“Los muertos al cajón y los vivos al fiestón”. Una dualidad que homogeniza la vida y la muerte, la carne y los huesos, la intangibilidad y la tangibilidad, el espíritu y el alma, la esencia y lo finado.
En el mundo actual, emergen diversas costumbres y tradiciones que son el vestigio de determinadas cosmovisiones y prácticas étnicas que se enclavan en la cultura mexicana, no como prácticas que conforman nuestras raíces culturales, sino como deidades que sostienen los orígenes de nuestra evolución, tal y como lo es el Día de Muertos.
Una festividad que mantiene los recuerdos vivos de nuestros ancestros y de la vida mortal futura, conocida como una estructura de la ascendencia mexicana para honrar la vida de los difuntos. Representa un origen plenamente ancestral, que edifica el cuerpo y ornamento Mesoamericano a través de los rituales ancestrales y prehispánicos para realizar culto a la muerte, una muerte sin carne ni alma, sino de huesos y espíritu bautizada y re adaptada por el gran muralista Diego Rivera como la catrina por el porte y la elegancia de las clases sociales altas, siendo su precursor Guadalupe Posadas, nacida como ilustraciones y con historias de aquella época remota, dotándola de vida y representada como la calavera garbancera, imagen viva del pueblo y de su enjundia festiva y mexicana tradicional, como símbolo de la pretensión de ser europeo con sangre indígena; famosa por su animismo, acompañó a las calaveras en las notas periodísticas de la política y entretenimiento, siendo la protagonista de estas fechas adjudicada como la dama de la muerte como acompañante de los difuntos que nos visitan en esta época. Fue impulsada por el sostén Maya, una cultura fundamental que afirmó que los muertos cobran vida y de los Aztecas con su calendario que concedieron dicha celebración en el mes de Octubre.
Su origen representa más allá de la festividad frente a la muerte y más allá de la combinación de las costumbres del “Halloween” y las celebraciones mesoamericanas por los españoles. Es complejamente, la festividad de la dualidad de la vida, del reencuentro del espíritu vivo que no ha muerto y que únicamente abandonó su ente corpóreo para vivir la fiesta humorística terrenal por un periodo. Es un escenario que reencuentra al cuerpo vivo y al muerto, evocando la unión familiar a través de una visita espiritual que se emerge entre cempasúchiles, hojaldras, calabazas, frutas, bebidas de los dioses, entre otras; es la festividad de los muertos la que se ha transmitido de generación en generación, desde el México prehispánico al actual siglo XXI.
El Día de Muertos representa parte de nuestras raíces en un México conformado por 32 entes, que son 32 huesos que conforman las costumbres, tradiciones, alimentos, el Hanal Pixán de los Mayas y los orígenes de los vestigios de la vida de la catrina y las calaveras que han evocado a nuestra festividad como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
“Si quieres encontrarme apaga las luces,
mi ofrenda yo espero entre hojaldras y huesos,
con una veladora atravieso entre ancianos y niños,
de parranda yo ando junto a todos los muertos.
Mi copa ya llevo pa´ servirme mis tequilas,
los aires te mando para sentir mi desnudez huesudo,
reflejado en mí tú estás,
algún día tu hora llegará, más no hoy más no mañana.
Calaca, tilica y flaca te asustarás,
con una hojaldra y una naranja a mi fiesta me compañarás,
entre cielos o panteones con mi foto de perfil adornarás,
contenta me iré si con las luces apagadas no me haces tropezar.
No te vistas como yo si algún día el concurso en el panteón quieres ganar,
pues frente al espejo tú y tus huesos se asustarán,
prometo visitarte el próximo año sin en tu memoria siempre me llevarás,
no intentes buscarme más pues de viaje ya me iré,
tampoco intentes asustar a la huesuda o conmigo te las verás ”