El turismo rural se define como “aquella actividad turística que invita al turista conocer, interactuar y experimentar la cultura y tradiciones campesinas de la comunidad rural”, el cual ha surgido como respuesta para diversificar la economía rural en diferentes partes del mundo. Este tiene un futuro prometedor si nos referimos a lo que un importante segmento está buscando actualmente: desconexión, tranquilidad y naturaleza, considerando que en estos tiempos el turista desea fuertemente alejarse de la estresante masificación en la cual se encuentra sumergido en su día a día, cosa que ha incrementado en pandemia, poniendo en la mesa, altas expectativas al prestador turístico en donde este debe otorgar un servicio de calidad para cumplir los deseos del cliente.
Esta alternativa turística, como estrategia de desarrollo local, se presenta como una herramienta donde se satisface tanto a quien consume del servicio, como a quien lo preste. Sin embargo, debido al hecho que comúnmente la mayoría de las comunidades que brindan este tipo de turismo se encuentran relativamente aisladas de las grandes urbanizaciones, se podrían presentar diferentes desventajas cuando se trata de invertir en turismo, ya sea desde una infraestructura deficiente, compleja accesibilidad, ausencia de organizaciones que intervienen en el desarrollo turístico (superestructura) y el factor clave del servicio: el capital humano.
Quienes prestan un servicio turístico de este tipo (alojamientos, turismo de aventura: cabalgatas, trekking, pesca recreativa; guiados, restaurantes, granjas, etc.) poseen una sólida imagen comunitaria de “calidez campesina”, la cual les juega en beneficio cuando se entrega un servicio donde el turista se siente bien recibido, pues establece cierta cercanía detrás de cada acción que realizan al servir. Sin embargo, el otro lado nos indica que muchas veces pueden carecer de la parte técnica como conocimientos administrativos, operativos y formales, es decir, capacitación técnica, y es ahí donde los organismos responsables deben actuar para cambiar tal escenario.
De tal forma, para explicar cuáles son los posibles tipos de emprendimientos que podemos encontrar, nos referimos al lineamiento del Instituto de Desarrollo Agropecuario en Chile (INDAP), donde los prestadores de servicios campesinos se dividen en tres niveles de acuerdo a las condiciones técnicas en las cuales se encuentren:
- Nivel 1: Es el nivel básico y corresponde a emprendimientos informales y de escasa formación técnica en el negocio.
- Nivel 2: Es el nivel intermedio y corresponde a emprendimientos con un negocio definido y en funcionamiento.
- Nivel 3: Es el nivel avanzado y corresponde a emprendimientos consolidados y formales. Son usuarios o potenciales usuarios, que han recibido capacitación pertinente y acreditable.
Esto indica que cada nivel cuenta con una necesidad que debe ser considerada. Tales como que en el nivel uno, donde se encuentran numerosos pequeños productores agrícolas, no cuentan con las herramientas necesarias para crecer económicamente sin saber cómo formalizar su emprendimiento ni invertir en promoción o no poseen suficientes fondos, etc.; el segundo, que si bien tienen una base estable, se encuentran estancados en conocimientos técnicos; y el tercero, al cual se aspira consolidar, se deben mantener y/o perfeccionar.
Dentro de esto, organizaciones relacionadas al turismo, como es el caso de INDAP, presentan diferentes programas bajo el propósito de revertir la situación para apoyar a quienes lo deseen a través de asistencia técnica, promoción y capacitaciones. En este punto es donde podrían surgir las dudas: «¿se perderá la imagen del turismo rural al (1) capacitar y cambiar lo que ya existe, (2) decirles cómo deben recibir al turista y (3) decirles cómo deben operar sus empresas y a los empleados cómo hacer su trabajo?«
La respuesta sería que depende de cómo se intervenga. Al momento de crear algún tipo de intervención, se debe tener como prioridad valorar la comunidad local, sus empresarios y la imagen que proyectan, ya que son la base de un turismo sustentable para entregar apoyo del desarrollo local. Las autoridades turísticas, a través de diferentes líneas de acción deberán intervenir y potenciar las comunidades rurales de manera adecuada, ya que pueden tener consecuencias positivas como aumentar los ingresos locales, crear alternativas de empleo y desarrollar capacidades técnicas, pero recalcando que, esto se debe lograr sin pasar a llevar la cultura de la comunidad, refiriéndonos a su esencia y quiénes son los participantes, pues esto es lo que son y se debe apreciar, potenciándolas con base a los pilares de sostenibilidad.
Esto quiere decir que, como se ha mencionado, el único propósito es invertir en los destinos que posean un potente turismo rural para entregarles una base sólida en temas de capacitación, pero sin dejar de lado lo que son y lo que entregan. Agregando un claro énfasis que durante cada paso de la intervención y la planificación debe ser bastante meticulosa, teniendo en cuenta que la más mínima intención de querer “comercializar” indebidamente el destino, podría hacerlo perder aquella magia campestre que lo caracteriza para caer en el montón como cualquier otro destino turístico que no posee aquello que lo diferencie del resto.
El turismo rural tiene un gran camino por recorrer, donde tanto los actores como la comunidad local, empresarios turísticos, autoridades turísticas y los turistas, son la clave para potenciar este competente tipo de turismo. Sin más, considero que este se contrapone a la masificación y explotación de recursos y que se presenta como una invitación para valorar la cultura rural, paisajes campestres y aprender sobre las actividades del campo con el único propósito de enseñar el real valor que tiene cada rincón agrario en el mundo, por lo cual, la superestructura turística debe entregar el apoyo necesario a los prestadores turísticos que forman parte de la experiencia de cada turista que ingrese al destino en donde se encuentran.