La actividad turística suele estar siempre ligada a todo tipo de emociones, la mayoría de ellas, tienen como sinónimo la alegría, el placer, la diversión y la satisfacción, mucho de esto se debe a las experiencias generadas por la visita a algún destino con determinadas características.
Son tantas las impresiones que el turismo tiene la posibilidad de brindar a las personas por medio de los viajes, que los estudiosos en la materia lo han clasificado de distintas formas: el turismo de romance, de retirados, de millennials, el médico, solo por mencionar algunos, cada uno busca satisfacer las necesidades de segmentos de mercado cada vez más específicos. Un tipo de turismo que ha levantado polémica en el medio, dada la motivación de quienes lo practican, es el denominado Turismo Negro.
Lugares que han tenido historias relacionadas al dolor, la muerte, el sufrimiento, tragedias famosas altamente difundidas e inclusive peligrosos, son los sitios predilectos de aquellos viajeros que desarrollan el turismo negro; resulta un tema que aún hoy en día se investiga, debido a las razones morales muchas veces cuestionadas que llevan a una persona a interesarse en esta modalidad turística.
México, no queda exento de esta clasificación, se han creado productos turísticos con actividades como: experiencias que vive un indocumentado, la visita a barrios peligrosos como la Merced o Tepito, conocer “pueblos fantasma” que fueron azotados por el narcotráfico, entre otros.
El caso específico que se aborda en este artículo se encuentra al sur de la Ciudad de México, ubicado a más de una hora de los embarcaderos de Cuemanco, forma parte de los canales de Xochimilco, por lo que solo es posible arribar en trajinera (barca que transporta a los habitantes del lugar y a los turistas). Es conocida como la “Isla de las Muñecas”, y basta acercarse a ella para notar el porqué de su nombre. Se trata de una chinampa (extensiones de tierra construidas sobre las zonas lacustres, con usos agrícolas y de vivienda principalmente) la cual fue habitada por un hombre al que siempre se le conoció como “Don Julián”. De acuerdo con la leyenda, en los años 50, este solitario de la isla, experimentó el horror cuando una joven fue encontrada sin vida a las orillas de su chinampa.
A raíz de este evento, se dice que “Don Julián” comenzó a experimentar una serie de sucesos extraños, ruidos de origen desconocido por las noches, la sensación de ser observado y escalofríos que no cesaban por largo tiempo, todo esto lo atribuyó a hechos sobrenaturales.
Para evitar estos fenómenos a los que no encontraba explicación, decidió llenar de muñecas viejas toda su isla. Colgó de los árboles juguetes destrozados y con apariencia realmente macabra. “Don Julián” estaba convencido que esto detendría el terror que sentía.
Los años pasaban y la colección aumentaba, hasta que el dueño de la isla falleció en el año 2001. Sus familiares continuaron con el extraño legado, y el lugar poco a poco atrajo a decenas de turistas que se encontraban navegando en los canales con la motivación principal de disfrutar el paisaje natural que este patrimonio otorga, pero al pasar por ahí, era inevitable voltearse y mirar el tétrico espectáculo que identifica a la “Isla de las Muñecas”.
Hoy en día, existen algunos paquetes que incluyen la visita de este lugar ya considerado turístico, cada vez es mayor la demanda, y esto obedece a una promoción enteramente de “boca a oído”, recomendaciones respaldadas con diversos artículos y noticias al respecto que han incrementado el interés entre los visitantes.
A pesar de que la tragedia es el punto central de esta leyenda, las intenciones por conocerla, dejar una ofrenda y jamás olvidar la razón que nos mantiene viviendo cada día, es la constante para los entusiastas que se atreven a gozar de este atractivo. Es cierto que actualmente encontramos cierta resistencia por parte de muchos turistas por considerar a la “Isla de las Muñecas” en sus itinerarios, pero es precisamente eso lo que llena de expectativas a quienes buscan experimentar el turismo negro, y mientras siga satisfaciendo las necesidades incomprendidas de este nicho de mercado, por supuesto que seguirá siendo un punto obligado dentro del tesoro natural que es Xochimilco.