Hace años entendí algo vital. Algo que ha marcado el transcurso de mi vida. Tardé tiempo en asumirlo, pero ha valido la pena.
A los 16 años estaba preparada para comerme el mundo pero no sabía por dónde dar el primer mordisco. Tenía la intención de estudiar ingeniería aeronáutica en una universidad semi militar, pero no contaba que un problema de salud, al cual no conocía hasta ese momento, me obligaría a dar un giro a mi orientación vocacional.
El examen propedéutico indicaba que debían operarme de un problema congénito en las caderas y para ser admitida en dicha universidad no debía tener ninguna condición que limitara mi rendimiento físico, dado el método educativo impartido por esa casa de estudios.
Al cabo de unos días, cuando ya empezaba a acostumbrarme a la idea de no emprender el viaje hacia esa gran pasión que añoraba desde niña, me tocó decidir qué estudiar. Ya sin tiempo para preinscribirme en otra universidad y sin sentir la emoción de una segunda pasión vocacional, acepté el consejo de una orientadora educativa de inscribirme en una universidad pública que se encontraba en uno de los mayores destinos turísticos internacionales de Venezuela, La Isla de Margarita. La universidad disponía algunos cupos para carreras con poca demanda en ese momento. Debía entrar por esa carrera, cursar el año del ciclo básico y luego tramitar un cambio de carrera hacia alguna de las ingenierías.
A veces acontecen cosas en nuestras vidas que no entendemos.
Y, de repente, se abre algo delante de ti como un telón y, ¡por fin! consigues ver lo que el destino te tiene preparado!
Entonces todo empezó a cobrar sentido, la carrera a la que debía inscribirme era “Licenciatura en Turismo”.
Nunca me había sentido motivada por esa actividad. Solo en mi mochila virtual tenía los recuerdos de las visitas quincenales al pueblo de mis abuelos maternos, los viajes familiares a playas, sitios históricos y culturales, viajes familiares internacionales; y la gran afición de mi padre, por hacer turismo en el país que lo acogió y en los que descubría intereses históricos y culturales.
Todo lo que sucede a partir del momento de mi ingreso en la universidad no deja de sorprenderme, así como también asombra la forma cómo el destino me encaminó para descubrir una de mis grandes ilusiones.
Si quieres, te contaré esta mágica historia de cómo el turismo puede convertirse en una de las grandes pasiones de nuestras vidas.
¿Me acompañas?
Cursar el primer año fue una de esas certezas que se instaló en algún rincón de mi alma y que no me permitía ni dudar de ella, ni cambiar de dirección. Intenté por todos los medios escarparme de esa carrera, pero siempre mis pasos se devolvían hacia la escuela de turismo. Lógicamente tenía ganas de descubrir otra vocación, para cual realicé pasantías en otras áreas, fui a asesoría orientacional, realice talleres en diversas área y participé en encuentros juveniles.
El hecho de que estuviera dentro de una casa de estudios, rodeada de gente entusiasmada por su afición profesional y que Yo no tuviera ni la mínima noción de lo que quería hacer de mayor, aparte de estudiar ingeniería aeronáutica, daba cuenta del estado de desmotivación al que había llegado.
La incertidumbre y la frustración entraron por mi puerta sin llamar siquiera.
Un buen día, entendí que el destino me estaba guiando hacia una carrera interesante, mi Ser no entendía cómo había sucedido, pero tenía la certeza que escuchar las teorías, experiencias y prácticas de los profesores y turismólogos nacionales e internacionales que hicieron que mis 5 años en las aulas y recinto de mi alma mater, fuesen de los mejores vividos en mi etapa universitaria y una gran estímulo y enseñanza para mi vida futura.
A medida que pasó tiempo, más consciente me hacía de la grandeza del turismo. Siempre me intrigaron las corrientes dicotómicas de los diversos turistólogos y turismólogos:
¿Es una actividad o una industria?, ¿Es un sector económico o un sector social?. ¿Qué se debe impulsar primero la promoción turística o el desarrollo del destino? ó ¿quién es primero, el turista o el destino?, ¿Quién fue el precursor de turismo? ¿Thomas Cook?
Lo que definitivamente conciencié fue que es importante conocer los antecedentes y la conceptualización de la actividad, pero cada destino con sus fortalezas y debilidades construye su historia y la expresa de acuerdo a sus necesidades.
Tengo la gran suerte de que además de aprender de mis profesores, turismólogos y compañeros de aula, creé, con algunas de ellos, un vínculo que perdura en el tiempo. Te puedo afirmar que con los años han formado el gran círculo de familia de la vida, la que Yo escogí.
Durante los años universitarios en la escuela de hotelería y turismo hubo algo que atrajo mi atención y que aumentó mi entusiasmo por continuar la carrera, era “no creer en casualidades sino en causalidades”. El turismo se tatuó en mi alma y espíritu y comenzó a regalarme satisfacciones y me sedujo a adentrarme en lo más profundo de sus ámbitos.
En los años 80, cuando inicié y culminé mis estudios, el turismo se impulsaba lenta y espontáneamente. Pero te aseguro, que a partir de allí, ha tomado importancia mundial por diversas causas, adaptándose a las expectativas innatas o creadas de los turistas.
A veces no sabes cómo pasó pero pasó. No solo porque se advierta en los destinos, sino porque se fundamenta en los resultados, el turismo se ha convertido en uno de los sectores con más proyección en la economía mundial.
Ah, ¿no lo sabías? Pues en la mayoría de los destinos el turismo no se ve, pero se siente. Bueno, eso no lo aprendí durante mis años universitarios, sino en mi experiencia laboral. Te lo cuento en otra ocasión. Y te garantizo que queda relato todavía. Muuuuchoooooo.
Y como experiencia te puedo asegurar que mi aprendizaje fundamentalmente estuvo enfocado en escuchar y leer atentamente las teorías, investigaciones, experiencias y pensamientos científicos de los catedráticos, trabajadores y especialistas, pero lo que verdaderamente me formó fue la manera como gestioné el aprendizaje con mi carga física, emocional y espiritual, y los irradié a mi existencia diaria, tanto en lo personal como en lo profesional, creando mis propias estrategias para vivir y transmitir esa gran pasión que se instaló en mí sin avisar: el Turismo.
Esa es una de estas experiencias que hay que vivirlas y gestionarlas de forma individual. Tampoco te lo puedo garantizar, porque eso es algo que cada persona debe asumir internamente, para encontrar y vivir sus grandes “pasiones” de vida.
Estoy hablando de los tres elementos que se consideran más importantes para dejarte seducir por la pasión del turismo: vocación de servicio, conocimiento y amor por lo que se hace.
El cambio debe iniciarse en cada persona que se involucre en el sector. Si no hay transformación del pensamiento, costumbres y comportamiento, da igual que se comprometa o no en él. La semilla seguirá sembrada, pero no dará los frutos en el campo interno y externo que esperamos todos los apasionados por el turismo.
¡¡¡Basta con un poco de interés y sensibilidad social…!!
Graduarme en la carrera de turismo, fue iniciar el camino con un primer eslabón. Luego fui dándole forma, con muchísimas más vivencias y herramientas que adquieres del sector, que han convertido esos años universitarios en el preámbulo de mi desarrollo profesional y personal. Así lo percibo en los capítulos turísticos del libro de mi vida.
Si haces del turismo una de tus grandes pasiones, convertirás tu vida en una obra de arte, con infinidades de pasajes para recrearte y compartir con las personas que se acerquen a tu Ser, personal y profesionalmente.
“Vive de tal forma que si un día tuvieras que escribir un libro sobre tu vida, te gustaría leerlo” ~ Edgar Payares
En la parte 2 te contaré el final de esta mágica historia de vivencias, sensaciones, certezas y emociones; de cómo descubrí que el turismo era una de mis grandes pasiones.