¡No por siempre en la tierra, solo breve tiempo aquí! -Nezahualcóyotl
Ya se logra percibir el olor a cempasúchil, la vista se deleita con el colorido espectáculo visual del papel picado, la vendimia de veladoras e inciensos está presente en cada esquina y la felicidad de las familias crece día a día cada vez que se acerca más la visita anual de quienes ya se han ido.
“¡Estamos de fiesta!” es lo que advierten los familiares que se preparan con antelación para poder ser los mejores anfitriones para el viaje temporal que tienen quienes ya no están y que se hacen presentes durante una de las ya famosas fiestas tradicionales que el mundo mesoamericano nos ha regalado hasta nuestros días. El sincretismo que enmarca a las internacionalmente reconocidas festividades del Día de Muertos presentes en todo el territorio nacional vistas desde un encuadre de misticismo y religiosidad, nos llevan a elegir entre más de un destino con la idea de ser partícipes de estas tradiciones paganas y canónicas que abren sus puertas al mundo exterior, invitando a todos para recibir a quienes se han adelantado en el camino a la eternidad.
Encontramos pues, diversas formas de manifestación que van desde ofrendas tradicionales nacidas a partir de la transculturación con elementos propios de cada región: desde los platillos, bebidas, juguetes, fotografías, entre otras cosas de quienes en vida ocuparon un lugar importante en cada familia, distribuidos todos entre tantos niveles como les permiten sus tradiciones en cada localidad, los cuales representan las veces que el alma llega a este plano preparándose en cada una de éstas para llegar a la eternidad; pero también podemos participar en la vigilia de acompañamiento en el camposanto iluminado con un sinfín de veladoras símbolo de la luz y la esperanza para guiar a las ánimas en un buen regreso a sus hogares, postradas sobre el lugar del eterno descanso, el cual inmerso en estas fechas, se adorna con la vistosidad del tradicional color naranja de las flores distintivas de esta época, esparcidas de manera cautelosa sobre su propia superficie como si el recibimiento fuera calificado por quienes regresan a visitar y encontraran la fotografía de cómo eran físicamente en vida, enmarcada en un retablo o arco tan grande como las ganas de sus familiares de dar a conocer a propios, turistas y visitantes y con emociones encontradas, la forma en que partieron de este plano terrenal orgullosos de mostrar la alegría con que los reciben cada temporada tanto en regiones como Pátzcuaro, Tzin Tzun Tzan y Mixquic, como entre otros tantos lugares que esperan para compartir estas tradiciones con quienes visiten con respeto y admiración sus camposantos.
No podemos olvidar también, dentro de esta alegoría temporal, aquellas expresiones sincréticas como calaveritas y alfeñiques de chocolate o azúcar, además de pan oaxaqueño formando la figura del cuerpo humano, así como papel maché, eludiendo las formas del familiar finado, colocados cada uno de estos elementos dentro de la estructura de la ofrenda haciendo, además de una tradición arraigada por todo el territorio nacional, una buena oportunidad para visitar cada una de las zonas en donde dicha festividad se convierte en arte en toda la expresión de la palabra y en donde el festejo a la muerte se siente más vivo que cualquier expresión cultural, siendo éstas algunas razones para que la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura Organismo especializado de la Organización de las Naciones Unidas -ONU-) declarara en Noviembre de 2003, Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad, el Día de Muertos en México, motivo suficiente para hacer turismo en estas fechas y así descubrir un poco de la cosmovisión de los antepasados en su recorrido hacia el mictlán.