El ser humano ha vivido a lo largo de los años una gran cantidad de revoluciones, cambios y evoluciones, mismas que han dejado cicatrices materializadas en experiencias. El turismo como un fenómeno social, ha experimentado estos cambios, donde la cultura del ser humano sale a flote donde quiera que esté. Y es que no importa cuál sea nuestro origen, debemos hacer conciencia con el mundo en el que vivimos y los destinos que visitemos.
Todos y cada uno de nosotros somos responsables del cuidado de nuestros pasos y acciones dentro de algún destino turístico, lo que hagamos o dejemos de hacer puede ser determinante para la preservación de estos. Poco a poco la mentalidad de la generación actual ha ido cambiando, fortaleciendo los escrúpulos y siendo (aunque sea sólo un poco) más cuidadosos con el entorno.
Al permearse de todo este fenómeno social llamado Turismo, y con la presión de uno que otro buen docente, la perspectiva de visitar Cancún, Acapulco, Teotihuacán o Tulum es totalmente diferente, ya que como decían mis maestros en la carrera, comienzas a analizar todo de manera profesional, lo que tiene como consecuencia una conciencia muy especial, cercano a algún vínculo familiar.
Detengamos la explotación y comencemos a aprovechar nuestros destinos turísticos; para todo profesional del turismo, debe de sustituir la palabra explotar con aprovechar, para tener más destinos en desarrollo y menos destinos deteriorados, eso sí es aporte exclusivo de nosotros.
Y es que no es nada complicado, el ser corresponsal del buen comportamiento dentro y fuera de nuestro lugar de origen, no es escalar ninguna muralla, son reglas muy sencillas donde si lo tiro lo recojo y si lo ensucio lo limpio, si el letrero dice no pisar el pasto, no lo piso; incubemos todos juntos los Bacalar y los Mahahual, destinos en pleno desarrollo, y ayudemos a revertir los Acapulco y los Cancún, destinos ya en decadencia.
Como turismólogos tenemos la obligación moral de aportar, desde cada una de nuestras trincheras, al cambio ideológico de los muchos o pocos que nos rodean, y poco a poco ir haciendo la diferencia, ir cambiando el chip positivamente para el bien del turismo, de nuestras playas, nuestras ciudades, nuestras zonas arqueológicas, nuestros rústicos pueblos y en general de nuestro mundo. Y así, como me ha compartido una colega muy apreciada y con suficiente razón: «Con una sola persona que deje de tirar su basura en la calle, con una sola persona que haga la diferencia a consecuencia de nuestro ejemplo», ya ganamos.