Desde hace un poco más de tres años, el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (SINAC) y la organización comunal Aguas Eternas se unieron para gestionar el Parque Nacional Chirripó, área turística que comprende el Cerro más alto de Costa Rica, el prestigioso páramo y sus alrededores. De esta manera no sólo se cuida el factor ambiental, sino que los ingresos económicos quedan en la Comunidad.
El Consorcio Aguas Eternas está conformado por tres Asociaciones comunales: Asociación de Desarrollo Integral de San Gerardo (ADI), Asociación de Arrieros, Guías y Porteadores y la Cámara de Turismo de San Gerardo. La Alianza surgió cuando el SINAC decidió licitar los servicios no esenciales dentro del Parque debido a la falta de Recursos Humanos. Después de un largo proceso y en su tercer intento, Aguas Eternas logra la concesión de los servicios de alojamiento, alimentación, traslado de equipaje, alquiler de equipos y tienda de la naturaleza.
Este caso de co-administración entre SINAC y Asociaciones de la Comunidad es pionero a nivel nacional y ejemplo a nivel internacional. No hace falta nombrar la cantidad de ejemplos de Parque Nacionales que le abren la puerta a multinacionales para que dañen los ecosistemas y agreguen ceros a sus cuentas bancarias empobreciendo a la comunidad local.
El Consorcio Aguas Eternas debe pagarle un canon de sus ingresos al SINAC. Esto es un monto fijo por persona que se aloja dentro del parque por noche, y el 5% de todos los otros ingresos (alimentación, traslado de equipaje y tienda). Luego, lo que resta de las ganancias son repartidas en igual porcentaje entre las tres asociaciones. Además, quienes trabajan en estos servicios son de la comunidad de San Gerardo y comunidades vecinas (La Herradura, Los Ángeles, Canaán, Chimirol y Rivas). Así como todos los insumos y materias primas necesarias se compran a productores locales.
El órgano máximo de la administración de servicios no esenciales es la Junta Administrativa del consorcio, conformada por representantes de las tres asociaciones. Una de las falencias de esta junta, evidenciada por vecinos y reconocida por uno de sus integrantes, es la falta de participación que tienen el resto de los afiliados y la comunidad en su conjunto en la toma de decisiones.
Por otro lado, quienes no son afiliados a ninguna de las tres asociaciones, en su mayoría no evidencian un beneficio directo para sus vidas. Y aquí aparece otro factor en el que el consorcio deberá mejorar para hacer aún más visible la buena tarea que está realizando. El tema es que cada asociación ha invertido su parte de los ingresos en proyectos que los benefician más a ellos que a la comunidad toda. La Cámara de Turismo creó su página web, imprimió folletos e instaló cartelería turística, la Asociación de Arrieros mejora la infraestructura dentro del Parque y la ADI, tal vez la más generosa, compró un terreno que utilizará como estacionamiento. Si bien todas representan, en cierto grado, un avance para la comunidad, sería bueno que se invirtiera en necesidades más globales que tengan todas y todos los residentes. Para ello se les debería consultar y entonces, de esta forma, si notará la comunidad en su conjunto (no sólo afiliados) que están siendo beneficiadas y como consecuencia se sentirán un poco dueños y dueñas del Parque Nacional Chirripó, cosa que por ahora no se ha logrado.
Sin embargo, sería un error no reconocer lo valioso que resulta que tres asociaciones de la comunidad local, 230 aproximadamente de los 350 habitantes, logren unirse y administrar con altos niveles de calidad varios servicios dentro de un Parque Nacional. El desarrollo sostenible es un proceso largo y muy difícil, sería una locura pensar que algún caso de gestión comunitaria sea perfecto en poco tiempo. Aún con deficiencias y errores será mejor que un sistema de gestión turística injusto, extractivista y depredador.
El camino correcto siempre es el más duro, debemos aplaudir y felicitar a quienes se animen a andarlo. San Gerardo de Rivas y el Parque Nacional Chirripó, en compañía de las comunidades La Herradura, Los Ángeles, Chimirol, Canaán y Rivas, han tenido la valentía de caminar este sendero que los lleva a lo más alto del país, que a veces tiene demasiado barro, pero en el cual se avanza dignamente y con la frente en alto.