Hace más de un año se anunció que un virus invisible y poderoso estaba entre nosotros. El mundo se paralizó, las estructuras sociales, económicas, y políticas, se afectaron ante un enemigo desconocido. Las instituciones de salud de todo el mundo tuvieron que activar rápidamente una alerta como en tiempos de guerra y responder ante el ataque para proteger a la población. Además se evidenciaron las debilidades y fortalezas de la infraestructura sanitaria de los países. Esto también produjo el confinamiento total de las personas, que tuvieron que encerrarse, enclaustrarse para evitar contagiarse.
Estamos a mediados del 2021, muchos se han vacunado, y muchos ya no practican la frase que nos repetían hasta el cansancio, “quédate en casa”. Las personas ya no quieren estar más encerradas y desean regresar a sus actividades de antes y como antes, siendo una ellas, la de viajar. Ya quedaron atrás aquellas imágenes de animales que caminaban o volaban libres en su hábitat natural, al fin sin humanos, o bosques que comenzaron a renacer.
Observo cómo se está activando el turismo interno y receptivo en mi país. Veo publicidad con promociones que invitan a viajar a diversos lugares del Perú, cercanos a Lima, otros un poco más lejanos. Observo buses llenos con 20 o 30 pasajeros que salen a hacer excursiones cortas y en mi trayecto, paso por un pequeño pueblo rural, muy hermoso, ubicado a tres horas de Lima con muchos atractivos naturales, de 1500 habitantes. Lo veo abarrotado de gente, ya está siendo visitado desde comienzos de año por grupos y grupos de turistas y es preocupante observar cómo llegan a este pequeño pueblo no solo buses sino más de una treintena de autos que generan tráfico. Los visitantes caminan y visitan sin ningún distanciamiento social, sin protección muchos de ellos, generando aglomeración. Lejos de ir a pasar un buen momento en busca de paz, se percibe desorden y caos.
No se respeta el espacio vital del otro, abarrotan las plazas, y no hay ningún espacio libre por dónde caminar. ¿Qué pasa con la gestión de los sitios? ¿Por qué no existe una gestión de aforos en los lugares turísticos? ¿Por qué los sitios no definen ya, cuántas personas pueden ingresar? ¿Por qué no se limita el ingreso de acuerdo a aforos para evitar aglomeraciones, caos, y sobretodo el contagio?
Si bien el factor económico prima aquí, pues se trata de recuperar el tiempo y el dinero perdido durante el confinamiento, lo cual es comprensible, la economía se paralizará nuevamente si los sitios son invadidos desordenadamente propiciando el contagio.
Al parecer, no hemos aprendido nada, se continúa apostando por el turismo de masas, sin tener en cuenta que hoy la tendencia es desarrollar un turismo no masivo, en sitios abiertos y naturales, con un control del número de visitantes, con una gestión de aforos constantes, y tener un turismo de calidad y no de cantidad. La gestión de los sitios turísticos debe ser ahora mucho más estricta, con otro enfoque, con otras medidas y la promoción de estos lugares debe ser muy cuidadosa controlando los mensajes. La pandemia ha sido y es un llamado de atención para no regresar a lo mismo, a cambiar nuestros hábitos y comportamientos, a obedecer lo establecido, a cuidar los sitios. ¿Cómo evitar no volver al turismo de antes? Pues entendiendo que el mundo actual es otro, y que debemos tomar conciencia de lo que ocurre a nuestro alrededor, ¿Aprenderemos?