El turismo de intereses especiales (TIE) es una modalidad turística que habla directamente sobre una demanda selectiva, es decir, los excursionistas y/o turistas entendidos en temáticas o prácticas que no coinciden con las disfrutadas por el público general. Dentro de ellas se encuentran el turismo oscuro, turismo cementerial y turismo paranormal. Estas modalidades turísticas han obtenido una demanda fiel, sin embargo, aún son desconocidas por el común de los individuos, quienes tienen desconfianza a sus ofrecimientos.
Sucede que, como sus nombres están ligados a una semántica usualmente asociada a escenarios espeluznantes, se asume que son prácticas aterradoras o dañinas a un territorio. Sin embargo, se tratan de actividades respetuosas con la cosmovisión de cada comunidad, siempre que sean trabajadas responsablemente.
Para que una empresa turística sea catalogada como consciente y sensata, debe tener plenos saberes acerca de la diferencia entre cada modalidad, dado que se desplantan en áreas diferentes. El problema es que muchos confunden o no se interesan por delimitar bien los conceptos, considerando al turismo oscuro como un todo. Esto quiere decir que el turismo cementerial y turismo paranormal no se trabajan como disciplinas independientes. Este es un error que requiere un cambio urgente, ya que a pesar de que los tres se preocupan por el rescate del patrimonio cultural de los territorios, ellos presentan enfoques distintos. Es sumamente vital el distinguir los límites de cada uno, pues permitirá planificar cada actividad según la necesidad específica de su demanda y, por supuesto, la localidad con que se irá a compartir. La generalización de estas modalidades como un mismo tipo de turismo, usualmente conlleva a las malas prácticas, provocando una estigmatización respecto a la experiencia ofrecida y el compromiso con los pueblos.
A grandes rasgos, cada una de estas modalidades turísticas se destaca por preocuparse de ambientes y temáticas distintas. El turismo cementerial se enfoca en la visita a los camposantos, mientras que el turismo paranormal en los mitos, leyendas u otro relato escatológico, y el turismo oscuro en las localidades en que sucedieron muertes, aberraciones o catástrofes. Con este fin en la mente, cada uno apunta a la difusión y salvaguardia del patrimonio cultural tangible e intangible de una comunidad. Se debe conseguir su puesta en valor mediante el rescate de sus herencias sociohistóricas. Dentro del turismo cementerial, por ejemplo, destaca la preocupación por dar a conocer la cosmovisión de una comunidad y sus pasajes históricos. Asimismo, permite desprender detalles arquitectónicos, religiosos y, por supuesto, sociales, que forman parte de la tradición de un territorio.
En el caso del turismo paranormal, por ejemplo, importa contextualizar los relatos orales, es decir, indagar a qué fenómenos nuestros ancestros necesitaban darle una explicación. Después de todo, estas historias terminan transformándose en parte de nuestra idiosincrasia. Lo mismo sucede con el turismo oscuro, debido a que permite conservar la memoria de los pueblos, compartiendo datos históricos sobre los eventos difíciles que han enfrentado ciertos pueblos. Básicamente deben tratarse a estas modalidades como una herramienta vital para la conservación y la protección del patrimonio de un territorio.
Por este motivo, reflexionando sobre su importancia y la necesidad de que sus objetivos estén bien delimitados, redacté un libro llamado «turismo y patrimonio cultural» que esclarece sus principales características y beneficios (será publicado y compartido próximamente). La idea es que el público general conozca su verdadero potencial y, por ello, se encuentran todos cordialmente invitados a leerlo y continuar con esta interesante discusión.