Daré cuenta de un hecho relevante en lo referente a las externalidades negativas entre destinos y cómo estas influyen en las decisiones que toman los turistas.
En mi querida Argentina, en provincias del centro del país como Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe y en Rosario, ciudad en la que vivo, sufrimos desde 2019 un indignante caso que afecta a la salud íntegra de toda persona que se encuentre en la ciudad. Comunidad local y turistas son perjudicados por la poca visibilidad que genera el humo y por los problemas respiratorios que la inhalación de toxinas y gases causa, creando enfermedades nuevas y poniendo en una situación delicada a personas asmáticas.
Las quemas son producidas en el delta de río Paraná: más de 8000 focos de incendios fueron detectados en total, aproximándose a la cifra de 100 000 hectáreas desde el norte de la ciudad de Santa Fe hasta San Fernando, en la provincia de Buenos Aires.
Más de 200 agrupaciones socio-ambientales insisten con aprobar y poner en valor dentro de la agenda política y gubernamental la tan aclamada y esperada Ley de Humedales. Pero ya son numerosas las oportunidades en que la clase dirigencial promete soluciones o promete tratar esta ley en los respectivos congresos provinciales y por un evidente conflicto de intereses, las quemas se siguen produciendo y la ley se sigue postergando. Evidentemente, el poder de negociación y lobby político del sector agrario entrerriano es un palo en la rueda por el que han tropezado cuatro gobiernos de tres signos políticos distintos en la ciudad de Rosario y provincia de Santa Fe, y ninguno ha logrado solucionar el problema.
Los primeros en manifestarse y hacer eco de reclamos son los propios habitantes rosarinos y de localidades cercanas. Pero esto no solo afecta a la comunidad local, también el turista se ve altamente perjudicado. Los espacios turísticos que la ciudad ofrece son dañados en gran medida y la actividad en sí se ve altamente afectada.
En un período de prueba como recepcionista del Hotel Howard Johnson Rosario, de julio a septiembre de 2022, me encontraba ante la llegada de turistas de Argentina, de países limítrofes y alguno que otro visitante intercontinental. Teniendo en cuenta que la estadía promedio aquí es de 2 o 3 días, ofrecer el destino en el momento en que se está produciendo una quema es deteriorar la oferta turística rosarina, arruinando por completo la experiencia que el visitante vive y dando una mala imagen que difícilmente se pueda torcer luego de una primera visita.
Lamentándome por ello, no recomendaría visitar la costanera rosarina o los espacios verdes en los días de mayor quema de humedales. Una familia con niños infantes o un grupo de adultos de tercera edad, por dar un ejemplo, conforman grupos de riesgo ante las toxinas y gases perjudiciales para su salud. Estos se ven prácticamente obligados a visitar espacios cerrados, museos o shoppings y reducir la exposición al humo lo máximo posible.
Como resultado de la difícil situación, los trabajadores y prestadores de servicios del turismo nos vemos contra las cuerdas: por un lado, expuestos por la ineficiencia o abandono en cuanto a la gestión del destino (Rosario) tanto por parte del sector público como privado, y por otro lado, faltos de soluciones positivas que satisfagan a un visitante, a un potencial consumidor interesado en dinamizar económica, social y culturalmente la actividad.
Cuidar la imagen que ofrece un destino turístico es primordial en el proceso de generación de experiencias que atraviesa un visitante a lo largo de su viaje. Los hitos negativos o las ilusiones frustradas afectan gravemente el imaginario que el turista construye de cada destino que identifica, construcción para la cual no hay segundas oportunidades y que difícilmente sea reconfigurada en el futuro.
En síntesis, ante una externalidad negativa evidente entre distintas provincias argentinas y entre distintos actores privados (sector rural entrerriano y prestadores de servicios turísticos rosarinos), son los organismos públicos los encargados de llevar a cabo la coordinación de actores y la planificación de las actividades. Deben tener, entonces, un rol sumamente activo y brindar soluciones viables tanto para la oferta como para la demanda turística.