“Desaparecen Pueblos Mágicos”

Todo mexicano que se respete cree fervientemente que el terruño que lo vio nacer o crecer sin lugar a dudas merece la denominación oficial de pueblo mágico, debido a todo lo que el lugar de origen representa en nuestro imaginario personal y definitivamente tendríamos argumentos sólidos para exponerlo con claridad, máxime si el turismo ya ha tomado parte de nosotros.

La magia que representa México para el mundo y la historia de la humanidad ha sido ampliamente documentada por grandes exponentes de las disciplinas más diversas; en lo personal, tras veinte años de viajes por gran parte de la república mexicana, he llegado a la conclusión que la magia que representa a México se escucha, se huele, se saborea, es evidente, es una sensación que reconoces cuando la experimentas… Sólo en México… en todo México.

Tras este idílico contexto, debo reconocer que fue una decepción para mí el uso de la denominación Pueblos Mágicos tras leer en 2001 el programa federal homónimo que en mi perspectiva fue creado con un espíritu directamente vinculado al desarrollo urbano y la obra pública; con el plus de ser embellecido con conceptos turísticos, pero sin manifestar el poder del concepto Pueblo Mágico ahora oficializado (su posterior operación así lo confirmaría).

Pueblo Mágico «Todos Santos».

Prácticamente cualquier localidad pudo participar con un buen desarrollo conceptual y un padrino político que promoviera la iniciativa, en algunos casos sólo con el político fue suficiente.

Del programa, si bien reconozco fomentaba los atributos turísticos propios de las localidades, no encontré elementos que no me condujeran a una devaluación del concepto debido a su probable masificación ni que contuviera la normalización de las prácticas que lo convirtieran en un botín político.

Esto es algo singular porque a pesar de mi opinión, el distintivo Pueblos Mágicos fue muy bien recibido y aceptado por los mercados turísticos: principalmente el domestico como los indicadores y la realidad lo demuestran tangiblemente. El programa bien podría considerarse un rotundo éxito después de prácticamente 17 años de operación donde la lista de pueblos mágicos creció hasta numerar 121 y cerró en 2018 (al parecer), erogando durante este periodo una nada despreciable cantidad cercana a los cuatro mil millones de pesos.

Parroquia de Santa María Iglesia, iglesia principal de Amealco.

Reconozco que todos estos lugares cumplieron en tiempo y forma con las reglas de operación, que cuentan con los atributos para ostentar tal denominación y desde luego merecen que la partida presupuestaria, sin embargo, reitero que a mi consideración el elemento turístico no era el rey en este programa, sino los contratos principalmente constructivos emanados de éste, por lo que cuando leí en días pasados la confirmación de la eliminación del programa Pueblos Mágicos como tal, tras suprimirse el concepto dentro del presupuesto federal para 2019, no pude suprimir en mi persona un cierto sentido de aprobación por la medida tomada, no obstante, hoy considero oportuno permitirme emitir la siguiente recomendación al gobierno federal ante la zozobra y el desconcierto que acude a los municipios participantes y aspirantes:

Dadas las circunstancias de éxito, el programa debe retomarse a la brevedad, no sin antes enriquecerlo ahora con conceptos de transparencia y anticorrupción que no permitan que se convierta en “un obsequio” (Miguel Torruco* dixit) entre políticos.

El programa debe ser operado ahora por otra dependencia como por ejemplo la Secretaria de Comunicaciones y Transportes u otra que además pueda ejercer estrategias transversales con la Secretaria de Turismo para así mantener y continuar con los beneficios alcanzados en la materia.

De ninguna manera debe caer en desuso el concepto de Pueblo Mágico, por el contrario, debe ser rescatado por la entidad gubernamental que pueda y sepa explotar el potencial de este poderoso concepto bajo otros parámetros, visión y sobre todo con otra mística que sí exponga la magia de nuestro país y nuestros pueblos.

Tal vez mi dilema con respecto a este exitoso programa tiene un origen lingüístico o semántico puesto que nunca vi ninguna magia en el programa Pueblos Mágicos, y en nuestro país lo que sobra es magia, pero debemos encontrar la manera de mostrarla al mundo de manera contundente.

Bibliografía

Omar Alberto Rodríguez López: Soy un profesional de la calidad y un apasionado del turismo que mantengo la firme decisión de contribuir con el bienestar de México. "Hasta que lo bueno sea mejor y lo mejor excelente."
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