Hace unos días se realizó una reunión de la Comisión Nacional de Gobernadores de México (CONAGO) para discutir los efectos, en el turismo mundial y nacional, de la contingencia sanitaria ocasionada por el Coronavirus.
Hoy es noticia de primera plana y antes de que se enfríe entre las ofertas del Hot Sale o los datos que saturan nuestro universo mediático, quiero comentar sobre el tema. Antes debo resaltar 3 hechos fundamentales que, si bien no son el “hilo negro”, deben ser un tipo de credo para los involucrados en el turismo:
- La importancia del sector para la economía nacional.
- Fuente generadora de empleo.
- Actividad que aporta un importante monto por responsabilidades tributarias.
Cuando se habla sobre la importancia del turismo se dan “datos duros”, cifras y más cifras, ponderando los beneficios, pero también del impacto negativo socioeconómico y ambiental. Los indicadores más mencionados son divisas, empleo e impuestos, hoy ha quedado comprobado que más que retórica o teoría, el efecto multiplicador de las actividades turísticas es fundamental para el funcionamiento de las finanzas públicas, la esperanza de mejorar el bienestar humano, y gestionar la competitividad de las empresas.
Se dice que el pueblo mexicano es resiliente por naturaleza, o por tradición. Que sobrevive a la adversidad, sonriendo y haciendo memes. No lo niego, creo que no se trata de buena actitud sino de la manera sempiterna de estar con la espada sobre la cabeza o con el agua al cuello.
Por ello, a continuación, las recomendaciones mencionadas en el encabezado:
- Mejorar los procedimientos de higiene y sanitización en las instalaciones.
- Aplicar procedimientos efectivos para reciclar, reusar, reducir y recuperar – ya sea la grasa de la cocina, los blancos para descarte, residuos sólidos o, incluso, partes de los equipos mecánicos y electrónicos que serán sustituidos.
- Orientar el entorno hacia un ambiente más sano, ya sea menos contaminante, más armónico o con menor huella.
- Fortalecer la calidad del Capital Humano, con capacitación formal y para el trabajo, pero también en la cultura de la organización y en un concepto no por todos aplicado: La responsabilidad Social Empresarial.
- Promover la creación de asociaciones, fundaciones y grupos de voluntarios. Aún cuando se ha visto con suspicacia este tipo de actos por servir para otros fines diferentes al apoyo, solidaridad y altruismo, se ha comprobado que pueden funcionar como un efectivo gestor de apoyo a la comunidad.
- Trabajar en el proceso de sucesión de mandos medios y directivos, siempre ha sido una necesidad y exigencia, pero ahora debe incluirse un nuevo capítulo en esta aventura: La gestión de riesgos.
- La idiosincrasia del trabajador turístico y las características propias de la industria y estacionalidad generan una idea bipolar de “vacas flacas” y “vacas gordas” donde la segunda sirve para subsanar todas las carencias de la primera. Es el momento para que la empresa turística genere una filosofía de ahorro y administración de recursos entre sus colaboradores. Ahorro, eficiencia de gasto y planificación financiera son temas para considerar.
- Crear redes sinérgicas entre los sectores primario y terciario: productores agrícolas y pecuarios y las empresas turísticas, para crear canales de proveeduría interna efectivos y funcionales.
- Relacionada con el anterior, invertir en proyectos de riesgo compartido, en un esquema ganar – ganar y así, en caso de otra crisis – mayor o menor – tener la solidez de operar en un esquema de pequeñas células empresariales en beneficio de la comunidad.
- Oferta para turismo local + mercado interno: Recuperación paulatina pero constante. Las temporadas altas son deseables: Ocupación del 100 %, sin lugares disponibles, agendas llenas, vuelos saturados… una realidad pasada que tal vez no se vea pronto. Por ello hay que pensar en atender las necesidades de ocio, diversión, descanso y libertad que necesitamos todos, después de dos o tres meses de encierro, y de no gastar más que en lo necesario aun cuando, sin duda alguna, viajar o “pasear” sea una necesidad imperativa.
La “nueva normalidad”, que yo prefiero denominar una “nueva realidad”, requiere cambios inmediatos en nuestras estructuras de pensamiento y operación. Una evolución rápida y, seguramente, dolorosa, pero en circunstancias radicales como estas, es lo que puede garantizar la supervivencia de la empresa, del colaborador, y del sector en un mundo pos-pandemia.
Se ha criticado el carácter voraz del modelo de negocios turístico actual. Este es un momenta para sobrevivir, pero también para transformar lo que no aporta a un turismo responsable y sostenible.
Y para cerrar, escojan uno de los muchos refranes mexicanos que existen: “A río revuelto, ganancia de pescadores” o ¿prefieren “camarón que se duerme se lo lleva la corriente”?