Visitantes de todo el mundo arriban asiduamente al país Centroamericano para conocer sus maravillas naturales, pero tanto ellos como el Estado anfitrión necesitan hacer un esfuerzo mayor para darle contenido a sus paisajes y que la actividad turística no se limite solamente a la venta de una etiqueta comercial. Costa Rica tiene historias, costumbres, valores y pueblos originarios que están siendo marginados del sistema actual.
No hay dudas que Costa Rica tiene recursos naturales que lo diferencia de otros destinos, y eso lo tiene que aprovechar. Pero no debe abandonar sus recursos socio-culturales, que también la distinguen de cualquier otro país del mundo.
Si bien en gran parte es el visitante el que decide qué conocer en cada destino, también es el Estado el que decide qué acercarle y qué cosas/experiencias mostrarle. En este sentido, la obsesión por venderse como país ecológico está desvalorizando su historia, sus comidas típicas, sus bailes tradicionales y la forma de vida de sus habitantes que son, al final, quienes construyen una nación.
Costa Rica es sinónimo de áreas protegidas, playas, palmeras, bosques y volcanes. Pero también Costa Rica es Pabrú Présbere, Cabécares, Bribris, Chorotegas, Borucas, Teribes, Juanito Mora, gallo pinto, tamales, casados, tortillas de maíz, natilla, patacones, banano, café, cacao, frijoles, fresco de cas, aceite de coco en el Caribe, la romería, la mascarada, Maes, pura vida y mucho más.
En varios sitios del país se están reproduciendo los complejos all inclusive y en muchos de ellos se le recomienda al turista no salir del hotel porque es muy peligroso. Tal vez en algunos lugares lo sea, pero en otros doy fe que no. Este tipo de recomendaciones para que el visitante gaste su capital dentro del hotel y no afuera, está matando el potencial que tiene el turismo para fomentar el entendimiento entre diferentes culturas y el desarrollo de comunidades locales. El extranjero comparte pocas (o ninguna) experiencias con residentes locales y no realiza ningún aporte económico a los pequeños emprendedores locales. Así, terminan tapando los valiosísimos valores culturales de un país tan encantador como Costa Rica.
La estrategia de marketing del país ecológico y pacífico está muy bien. Sin dudas Costa Rica lo es. Pero ni el Estado, ni turistas, ni agencias de viajes, ni los mismos costarricenses deben olvidarse de las ruinas de Cartago, de los edificios más antiguos de San José, de sus platos típicos, de la forma en que tejen la hoja de Suita en Talamanca y de la forma de ser de los propios ticos.
Costa Rica es un país de hermosos bosques, lindas playas y muchos otros atractivos naturales, pero por sobre todas las cosas, donde vive gente que tiene sus principios, su historia, su forma de hablar y su propio estilo de vida. Es una pena que a veces quienes visiten este país sólo se lleven la foto con el fondo verde. Y en realidad, lo más lindo del país no saldrá jamás en ninguna foto, ni tampoco habrá tour operadora alguna que lo pueda vender, sino que aquel visitante consciente y responsable lo podrá hallar en lo más profundo de su gente.