En diferentes foros públicos y privados se habla sobre el turismo sostenible, sus efectos y consecuencias; pero por lo regular son análisis superficiales, parciales o ingenuos. Solo en muy pocas ocasiones se plantean visiones y estrategias de fondo.
Salvo muy pocas excepciones como Calvià (en España) o quizás Curitiba (en Brasil), las actuaciones de sostenibilidad, tanto públicas como privadas, han tenido efecto; las demás son más un cuento que una realidad.
Los problemas ambientales de las zonas turísticas costeras de México son el fruto de la combinación de diferentes factores que se articulan y terminan presentando los resultados que hoy podemos observar. Entre ellos están que:
- El estado planifica pero los funcionarios aplican, tratando de sacar el máximo provecho a la inversión pública que habilita tierras para el turismo.
- Los inversionistas y los desarrolladores aplican un modelo que ya se ha definido como “modelo inmobiliario”, siendo el eje de la inversión la rápida recuperación, mientras los costos o externalidades se dejan para el municipio o los operadores de hoteles y otras obras, dominando la visión cortoplacista.
- El estado admite esta distorsión, pero que es natural en el modelo capitalista de mercado que hoy domina y acepta las reglas que rompen las preestablecidas con tal de anclar inversión que se traduce en puestos de trabajo; o sea, hay un rédito político además de un beneficio económico para los que “apoyan”.
- El Estado, al aceptar este modelo intensivo y sin control efectivo, acepta la entrada masiva de mano de obra para el motor de este modelo que es la industria de la construcción, y recibe a los inmigrantes con ideas y no acciones.
- Los inmigrantes se organizan como pueden, invaden, les conceden tierras, y ellos pueblan una ciudad paralela sin servicios, los cuales empiezan a aparecer cuando aumenta el número de ellos y la capacidad de presión aumenta con una masa crítica que se tiene que considerar.
- Los inmigrantes también hacen un uso intensivo de la tierra pero no para ganar, sino para sobrevivir. Hay una afectación seria en el agua derivada de la falta de servicios y las costas se transforman en receptores de aguas negras.
En síntesis, tenemos un panorama complejo en el que un territorio específico es agredido desde sus límites hacia adentro hasta agotar el mismo sin pensar en los costos que estos significan ambientalmente. Como pasa en Puerto Vallarta o Cancún, solo por poner dos ejemplos, los desarrollos inmobiliarios masivos avanzan de las costas al continente cambiando los usos de suelo, y de la periferia urbana hacia el centro avanzan los desposeídos buscando hacer una ciudad que no estaba pensada, la de los pobres, como la Colonia Puerto Juárez en Cancún o La Lija y Valle Dorado en la Zona Metropolitana de Puerto Vallarta (que incluye Nuevo Nayarit).
Esto significa que la cuestión ambiental tiene dos extremos, uno visible que es el de las costas a la zona hotelera y otro invisible de la selva o montaña hacia el centro de las ciudades turísticas; y justamente esta duplicidad de frentes, que implica la existencia de dos grandes problemas, es la falla de perspectiva que tienen los ecologistas y conservacionistas hoy. Ven sólo el problema costero, la zona donde el dinero llevó a la destrucción, donde la especulación se llevó por delante a la normatividad, pero desconocen por una visión clasista el otro extremo donde los pobres contaminan y destrozan la selva o la montaña por necesidad y alteran el ambiente social por falta de oportunidades.
Así entendido, el problema ambiental no es un tema que tome solo los ecosistemas, sino que está profundamente anclado en la problemática social. Hay un deterioro de los ecosistemas donde están los hoteles y marinas que fue planificado, y otro deterioro ecológico social muy profundo donde están los pobres que construyeron este “paraíso”.
Esta perspectiva nos permite ubicar a los actores que se han llamado a sí mismos a ejercer el rol de defensores del medioambiente en la perspectiva ya obsoleta de limitarlo a los ecosistemas sin tomar en consideración al hombre y la sociedad.
El caso de Cancún es muy revelador porque permite entender cuáles son las ideas que sirven de guía a los movimientos ecologistas y conservacionistas en México y muy especialmente en el estado de Quintana Roo.
Conociendo y profundizando sobre lo anterior, hoy en Puerto Vallarta y Riviera Nayarit tenemos la oportunidad de ajustar tanto las políticas públicas como las actuaciones privadas de tal manera que se mantenga una línea de desarrollo más ordenado y considerando los Objetivos para el Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. Hoy la trayectoria de esta región es hacia una acapulquización (entendida como el declive de una ciudad turística) del destino, pero todavía estamos a tiempo para que con voluntad, acción e integración de los principales actores del turismo se cambie ese rumbo más hacia la sostenibilidad.