“Tú eres el más elegante, el mejor puente colgante “, le reconocía al Puente de Portugalete, la letra de una popular “bilbainada”. Se olvida la canción añadir que se trata del Puente transbordador más antiguo del mundo, construido en 1893 y declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Dinamitado durante la guerra civil que terminó dos días después, hubo que reconstruir el tablero sobre el que se desplaza la barquilla, de las que desde su edificación se han instalado 5 para el traslado de vehículos y personas. Al igual que el resto de puentes levantados en la época, se trata de un puente con altura suficiente para permitir el tráfico fluvial.
El resto de plataformas sobre la ría dirección Bilbao tenían las mismas características o bien eran elevadizos. Construido para sustituir el pasaje en barca subsiste y convive con ellas, de hecho, la peculiaridad de los botes lo han convertido en una atracción turística, pese a llevar más de 200 años transportando a gente entre Portugalete y Las Arenas.
Otra “bilbainada”, quizá de las más conocidas, canta “…Desde Santurce a Bilbao, vengo por toda la orilla….”. Entre uno y otro punto hay unos 15 km que las sardineras recorrían diariamente a pie para que la mercancía estuviera temprano en el mercado. Ese largo trayecto se redujo considerablemente con la llegada del tren a Portugalete, la localidad jarrillera, en diciembre de 1926. La infraestructura, para la que se diseñó un magnífico edificio conocido como La Canilla y hoy transformado en oficina de turismo, se había convertido en necesaria por el incesante desarrollo industrial y las expectativas generadas con la creación del Puerto de Bilbao.
A apenas 500 metros se encuentra Rialia, el museo de la industria que ayuda a entender el pasado y desde cuyo edificio se atisban los vestigios, aún en pie y algunos en funcionamiento, de ese ayer en el que la reconversión primero y la crisis después ha dejado una importante cicatriz.
Por las aguas de esta ría y cruzando el Puente Colgante siguen navegando las traineras, que ya no se dedican a la pesca sino que se han transformado en embarcaciones de competición y juego, desde hace años no ya en exclusiva para hombres. El Club de remo San Nicolás, del que existen documentos que confirman su existencia en 1892, tiene sus instalaciones en los bajos de Rialia donde entrenan a diario jóvenes y adultos que navegan por aguas hoy recuperadas pero que la industria degradó hasta límites indescriptibles.
La historia de Portugalete empezó en 1322 cuando María Diez de Haro, “La Buena”, fundó la villa cuya economía dinamizó la industrialización en el siglo XIX. La burguesía, por otras razones, se había fijado en ella años antes y levantó sus palacetes cerca de la playa y del balneario, ganándose una merecida reputación de villa veraniega en la que se congregaban, en verano, muchos forasteros.
Siglos después, el pequeño Casco Viejo de Portugalete, compuesto por 3 calles y una muralla que confirman su pasado medieval, constituye, junto con el Puente Colgante, el conjunto histórico artístico más visitado.
No quedan ya viñedos que produzcan txakolí en la zona y poco resta de la muralla portugaluja con 3 entradas. Sin embargo, rincones y plazas con solera como la de la Ranchería, en recuerdo al rancho que se servía a los soldados, se moldean a lo largo de las 3 empinadas y empedradas calles que formaron la antigua villa medieval: Coscojales, Víctor Chávarri y Santa María. Subir o bajar por ellas permite observar la casa natal de Chávarri, el Palacio barroco de la naviera familia Sota, el renacentista de la familia Salazar, su Casa Torre o la Basílica de Santa María, además de paradas en las numerosas tabernas y restaurantes.
El Hotel Puente Colgante Boutique es lugar perfecto desde el que ver el Puente de Bizkaia (o Puente Colgante) cada amanecer y atardecer desde una de sus terrazas, como a buen seguro lo hicieron en su día Alfonso XIII y la Emperatriz Zita de Borbón-Parma.
El edificio, una mansión, fue la casa en la que el marino, empresario y político Manuel Calvo quiso establecer su residencia a su regreso de la Habana, a donde llegó con 14 años como emigrante pobre y donde hizo fortuna con el cultivo de la caña de azúcar a mediados del siglo XIX. Regresó a Portugalete siendo ya octogenario y con la determinación clara de que a su muerte, su casa se convirtiera en un hotel que con sus beneficios repartiera raciones de pan y olla entre los menesterosos. Desde principios del siglo pasado la mansión es, como él quería, un hotel que en 2019 ha acometido una gran reforma para seguir ejerciendo la hospitalidad y compartiendo la vida social de la villa.
La renovación integral del edificio, que se define ahora como hotel boutique con 74 habitaciones, rinde homenaje a Calvo y apuesta por llegar a un público selecto e internacional, lo que queda ya de manifiesto en el hall, con aire habanero. La cafetería del hotel, retoma el ambiente cubano no sólo con su decoración o el nombre, El Paladar de La Habana, sino en el menú que incorpora ciertos toques cubanos. Estamos en un gastro-bar con una original carta de raciones que combinan sabores contemporáneos, vascos y cubanos.
La experiencia eno-gastronómica del hotel se amplía con el nuevo cocktail-lounge, el Cromwell, que recupera el nombre de un icónico bar portugalujo y donde se ofrecen cócteles acompañados de música en un entorno distendido y ambiente inglés. En ese interés por ejercer la hospitalidad y mostrar al visitante lo mejor de la villa, incluido su mar, hace que en PCBH nada quede al azar y ofrecen “Marmitako Sailing” , un nuevo concepto de ocio que aúna mar y la gastronomía a ritmo de buena música a bordo de un velero. En tierra firme, sobre la que se asienta el hotel, se pueden realizar catas de cervezas o degustar café Baque, café tostado en Bizkaia, mientras se aprende el arte de realizar dibujos con la crema que los corona.
En definitiva, el ritmo del hotel se acompasa a la vida de la ciudad, que es intensa.