Suecia es uno de los países más concienciados del mundo en la defensa del medioambiente, y cualquier iniciativa para reducir su huella de carbono es muy aplaudida.
La ola de calor sufrida por Suecia en julio de 2018, considerado el más caluroso de su historia ha podido ser, según varios expertos, el impulso del movimiento Flygskam, que significa literalmente <<la vergüenza de volar>>.
Este movimiento fomentado por el deportista olímpico sueco Bjorn Ferry y secundada por la madre de la joven activista Greta Thurbergs, una reconocida cantante de ópera, está siendo seguida por un número cada vez mayor de suecos y se está extendiendo con rapidez a otros países.
Flygskam urge a los viajeros a reducir sus viajes en avión y elegir otros medios de transporte alternativos principalmente el tren, menos contaminante y más sostenible.
Según los datos de la Agencia Europea Ambiental “EEA” un avión de 88 pasajeros contamina 285 gramos de dióxido de carbono (CO2) por km., mientras que un tren de 150 pasajeros emite 14 gramos, es decir, 20 veces menos que el avión.
Una contaminación de gases de invernadero que se acentúa por la quema de combustible en altitud y la emisión de óxido nitroso (NO2) y vapor de agua.
Aunque no se sabe con exactitud cuántas personas siguen este movimiento, Rickard Gustafson, CEO de la línea aérea SAS, afirma que el tráfico aéreo en Suecia ha descendido en torno a un 4 % en 2019.
Al mismo tiempo, este dilema ético está favoreciendo un aumento importante en el tráfico ferroviario; duplicándose el número de suecos que eligen este medio de transporte menos contaminante, según Ferrocarriles Suecos SJ.
En paralelo al Flygskam ha surgido el movimiento Tagskryt <<orgullo de viajar en tren>> a través del hashtag los suecos suben fotos animando a elegir el tren frente al avión.
Mientras que el sector aéreo muestra preocupación por esta nueva tendencia, lo cierto es que las inversiones para reducir la huella de carbono no han sido tan rápidas como cabía esperar y el coste será muy elevado para las líneas aéreas.
Algunos países como Holanda y Bélgica ya han decidido reducir al mínimo la ruta aérea entre Ámsterdam y Bruselas en favor de tren y del medioambiente. En apenas dos horas se puede viajar entre ambas ciudades, sin necesidad de despegar aviones.
Otros gobiernos también están valorando medidas similares. Por ejemplo, la Alcaldesa de Barcelona ha propuesto reducir el puente aéreo entre Madrid y Barcelona y que el trayecto se haga en el tren de alta velocidad, con una duración aproximada de dos horas y media.
Mientras que Suecia está aumentando sus inversiones en la renovación de su flota y la construcción de nuevas y más modernas redes para hacer frente a la alta demanda, otros países ya están recuperando los trenes nocturnos e invirtiendo para mejorar su capacidad y abrir nuevas rutas como la que se pondrá en funcionamiento a partir de abril entre Ámsterdam y Londres con una duración de cuatro horas y nueve minutos y un precio desde 41 euros por trayecto.
No se trata de criminalizar al sector aéreo ni de alentar a que los pasajeros dejen de volar, sino de utilizar un transporte alternativo entre aquellos destinos que sea posible y exista esa posibilidad. Y si quieres seguir volando, existe un nuevo término para aquellos que vuelan y prefieren ocultarlo, Smygflyga o <<volar en secreto>>.