De acuerdo con el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (SERNANP), el Perú cuenta con 75 áreas naturales protegidas, las cuales están bajo la administración de dicha entidad, 25 áreas de conservación regional y 142 áreas de conservación privada, que representan el 17.62% del territorio y la diversidad biológica del Perú, entre flora, fauna y paisajes.
De las diversas categorías, las de mayor tamaño son el Parque Nacional Alto Purús (2 510 694,41 hectáreas) y la Reserva Nacional Pacaya Samiria (2 080 000,00). En ellas los pobladores locales ubicados dentro o fuera de la poligonal, y ya sean propietarios o no de los predios donde se asienten, pueden aprovechar para su consumo los frutos de los árboles, hojas, tallos, cortezas, resinas, entre otros, de las abundantes especies terrestres o acuáticas. Sin embargo, pueden comercializar los excedentes, previa verificación y autorización de SERNANP, para no afectar la capacidad de reproducción. Asimismo, los propietarios o administradores pueden recibir compensación económica por los servicios ecosistémicos presentes en el área, tales como captura de carbono, servidumbre de paso, reforestación, recuperación de flora para aumentar el volumen de las aguas, o a través de tarifas de ingresos para observación del paisaje.
Todas las áreas naturales deben contar con su Plan General de Manejo, el cual permite identificar las áreas de uso. La mayoría de las áreas naturales cuentan con zonas delimitadas para el uso turístico, donde ello es permitido. En ellas, SERNANP desarrolla directamente actividades de ocio u observación de la naturaleza; pero también, bajo contratos de administración, las personas naturales o jurídicas pueden instalar hospedajes y otras infraestructuras para la prestación de servicios turísticos, siempre y cuando se cumpla con las múltiples restricciones para evitar la pérdida de la biodiversidad que se protege en el área.
Una mayoría de áreas protegidas representan grandes extensiones, donde los pocos guardaparques designados a su protección pueden difícilmente o hasta imposible cumplir con evitar que los pobladores que habitan dentro o fuera del área no depreden los recursos. Ante ello, el SERNANP debería establecer lineamientos para cada tipo de actividad a desarrollar, porque no es lo mismo el impacto del recorrido para observación de flora y fauna, como las que podrían causar los hospedajes. Esto es, los pobladores deberían poder contar con el apoyo de SERNANP para organizarlos, preparar los documentos de uso, las modalidades de intervención, conservación y recuperación, bajo figuras jurídicas que permitan penalizaciones severas en casos de mal uso. Y para las personas jurídicas o empresas, deberían existir diferentes tipos de contratos, con diferentes requisitos y grados de responsabilidad, además de multas y sanciones drásticas para desanimar a los infractores.
En cuanto a la lista de actividades turísticas que se pueden desarrollar en las áreas naturales, tranquilamente pueden superar la centena. Dentro de ellas, debería priorizarse las que involucran el conocimiento milenario de los pobladores, por ejemplo, la preparación de masato o refresco de ungurahui. Los turistas no deberían dudar en seguir a un poblador local para adentrarse en el bosque o remar en los ríos y quebradas, cuyo dominio permite un disfrute seguro y entretenido. Ello no significa que los guías locales deben sustituir a los guías profesionales y especializados, porque son ellos los que reciben a los turistas en sus diferentes idiomas y los guían hacia las diferentes comunidades. Lo importante es que los habitantes perciban que su conocimiento también puede ser convertido en dinero constante y sonante y que conservar los árboles en pie valen más que talados. De esa manera, los hijos o ellos mismos buscarán tener el conocimiento profundo, la mejora continua y la constancia para hacer de la actividad turística su principal fuente de ingresos.
Los guías que llevan a turistas, tanto a recursos culturales como a naturales, deben contar con los resultados de investigaciones efectuadas por las diferentes entidades públicas y privadas, para no dar la impresión de que cada uno de ellos cuenta historias diferentes sobre el mismo lugar.
De no facilitar las condiciones para el aprovechamiento de la biodiversidad y conocimiento ancestral de los pobladores, con castigos severos a los que depredan, pronto sólo tendremos áreas naturales protegidas en el papel.
Por ahora nos toca disfrutar de los bellos paisajes como la mejor salida del sol en Tres Cruces, muy cerca al Manu, la cual está geográfica y económicamente aislada. O abrazar a los paiches cazados con fines de investigación en la Reserva Nacional Pacaya Samiria.