Existe un término en francés que ha trascendido las fronteras de este idioma por su practicidad para expresar una noción un tanto abstracta: savoir-faire. Estos dos verbos (saber + hacer) indican no sólo que se sabe hacer algo, sino que se posee un cierto nivel de dominio técnico intelectual en cuanto a cierta tarea, y que se controla muy bien cada una de las etapas para realizarla.
Cuando hablamos además de savoir-faire local, quiere decir que esta pericia al realizar cierta actividad tiene un cierto tipo de sello geográfico. Por ejemplo, podemos pensar en una comunidad que desde hace generaciones se dedica al soplado de vidrio. Los jóvenes artesanos formados en esta comunidad poseerán sin duda un savoir-faire local ideal para la realizar trabajos manuales de excelencia técnica y belleza espectacular.
Cuando hablamos de personas que nos dedicamos al turismo, evidentemente hay un savoir-faire involucrado en nuestro trabajo cotidiano. No por nada hay muchísimas formas de adquirir una preparación académica para desempeñar muchos de los trabajos del sector.
¿Pero podemos hablar de un carácter local a esta pericia particular que requiere el trabajo en el sector turístico? La hipótesis que trabajaremos a continuación es que sí. ¿Cómo? Poniendo en primer plano el conocimiento local, es decir, un profundo amor y pasión aunados a un auténtico saber que toque a cada elemento cultural de la ciudad o región en que vivimos y trabajamos.
La hipótesis que estamos trabajando indica que una persona que no siente una verdadera pasión que se manifiesta como conocimiento de la ciudad en la que vive, no puede tener un trabajo exitoso (y no sólo en términos monetarios), en el área del turismo.
Esta afirmación no implica para nada que una persona que se dedique al turismo deba forzosamente ser autóctona de la ciudad en la que trabaja, pero sí que debe estar embebida de información y de conocimiento de primera mano de los recorridos famosos y de los rincones casi desconocidos de su ciudad. Sin esta pasión aunada a un descubrimiento real y convertible en información a proporcionar a viajeros, visitantes y turistas, no puede haber una auténtica sinergia entre los turistas y nosotros, quienes trabajamos del otro lado del mostrador.
Y esta sinergia compartida es importantísima para lograr mantener un equilibrio en el entorno natural y cultural de cada región del mundo que atrae el flujo de viajeros y turistas venidos de otras latitudes. Cuando amas algo, lo respetas e intentas que su esencia se mantenga. Esta especie de máxima funciona igualmente para un sitio que atrae al turismo. Pongamos por ejemplo la ciudad de Barcelona. Su nombre es conocido en todo el mundo y tiene mil atractivos diferentes para todo tipo de visitantes. Pero los habitantes de la ciudad en ocasiones se sienten amenazados por este flujo desbordado de visitantes y hay una cierta confrontación entre dos grupos de personas que pueden beneficiarse enormemente de su relación mutua. Hay muchas noticias de cómo los habitantes de la Ciudad Condal se han opuesto a la presencia masiva de apartamentos turísticos… ¿es normal esta contraposición entre turistas y habitantes?
Como puente entre los habitantes de una ciudad, estamos quienes trabajamos en el área del turismo. Y la mejor forma de mantener bien aceitada esta relación es con pasión por el sitio en que estamos. Sólo así podemos cuidarlo, nutrirlo y a la vez representarlo con palabras y trabajo, mostrarlo, casi “presumirlo” y enseñar a personas que sólo están de paso, cómo disfrutar nuestra ciudad sin dañar el equilibrio natural y social.
A la pregunta inicial de este artículo de si es posible que un savoir-faire local se muestre como atributo infaltable de las personas que eligen como profesión alguna del sector turístico, pues es la mejor forma de implicar a todos los actores sociales con el cuidado de cada una de las hermosas regiones turísticas que nuestro planeta tiene para ofrecer.
Escrito por Carla Martínez// Twitter: @carlapazmtz
