad” , la agencia de viajes online Rumbo.es ha hecho una selección de destinos con paisajes lunares para “dar un primer paso” a lo que más se podría parecer al turismo espacial. Estas zonas “lunares” se reparten entre América, Europa, Africa y Asia. Desde las «chimeneas de hadas» en Capadocia (Turquía), pasando por Wadi Rum en Jordania (un paisaje que se ha visto en más de una película taquillera reflejando el planeta Marte), o por las espirales de roca de tiza blanca que atraviesan la tierra y se elevan hacia el cielo en el Desierto Blanco de Egipto, hasta los icebergs de Jokulsarlon en Islandia, todo contribuye a crear unas rutas muy atractivas que nos recuerdan a la Luna. Miremos las propuestas de zonas terrestres lunares en la Península Ibérica y en América.
Tierras lunares en España y Portugal
El primer lugar que llama la atención es la isla de Fuerteventura, en las Islas Canarias que se asemeja a la alegoría de un cráter lunar. Dotadas de una belleza impresionante, las montañas y volcanes de Fuerteventura ofrecen la posibilidad de un recorrido fascinante. Ese contraste de zonas creadas por lava, montañas y planicies secas o de tierra blanca es una alegoría a ese juego de zonas altas y claras (terrae) y bajas oscuras (maria) que hay en la luna. En las Peñitas, arco de Las Peñitas y en la Cumbre del Tindaya, se puede vivir la aventura interplanetaria.
El segundo lugar que supone un guiño a los agujeros lunares se encuentra en las Islas portuguesas de Las Azores. Este archipiélago ofrece un paisaje paradisíaco de los enormes agujeros lunares que se han descubierto hasta el momento. Antiguamente, sus más de 1,500 volcanes tuvieron una intensa actividad dando lugar a una montaña rusa natural de elevaciones que se enredan entre mares y planicies; una experiencia similar a la que vivió la luna, según dicen los científicos.
Tierras lunares en América
El continente americano puede presumir de varias “rutas lunares” de impacto, que podremos recorrer dentro del programa “destinos con paisajes lunares”.
Al sur de Bolivia, se encuentra el Salar de Uyuni, llamado el gran mar lunar en la tierra. Actualmente, es el salar más grande del mundo y se puede decir que es la mejor versión terrenal del Mar de la Tranquilidad, donde el 20 de julio de 1969 descendió el Apolo 11.
Es una estampa de la luna con colores de la tierra.
Además, en esta zona boliviana se pueden encontrar lagunas y aguas termales para unos días de total desconexión. En épocas de lluvia se puede disfrutar del llamado “efecto espejo”
Chile es otro punto fundamental. El Valle de la Luna, en el desierto de Atacama de Chile, es uno de los reflejos más fieles de la superficie lunar en nuestro planeta: tiene tanto tierras altas como planicies llenas de rocas, agujeros y explanadas rocosas. Grandes expediciones se realizan cada año en este desierto y muchos turistas llegan para excursiones en las que se puede apreciar una puesta de sol impresionante.
Los Estados Unidos poseen dos lugares claves de paisajes lunares. Por un lado, el Desierto de Black Rock, en Nevada, recuerda enormemente a la luna con sus playas y sus lechos de lava. Esta remota región es mejor conocida por el evento anual de la comunidad Burning Man, que se centra tanto en la autoexpresión artística como en la quema de una gran efigie de madera. En otras épocas del año, las aparentemente interminables extensiones vacías del desierto se prestan para eventos de carreras de velocidad en tierra.
Por otro, el Mauna Kea, la montaña más alta del mundo que se encuentra en Hawai. La mayor parte del volcán Mauna Kea se encuentra bajo el Pacífico, pero casi 14 000 pies (4200 m) de esta formación se elevan sobre el nivel del mar. El volcán inactivo ofrece excelentes caminatas que pasan por un lago alpino y muchos conos de ceniza roja antes de llegar a la zona nevada de la cima, para contemplar las nubes por debajo.