Caminar por el paseo Montejo de Mérida provoca a quien lo visita sorpresa y hasta extrañeza pues toda la atención se centra en las mansiones de estilo francés que mandaron a construir los antiguos hacendados que sentían nostalgia por París. Este “Paseo de Montejo” es una de las historias vinculadas a un símbolo de arraigada connotación cultural en Yucatán. Y es que alrededor de la ciudad de Mérida, el paisaje uniforme de selva baja está interrumpido aquí y allá por altas chimeneas rojizas, éstas indican la presencia de antiguas haciendas que conservan vestigios de una industria y del tipo de vida que en ellas se llevó.
¿Has escuchado hablar del henequén de Yucatán?
Dice la leyenda que Zamná, deidad del conocimiento maya, salió un día al campo en busca de hierbas medicinales, y que sin darse cuenta se pinchó la mano con una espina de la planta de henequén. Uno de sus acompañantes golpeó la planta, como si quisiera castigarla por la ofensa hecha a su señor, lo que desprendió la penca e hizo surgir un haz de blancas fibras de su interior. Así, dijo Zamná, la vida y el bien nacen del dolor, y por esa espina fue revelada la existencia de una planta que sería de gran utilidad y habría de cultivarse con esmero desde entonces en Yucatán.
El henequén viene del agave, de una especie de cactus, de aspecto parecido a una yuca verde. Otras variedades de agave se utilizan para hacer el tequila. Los antiguos mayas llamaron sosquil a la fibra extraída de esta planta, que empleaban para elaborar gran variedad de objetos de uso cotidiano, como cordeles, sogas, mecapales, bolsas o sabucanes.
Hacia mediados del siglo XIX fue cuando se intensificó el cultivo del henequén en Yucatán mediante las haciendas que comenzaron a usar grandes extensiones de tierra, particularmente en el norte de la península de Yucatán donde es más favorable el cultivo de esta planta vernácula, aprovechando el excedente de mano de obra campesina, los trabajadores mayas, que fueron uno de los pilares fundamentales de esta agroindustria.
El henequén fue muy bueno para unos y nefasto para otros, dependiendo del rol desde el que se mire, pues el henequén ayudó a los hacendados a amasar grandes fortunas, por lo que se le denominó «Oro verde» (nombre que recibió durante el siglo XIX a causa de la gran derrama económica que generó durante su auge como principal fuente de fibras textiles), ya que el estado producía el 90% de las sogas y bolsas usadas en el mundo, dando como resultado la opulencia de los dueños de las haciendas aunque esto significó un sistema de explotación de la mano indígena pues los mayas vivieron condiciones paupérrimas que los mantuvieron en condición de esclavos.
Sin embargo, al igual que la plata que se extraía de las montañas de México, el valor del henequén decayó durante la primera guerra mundial, y nunca volvió a recuperar la popularidad que anteriormente gozaba. El advenimiento de las fibras sintéticas y el cultivo de la planta en Brasil, Madagascar, Tanzania y Manila, contribuyeron enormemente al decaimiento de esta industria en Yucatán.
Sin embargo, el conocimiento de esta planta y su uso ha perdurado en el tiempo. No hay comunidad yucateca, por pequeña que sea, en la que no haya alguna persona dispuesta a mostrar cómo se corcha para hacer una soga, un sabucán o una hamaca.
Hoy en día, cuando recorremos Yucatán, las altas chimeneas de piedra de las viejas haciendas henequeneras nos sirven de faros y nos guían hasta sus cascos, donde podemos contemplar la arquitectura amplia y sólida de sus edificios, con sus corredores, ventanales, salones y pasillos, sus pequeñas y coloridas capillas, sus enormes dominios y sus majestuosos portones. Visitándolas, resulta fácil viajar al pasado y evocar los días en que las haciendas fueron el centro de un imperio, y en sus salas de máquinas las desfibradoras no paraban de trabajar.
Por eso no resulta difícil entender que la presencia del henequén vinculada con la historia de la hacienda yucateca haya retomando el esplendor de antaño gracias a un segmento del Turismo que llega al estado buscando vivir de cerca dos experiencias:
- Una, hospedándose en cascos henequeneros al más puro estilo del antiguo y opulento hacendado yucateco pues están siendo ofertados como sofisticados hoteles boutique (Muchas de ellas además de ser lujosos refugios de descanso, son puntos de partida para explorar rutas que combinan arqueología y naturaleza).
- Y la segunda, teniendo contacto con personas locales encargadas de mostrar el trabajo que implicaba el cultivo de henequén o bien la forma artesanal que èste adopta gracias a las hábiles manos del indígena maya.
Esta es entonces, una de las facetas que la oferta turística de Yucatán ofrece actualmente, y cuando veas la refinada arquitectura de Paseo de Montejo o alguna de las majestuosas haciendas, recuerda el henequén que hizo de Yucatán, un destino con historias envueltas en fibras.