En el Perú, las municipalidades, sean provinciales o distritales, se rigen por su ley orgánica. En ella se determinó que son sus funciones en materia de turismo: fomentar el turismo sostenible y regular los servicios destinados a ese fin, en cooperación con las entidades competentes; regular el funcionamiento de la Policía de Tránsito, de Turismo y de Ecología; y, promover y controlar la calidad de los servicios turísticos.
En ese orden, los legisladores tradujeron las necesidades de todo visitante: ciudades limpias, seguras y hermosas.
En las municipalidades se concentran las autoridades más cercanas a las poblaciones, respondan a provinciales, distritales, villas, centros poblados, comunidades y caseríos. Por lo tanto, su buen accionar no solo beneficiará a los turistas, si no a la población en general. Y las poblaciones satisfechas serán capaces de brindar lo mejor de su cultura, hábitos, conocimientos, comidas, flora y fauna endémica, ritos y tantas otras cualidades que hacen únicos a cada lugar como únicos son sus habitantes.
El turismo sostenible es definido por la Organización Mundial del Turismo como “una vía hacia la gestión de todos los recursos de forma que puedan satisfacer las necesidades económicas, sociales y estéticas, respetando al mismo tiempo la integridad cultural, los procesos ecológicos esenciales, la diversidad biológica y los sistemas que sostienen la vida” (Entorno Turístico). En consecuencia, son las municipalidades las que deben disponer procesos y procedimientos administrativos que fomenten la prestación de servicios turísticos y no las desanimen con tanta traba burocrática. Pero, además, dedicar mucha vigilancia a aquellas actividades que incorporen actividades gastronómicas, toma de ayahuasca y otras bebidas espirituosas. Las municipalidades no pueden escapar de su responsabilidad de autorizar y vigilar las actividades desarrolladas por prestadores temporales o estacionales como aquellas que se instalan en playas, santuarios y otras vinculadas a misticismo y religiosidad. En ellas y en otras, las municipalidades deben establecer protocolos de obligatorio cumplimiento, capacitación, ordenamiento y, sobre todo, procedimientos graduales tanto en la obtención de los permisos como en las sanciones. Pero, además e infaliblemente, instalar baños suficientes a la proporcionalidad de los visitantes, con agua, jabón y demás. Pero también agua potable para la preparación de alimentos y equipamiento adecuado para la disposición de desechos orgánicos y no orgánicos, y sólidos y líquidos. No se debe olvidar además la debida señalización para una adecuada orientación y desarrollo de las actividades.
En cuanto a la seguridad, su mejor aliado es la Policía Nacional de Perú, la cual cuenta específicamente con una Dirección de Turismo y Protección del Ambiente encargada de planear, dirigir, ejecutar, supervisar y controlar las actividades policiales relacionadas con la protección del turismo y la ecología del país. Una división es la de Turismo, con la misión de planear, organizar, dirigir, controlar y supervisar las operaciones policiales de prevención e investigación de la comisión de infracciones administrativas, faltas y delitos como resultado de las actividades del turismo, brindando apoyo, orientación, seguridad y protección a los turistas y sus bienes, así como al patrimonio histórico-cultural, natural y turístico nacional. A ello pueden agregar los servicios de seguridad de sus unidades de serenazgo o grupos de apoyos organizados de la población para aunar esfuerzos en bien de la seguridad. La seguridad se incrementa con adecuada iluminación y señalización, principalmente por rutas turísticas, que incluyan recorridos a pie, a caballo, en bicicleta, motos, autos particulares o transportistas turísticos.
Respecto a la prestación de servicios turísticos, estas deben ser de altísima calidad, sin ninguna duda. Y sin los esfuerzos mancomunados de la entidad edil y los prestadores de servicios turísticos, los visitantes pueden estar expuestos a afectaciones de su salud y con ello, el mal recuerdo del lugar visitado. Hay la creencia que una buena experiencia es transmitida a una persona como mínimo, pero una mala, tranquilamente, puede superar la decena.
Finalmente, las municipalidades pueden generar ingresos directamente recaudados con los permisos y autorizaciones para cuanto prestador de servicios turísticos desee instalarse en su jurisdicción. Pero, y esto es más importante, los habitantes estarán dispuestos a pagar los arbitrios y otras tasas si habitan en ciudades que reciben cada día visitantes honorables, con calles sin baches, con jardines, con parques y lagos, con ciclovías, con malecones, puertos y tantas otras facilidades turísticas adecuadamente condicionadas.