¿Alguna vez has tenido un viaje que te haya dejado grandes ojeras, notables bolsas en los ojos, las piernas y los brazos agotados y los nervios un poquito de punta? En ocasiones se adquieren tours y paseos con programas muy apretados, recorridos que marcan lo que hay que ver, lo que hay que hacer, por lo general las actividades suelen ser inacabables. Después de algunos días, al terminar las vacaciones solo falta una cosa, descansar. ¿Esto tiene que ser siempre así?
Para evitar estas fatigas, ha surgido una nueva alternativa de hacer turismo. ¡Otra alternativa más! Cuando me encontré con este concepto me pregunté: ¿Es en serio? ¿Cuántos tipos más de turismo alternativo puede haber? Creo que puede haber tantos tipos de turismo como se nos plazca.
Así es, les presento al slow travel, se presume como una nueva forma de pensar el turismo. Esta idea se originó en Italia, como una sección del movimiento slow food. Los italianos reivindicaban en los 80´s la gastronomía local frente a la cultura fast-food. Posteriormente se fue adaptando ésta idea al turismo. ¿Pero qué es el turismo “de ir despacio” exactamente?
Los puntos clave del turismo slow son:
- Los destinos no son grandes centros turísticos saturados. Al contrario: pueden estar relativamente cerca de esas capitales pero suelen ser zonas pequeñas.
- La estancia en el destino tiene que ser de una semana, al menos. Hace falta tiempo para conocer el por qué del atractivo de la zona y un golpe de vista no puede revelarlo todo.
- El hospedaje elegido será sencillo: algo así como una posada o un hostal, un refugio o una casa rural.
- Las actividades del turista slow están orientadas a conocer el destino sí, pero también a relacionarse con la gente de la localidad. Así que la caminata y la charla ocuparan una buena parte del tiempo en estas vacaciones slow.
- Y, sobre todo, el turista slow es respetuoso con el entorno de acogida y lo trata con el mismo y respeto que trataría su propia casa.
Podemos agregar que permanecer más tiempo en un lugar aumenta las posibilidades de relacionarse con los locales, con lo que aumenta el valor añadido del destino.
¿Qué hace falta para ser un destino slow? Se debe asumir una serie de compromisos concretos y comprobables: incentivar a la agricultura, gastronomía y el comercio local, recuperación de zonas monumentales y centros históricos además del requisito de no superar los 50.000 habitantes, entre otras cuestiones que funcionan como sello de calidad.
Aunque la promoción del turismo slow no requiere de la creación de una marca, sino de que el lugar siga vivo y que esté relativamente cerca de un medio de transporte, tren o avión.
El turismo slow gana su terreno a su ritmo, claro está. Quizás las vacaciones del siglo XXI tienen más que ver con reencontrarse un poco a uno mismo y reservar un tiempo de calidad para descansar que a acumular fotos de lugares masificados.
Información obtenida de: Mr. TURISMO