Hace poco me enteré que una prima tomará unas cortas vacaciones en una playa del Caribe y me sorprendió escucharla comentar acerca de que todo su paquete de viajes lo había organizado y pagado sin salir de casa, desde internet. Además de eso, creo que lo más confuso, es que habiéndole entregado un presupuesto acerca de ese viaje, posteriormente no me pidió ninguna otra recomendación.
Le hice varias preguntas con la intención de que ojalá se le hubiese escapado algún detalle de su paquete organizado por ella misma, empecé: – “¿cuéntame, cómo hiciste con el hotel?”; Me comentó que había ingresado a buscadores de hoteles y de hecho realizó la reserva y compra en uno de ellos. Le pregunté acerca de cómo había hecho para estar segura de que recibiría lo ofertado y me comentó que basó su decisión en las reseñas y recomendaciones encontradas de otros huéspedes en la web, las que también incluían fotografías con lo que dijo sentir mayor seguridad.
En cuanto al boleto aéreo, utilizó un metabuscador para comparar y encontrar la mejor opción teniendo en cuenta los horarios, e ingresó a la página web de la aerolínea y revisó tarifas verificando que éstas incluyeran impuestos y el equipaje.
Proseguí realizando más preguntas: “¿Y quién te recogerá del aeropuerto y te llevará al hotel?”, me explicó que consiguió en una página web los traslados y los tours a realizar en la isla, sólo tuvo que indicar el número de vuelo y la fecha en que sería el viaje para confirmar el servicio.
Para el seguro médico fue igual, ingresó a la página web de algunos de los seguros de viajes más conocidos y de acuerdo a la tarifa y a la cobertura en salud lo adquirió.
Por último, estaba segura que había omitido buscar información acerca de dónde comer o sitios por conocer, entendiendo que al viajar buscas experiencias significativas y no pasar malos ratos, pero me equivoqué, me comentó que vio múltiples videos de influencers de viajes en donde pudo enterarse acerca de sus recomendaciones para ese destino, los lugares “instagrameables” que sí o sí debía visitar, qué hacer en el destino, dónde y qué comer y hasta qué tipo de ropa usar, etc. También, muy enterada ella, me comentó que había visto la fachada y la calle del hotel donde se hospedaría a través de la aplicación de mapas de la web y que también la podía tener en su celular estando en el destino.
Le deseé obviamente feliz viaje, y le pregunté si le había tomado mucho tiempo el organizar su viaje; me contestó que tardó una semana buscando, leyendo e informándose pero estaba satisfecha puesto había ahorrado una cantidad significativa de dinero comparándolo con el presupuesto que le había enviado. Con todo lo anterior surgieron muchas preguntas. Por ejemplo:
Después de todo, ¿tiene sentido ser agente de viajes en este tiempo?, ¿Estará la profesión enfocada en atender únicamente a segmentos específicos o nichos como lo son el turismo vivencial, de convenciones o eventos, o población perteneciente a la generación baby boomer (personas nacidas entre 1946-1964)?, ¿Cuáles oportunidades surgen en estos contextos y escenarios?, ¿Cuántas personas como mi prima, habrá?
Aún sin tener respuestas, porque quizás solo el tiempo las de, preciso que la agencia de viajes debe tomar como aliados las nuevas tecnologías y el verdadero conocimiento del viajero para ofrecer servicios turísticos que realmente puedan ser valorados por éste, en dónde su experiencia se maximice en todos los puntos de contacto; esto permitirá que se conviertan en embajadores de la agencia de viajes en el mercado.
Resumen:
La Pandemia ha llegado para replantear muchas cosas, ha sido el catalizador para que el mundo se digitalice aún más, dejando de lado hasta cierto punto la presencialidad. Las agencias de viajes han sido de los sectores más golpeados. Desde una experiencia personal me planteo interrogantes en torno a la vigencia de la labor de las agencias de viajes y si existe una oportunidad para no extinguirse y que el servicio que ofrece siga siendo valorado.
