Rodrigo es elocuente, conversador, innovador, soñador, “de ciudad”, Javier es parco, directo, práctico, “de rancho”, y aun con esas diferencias, han logrado llevar juntos a buen puerto a Coyote Canyon Adventures, una empresa de gestión de destinos especializada en aventura y ecoturismo, que aunque tiene múltiples productos para ofrecer, sobresalen las excursiones a caballo que realizan el recorrido en la parte central de la cañada más grande del estado de Guanajuato, sección conocida, hoy, como «Coyote Canyon», a unos 30 minutos de San Miguel de Allende, y así, entre lomas, rocas, cuevas, riachuelos y vegetación abundante, miles de turistas disfrutan anualmente de una experiencia tan auténtica como emocionante.
Hace ya 24 años de que dio inicio, la idea fue de Rodrigo Landeros, emprendedor, empresario y jinete. De joven era un “hippie” (o así le decían) que le encantaba la aventura y vivía de hacer retratos. En una de esas travesías, allá por 1997, llegó manejando 800 kilómetros desde Matamoros, Tamaulipas, hasta San Miguel de Allende, ciudad de la que se enamoró y donde se quedó a vivir.
Un día, ya en el año 2000, mientras visitaba el sitio arqueológico de Cañada de la Virgen junto a su en ese entonces, esposa, embarazados de su primera hija, vio a un vaquero montando su caballo. Motivado por su deseo de explorar cosas nuevas, se acercó a él para pedir que le dejara dar un paseo recreativo sobre el animal. Viendo belleza donde el resto de vaqueros veían rutina, fue que empezó a planear un negocio para llevar clientes a ese lugar.
Del otro lado, del de los ejidatarios, tenemos a Javier Morín, ganadero de cuarta generación, jefe de arrieros y jinete experto. En aquellos tiempos se dedicaba a la ganadería y a hacer quesos que, junto a su familia, vendían en la ciudad. Cuenta que cuando conoció a Rodrigo le pareció muy atrabancado, que no medía las consecuencias, y claro, desconfiaba de que un negocio como ese le fuera a interesar a la gente. De cualquier manera, lo apoyó, total, qué es lo peor que podría pasar.
Javier tenía las herramientas (como les llama a sus caballos) y Rodrigo las ganas y la visión. Ambos, apoyados de la fe que tienen en Dios.
Con el consentimiento de los vaqueros y con la decisión de Rodrigo, se pusieron a trabajar. Este último se encargó de hacer invitaciones con fotos que pegó junto a unos buzones de cartón que dejó en algunos lugares turísticos de San Miguel de Allende, ofreciendo el servicio de excursiones a caballo por un circuito establecido, para todas las edades, con guías bilingües y clases de lazar. Como no contaba con celular, solicitaba que dejaran sus datos y que se pondría en contacto con ellos enseguida.
Seis días pasaron hasta que llegaron los primeros interesados y un par de días después, nacía oficialmente Coyote Canyon Adventures. El primer año consiguieron 145 clientes, el segundo 300, después 450, al siguiente 600, y así hasta llegar a la muy exitosa cifra de 2,700 que disfrutaron de cabalgar en el 2023.
Actualmente, Javier hace el trabajo pesado, es quien organiza a los vaqueros y se encarga de la logística; Rodrigo es la cara visible del proyecto, el de los negocios. Y parece que sus hijos Javier y Monique (respectivamente) seguirán sus pasos.
Tuve la oportunidad de vivir esta experiencia, considerado el producto estrella de Coyote Canyon Adventures. Junto a un grupo de 7 personas, nos recogieron en sus oficinas centrales, cerca del centro de San Miguel de Allende, y nos llevaron en una minivan hasta el rancho ubicado en Boca de la Cañada. Y tal como lo podrías ver en alguna película de Vicente Fernández, el lugar dispone de caballerizas, evidentemente están los caballos y varios vaqueros preparados para ayudarte en lo que necesites; y para darle un mayor realismo, una vaca por ahí y un puñado de perros corriendo por la terracería.
La explicación de cómo hacer la actividad correctamente, dura unos 10 minutos: te subes a tu caballo y comienza la aventura con todo el grupo, un caballo detrás del otro por un recorrido que duró unas 4 horas. Casi no necesitas dirigir al animal, se tiene tan aprendido el camino y está tan bien domesticado, que prácticamente va y viene solo. Avanzas por caminos rocosos, estrechos, irregulares, con plantas que en un descuido podrían lastimarte la cara. Primero asciendes hasta el punto más alto de la cañada y luego el descenso implica un esfuerzo diferente aún arriba del caballo. Incluso le puedes poner mayor adrenalina y velocidad, galopando. Alcancé a distinguir un vaquero por cada tres visitantes, así que la seguridad está garantizada.
La Cañada es un lugar realmente bello con vistas que te sorprenderán. Aunque estamos en una época en la que empieza a arreciar el calor y la vegetación no está en su punto más verde y no hubo oportunidad de divisar el riachuelo en su máxima capacidad de agua, te aseguro que no te arrepentirás.
Y esa es solo una experiencia, porque también tienen cabalgatas de día completo donde visitan ranchos con la oportunidad de recolectar huevos, ordeñar cabras y comer alimentos típicos de la comunidad; están las románticas por el centro histórico de San Miguel de Allende u otras más aventuradas recorriendo cantinas antiguas; hay camping, tours arqueológicos, tours de vinos, talleres de gastronomía, rappel, tirolesas, puente colgante, senderismo, cuatrimotos, vuelo en globo, en fin, una gran cantidad de opciones por descubrir.
Javier me cuenta que está feliz, agradecido de seguir en su casa y que el proyecto le ha permitido sacar adelante a su familia y darles educación a sus hijos. Rodrigo va un poco más allá, y dice que aquí encontró su pasión en la vida, «mi verdadera vocación es compartir la cañada y los caballos con el mundo; aunque he venido mil veces, no me canso de hacerlo, porque lo veo a través de los ojos de cada nuevo turista que se siente fascinado de ver esta belleza».
En cuanto a los planes a futuro, sigue existiendo una ligera discrepancia entre ambos. Rodrigo, visionario como siempre, me contó que ya tienen en funcionamiento una ruta a caballo desde Argentina hasta Chile cruzando Los Andes, y que próximamente lanzarán un circuito de una semana por la zona cafetalera de Colombia. Cuando le pregunté a Javier me dijo que “Rodrigo quiere hacer unas cabañas donde vive, pero lo fuerte es esto, ya aquí tenemos trabajo y yo no puedo hacer tantas cosas a la vez”.