En un espacio totalmente privado de los derechos humanos, el frío y el desamparo se unieron para dar lugar a una nueva historia: La cárcel del fin del mundo.
Para contextualizar a lectores ajenos a mi país, este sitio se ubica en Ushuaia, provincia de Tierra del fuego. A tan sólo 1000 km de la Antártida, la ciudad es considerada la más austral del planeta y por ello se ha ganado el sobrenombre de “el fin del mundo”.
Debido al duro contexto geográfico, una de las medidas que se tomaron para que la actual ciudad comience a poblarse fue la construcción de una cárcel. En ella, los reclusos trabajarían talando árboles y en diversas construcciones para los residentes. Así se originó uno de los sitios más crueles e inhumanos de la historia argentina.
La cárcel del Fin del Mundo, o también conocida como el Penal de Ushuaia, funcionó entre los años 1904 y 1947. No fueron los guardias ni el edificio, sino el aislamiento geográfico y las inhabitables condiciones climáticas las que dieron lugar a de una de las cárceles de mayor seguridad de Argentina.
Un tétrico edificio de cinco pabellones unificados en uno principal, 386 celdas, una cantidad máxima de 600 personas privadas de su libertad y 250 guardiacárceles compartieron lo más cercano al infierno que se conoció en el territorio.
Dos reclusos estuvieron en boca de todos: por un lado, Simón Radowitzky, un anarquista condenado a cadena perpetua por asesinar al jefe de policía Ramón Lorenzo Falcón en 1909. Simón, además, fue el único que logró escapar del penal: disfrazado de guardiacárcel salió por la puerta principal y se comenta que logró atravesar todo este infierno helado gracias a sus compañeros anarquistas quienes lo esperaron y trasladaron, aunque poco tiempo después fue detenido en Chile.
Por otro lado, el famoso Cayetano Santos Godino, o mejor conocido como “el petiso orejudo”, uno de los mayores sociópatas y el principal asesino en serie de la historia argentina. El primero de tantos crímenes de este hombre ocurrió cuando apenas tenía 7 años, para llegar a principio del siglo XX con el peso de cuatro muertes, siete intentos de homicidio y el incendio de siete edificios. En 1927 lo trasladaron al penal de Ushuaia y allí dentro fue violentamente maltratado, tanto por los policías como por los internos. Cayetano falleció en sombras de la cárcel, luego de una brutal golpiza que acabó con su vida en 1944.
El 21 de marzo de 1947 la cárcel fue cerrada por motivos humanitarios, siguiendo órdenes del presidente Juan Domingo Perón. Desde ese momento hasta 1994 se utilizó como base de operaciones para uso militar y, finalmente, desde 1996 funciona como el “Museo de Arte Marino Ushuaia”.
Actualmente el edificio se mantiene en pie y es un importante atractivo turístico. El sector principal está refaccionado para los visitantes; los diferentes pabellones están equipados con muestras de arte, actividades culturales, estatuas tamaño real representando reclusos o guardiacárceles, celdas acondicionadas e incluso una tienda de recuerdos. Se presenta como un sitio para visitar en familia, pero la historia que se encuentra cruzando la puerta, lejos está de ser una atracción familiar.
Luego de todo este circo acondicionado se encuentra la cruda realidad: una puerta de vidrio con un cartel nombrando al “Pabellón histórico” es lo que te da la bienvenida al lugar.
Frío insoportable, energías extrañas, miedo e incomodidad son algunas de las sensaciones que te abrazan al entrar allí. Se puede caminar libremente por el edificio, y, aunque hay zonas restringidas, la sensación de todo el sufrimiento que se vivió años atrás es la mayor de las barreras.
El aspecto intacto del lugar es lo que verdaderamente asusta. Celdas extremadamente pequeñas, con un mínimo espacio para una cama y ni siquiera lugar para un rayo de sol. Las ventanas, si es que las hay, en la mayoría de los casos no tienen vidrio, solo un agujero en la pared con un barrote que, a temperaturas bajo cero, es atribuible al uso del frío como castigo.
Cientos son los visitantes que no llegan a terminar la visita. La sensación de extrañeza e incomodidad aumenta conforme uno se introduce en el penal, sumado, además, que es un sitio con historia de tortura, y la historia nunca desaparece. Varias personas declaran que, a pesar de encontrarse completamente solas a lo largo del recorrido, han escuchado ruidos extraños, como pasos o susurros.
Sólo por mencionar, la cárcel del fin del mundo es un punto con importantes presencias sobrenaturales. Es estudiada y visitada por profesionales, dejando relatos verdaderamente escalofriantes.
Otro factor importante en la historia es el famoso Ferrocarril Austral Fueguino, o mejor conocido como “tren del fin del mundo”, ya que es el ferrocarril en funcionamiento más austral del planeta. Su origen se dio en el año 1909 y su uso estaba completamente ligado a la cárcel, debido a que conectaba el predio con el bosque (actual Parque Nacional Ushuaia) donde los reclusos trabajaban talando árboles para proveer a la ciudad y al penal de leña. Pese al cierre del presidio, el tren siguió funcionando hasta 1949 cuando un histórico terremoto acabó con gran parte de la línea férrea. No fue hasta 1994 que se reconstruyó y se le dio un uso plenamente turístico, recorriendo tan solo 8km, lejos quedó su uso de su cruel origen.
Como cierre de esta nueva historia, me gustaría invitarlos a reflexionar hasta qué punto se puede considerar una atracción turística un sitio que años atrás fue el fiel reflejo del sufrimiento y la crueldad humana.
- Te puede interesar leer: Turismo negro: ¿Por qué atraen tanto los destinos donde hubo muerte, dolor y sufrimiento?