Si bien es cierto que el dinero puede comprar la felicidad, esta felicidad es temporal, al menos así lo señala un estudio científico publicado por el Journal of Consumer Psychocology.
De acuerdo al estudio, comprar objetos materiales nos hace felices, pero conforme pasa el tiempo y nos acostumbramos a poseerlos, nuestra felicidad gradualmente se reduce y se vuelve necesario comprar nuevos objetos para alcanzar los mismos niveles de felicidad.
Por el contrario, las experiencias significativas como los viajes, al ser recordados, evocan una serie de reacciones que provocan un estado de felicidad que los objetos materiales son incapaces de producir en el largo plazo.
El hecho de que los objetos materiales estén siempre presentes en nuestro entorno habitual juega un papel en su contra, ya que esta condición facilita la adaptación a su presencia, convirtiéndolos en pertenencias regulares que eventualmente se vuelven parte de nuestro entorno ordinario. Las experiencias significativas en cambio, debido a su estado de temporalidad, se recuerdan con nostalgia y se integran a nuestra identidad personal.
“Comprar un nuevo smarthphone no cambiará quien eres, viajar de mochilazo por Sudamérica durante un verano seguramente lo hará.” Afirma el periodista Travis Bradberry en un artículo para la revista Forbes acerca del estudio.
“Las experiencias que vives se vuelven una parte esencial de tu ser, somos el cúmulo de nuestras experiencias, mientras que tus objetos, aunque asociemos nuestra identidad a ellos, continúan separados de ti, y su lazo emocional es temporal” afirma el Dr. Thomas Gilovich, profesor de psicología de la Universidad de Cornell en Nueva York, quien ha estudiado la relación entre el dinero y la felicidad durante 20 años.
Otra razón por la cual las experiencias nos hacen más felices que los objetos, según el estudio, es que al comprar un nuevo producto y acostumbrarnos a su posesión, tendemos a incrementar nuestras expectativas y buscar el siguiente modelo al poco tiempo. Además, la investigación revela que las experiencias compartidas generan una conexión más profunda con otras personas que el consumo compartido. Es más fácil que sientas un lazo emocional por una persona con la que compartiste una experiencia de viaje, que por una persona que compró la misma televisión.
La Dra. Elizabeth Dunn de la universidad de British Columbia, llama “charcos de placer” (pleasure ponds) a las experiencias temporales de consumo material que “se evaporan rápidamente” dejándonos con “las ganas de querer más”.
Los objetos materiales quizá duren más tiempo que las experiencias temporales, pero las memorias que perduran a través de los años tienen un valor más significativo.
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Como conclusión, el estudio recomienda a las personas que ya han abastecido sus necesidades básicas, gastar su dinero extra en experiencias vivenciales como viajes, actividades al aire libre, cursos, talleres, exhibiciones culturales, conciertos, o eventos artísticos.
A su vez, los analistas recomiendan a los gobiernos enfocar sus recursos en la construcción de espacios que faciliten la vivencia de experiencias significativas: parques, plazas públicas, centros culturales, salas de espectáculos y espacios naturales como playas y senderos. Además, se destaca la creciente crisis de experiencias vivenciales que sufren las sociedades urbanizadas enajenadas en sus labores diarias bajo una dinámica de consumo inmediato.
¿Tu qué haces cuando tienes algo de dinero extra?, ¿lo gastas en productos materiales o en experiencias vivenciales?