En la sociedad acelerada en la que vivimos, la aculturación voluntaria está a la orden del día; el sujeto común adquiere modismos de todos los tipos tan fácilmente que parece una disputa por ver quién se desprende más rápido de su identidad.
Hace unos días, junto a mi familia, caminábamos en la playa La Tiñosa (al sur de Manta, Ecuador). Justo ahí donde terminan las olas, encontré varios restos arqueológicos (ver figura 1), “tiestos”, como comúnmente les llamamos, seguramente Manteños por las características como colores (negro pulido), además de la ubicación de la playa. Probablemente para muchos pasaron desapercibidos, pero para el ojo un poco adiestrado de quien escribe, se generó un interés particular.


Figura 1: Tiestos encontrados en playa La Tiñosa.
Sabía que esta zona fue poblada por la sociedad Manteña allá por el 500 d.C. al 1500 d.C. (aprox.), lo que no sabía es que a la vista de todos es fácil apreciar espacios que posiblemente fueron utilizados como basurales (depósitos de restos de concha, vasijas rotas, espinas de pescado, lajas, entre otros elementos) (ver figura 2); tan solo ver estos amplios espacios a filo de playa ayuda a concebir la dimensión organizativa de esta sociedad. Tiempo atrás también pude apreciar a las orillas de esta hermosa playa los famosos corrales marinos (ver figura 3); ahora sabemos que este método de pesca pasiva en forma de medialuna a orillas de la playa no fue exclusivo del sitio Ligüiqui. Para una comprensión mayor sobre los corrales marinos, sugiero leer el trabajo titulado “Ligüiqui, potencial destino de turismo comunitario arqueológico en Manta-Ecuador”. Claramente, existió en el lugar una sociedad organizada que aprovechó los recursos de tierra como de mar para su subsistencia, aspectos que muy pocos visitantes e incluso locales conocen.



Figura 3: Corrales marinos de playa La Tiñosa.
Aunque nuestra cultura está ahí, viva, presente y latente a la espera de que nos apropiemos de ella, es más fácil convertir este lugar en nuevos basurales (ver figura 4), llenos de botellas, vasos plásticos, tarrinas, fundas, latas y todo aquello que el ser humano pueda llevar a la playa, esto, ante el ojo cómplice y quemeimportista de los bañistas.

Quizá es necesario hacer un mea culpa: los investigadores y todo el entramado académico y político deberíamos generar mayor interés por estos espacios patrimoniales. Ojalá este sea un somero comienzo, no para concientizar, porque tal acción es dependiente de cada sujeto, pero sí una exhortación a respetar la cultura que debería identificarnos, además del cuidado de los recursos naturales como la playa y la imagen del destino.
Mucho se podría hacer dándole una oportunidad al turismo cultural y al arqueoturismo, con una propuesta de turismo seria, en la que se valore y respete el patrimonio cultural y, por otro lado, se presente una opción laboral a los locales. Es impresionante la cantidad de restos arqueológicos (ver figura 5) que se encuentran a vista y paciencia de todos; sin embargo, no existen estudios serios para la preservación de estos.


Figura 5: Lajas de material pétreo utilizadas como cuchillos junto a restos de vasijas de cerámica.
Manta está a tiempo de que estos espacios no se pierdan; la experiencia previa dice que el turismo estrictamente de sol y playa tiende a la destrucción, por las mismas características de esta modalidad, con turistas que no tienen intereses muy específicos (para sus vacaciones o tiempo de ocio). Con visión y compromiso institucional, La Tiñosa podría ser un modelo turístico de “playa y cultura”; resulta interesante una oferta que conjugue ambos elementos.
A las autoridades, políticos, académicos, colectivos sociales, etc., lo he venido diciendo hace tiempo: el verdadero potencial turístico de Manta está mirando hacia el sur, en su expresión cultural, patrimonio e identidad milenaria, aunque moribunda por nuestra irresponsabilidad, esperando ser redescubierta para ocupar el curul que le corresponde.