Estamos a las puertas del túnel de gladiadores, como en la Antigua Roma, justo antes de salir a la arena. No con el objetivo de dar espectáculo, sino con la misión de mantenernos con vida.
El turismo está pasando por una etapa similar a nivel global, trata de sobrevivir. La cuestión es que no basta simplemente con eso, va más allá.
Alejándose del término romántico que puede ligarse al turismo, se trata de un motor económico y un negocio. La empresaria no comienza a ofrecer un producto sin que haya un interés detrás; ni el hotelero a vender habitaciones simplemente por ofrecer una bonita velada a una pareja de recién enamorados. Aunque el trabajo que lleva a cabo tiene como objetivo la máxima satisfacción del cliente, y aunque con su buen hacer consiga superar las expectativas, la parte final de la historia es que el hotelero lleva acabo todas estas acciones por dinero, para ganarse la vida y sacar adelante su negocio. Es la industria turística.
Dentro del período COVID-19, se ha avanzado y se acerca el momento de abrir las puertas a quiénes no lo han hecho ya. Muchas empresas y entes de turismo, han ofrecido la oportunidad durante el confinamiento de realizar, vamos a llamarle “turismo virtual”, aunque no deja de ser una herramienta de promoción del destino y de acercamiento al potencial cliente mediante diferentes estrategias: visitas guiadas, cámaras panorámicas, tours digitales, actividades que requieren de la participación del turista y que recrean vivencias…
Por supuesto, es una idea y una iniciativa con muy buenas intenciones, que el turista agradecerá desde su casa. Lo verá, tal vez, como una muestra de fidelidad hacia él en un momento de excepcionalidad mundial y en el que no estaba permitido desplazarse. Pero no es la solución al problema actual que presenta la industria. El turismo está vinculado al territorio y al entorno, implica un desplazamiento y busca favorecer el desarrollo económico. Necesita el contacto personal con la población local. ¡Y desde luego no puede ser gratis!
Las partes encargadas de la gestión tienen que buscar el desarrollo del territorio y de la zona, con la cooperación de los diferentes actores sociales. La parte pública y privada deben trabajar en conjunto de la manera más eficaz y eficiente posible. Además, en esta nueva etapa es necesario tener más en cuenta que nunca, a la sociedad civil, a la población del destino. No es posible un desarrollo propicio si el beneficio se queda para unas pocas empresas, la prosperidad tiene que ser conjunta. El destino y el territorio tienen que verse favorables en este crecimiento.
Por otra parte, las medidas de promoción que se tomen han de ser acordes a las acciones realizadas. El turista va a buscar destinos seguros en los que pueda estar tranquilo y con la certeza de que no correrá ningún peligro. Por lo tanto, el apostar y trabajar por un destino seguro va a depositar la confianza del turista en el territorio, que debe de estar a la altura de las expectativas. Debe cumplir con lo que oferta en criterios de calidad y bienestar, porque de nada vale promocionarse como una marca segura si las acciones requeridas no se han llevado a cabo. La hostelería y restauración, la hotelería, las empresas que ofrecen los diferentes productos y todos los engranajes de esta cadena de valor, deben trabajar en ello.
El camino recorrido hasta el momento ha presentado, dotado de experiencia y formado a grandes profesionales y ahora, necesita una renovación y un cambio de estrategia. Es preciso adaptarse a la circunstancias para seguir siendo parte de una industria que ha alcanzado los 1.400 millones de viajeros y que ha generado 5.000 millones de dólares estadounidenses diarios, el pasado año 2019.
El turismo necesita, más que nunca, trabajar en equipo. La parte pública, la sociedad civil y la parte privada deben de estar unidas en este desarrollo que viene marcado por la seguridad, la higiene y la calidad de vida de un destino.