El turismo en México se ha convertido en un factor preponderante dentro de la economía del país, llegando a representar arriba del 9% de los ingresos del PIB nacional. Resultando así para este Siglo XXI una industria que podría superar con creces a actores importantes como el petróleo o las remesas estadounidenses.
Lamentablemente el Covid19 llegó pisando parejo, afectando a todos los sectores en todos los rincones del mundo. El petróleo cayó por los suelos, días atrás se cotizaba un barril en -2.37 dólares resultado de la falta de almacenaje a un líquido con escasez de demanda víctima del confinamiento.
Para el tema de remesas del país vecino del norte también la pandemia ha sido factor clave en la caída económica, su presidente declaró la posibilidad de suspender temporalmente la inmigración debido al incremento de desempleo de los ciudadanos endémicos, culpando al sector afroamericano y latino de acaparar nichos laborales.
Es así, que para esta problemática global la mayoría de las economías tendrán que valerse de políticas interiores para restablecer su dicotomía, según organismos expertos y en mi opinión, de los escenarios que se tienen proyectados el arma más fuerte sería el turismo, México no sería la excepción. Recientemente Cancún cumplió 50 años de su construcción, sin embargo, debido a la contingencia sanitaria este dato pasó (casi) desapercibido, la ciudad ha sido por mucho tiempo galardonada como la ciudad mejor planeada del país para la recepción turística, y sus datos hasta hace poco fueron muy asertivos, resultando, por ejemplificar en un aeropuerto que a nivel nacional es el mejor puntuado en conexiones internacionales. Sin embargo, las nuevas tendencias que dictará el Covid19 llamarán a reformar su planteamiento ante el mundo.
La crisis del coronavirus está fluctuando impactos masivos en el turismo, muchos de los cuales cambiarán el panorama futuro de la industria. No hay reglas de juego o un libro recetario de jugadas asertivas para esta situación, aunado a una respuesta correcta que está cambiando constantemente bajo paradigmas de incertidumbre. La industria turística no puede estar limitada por el pensamiento del pasado o por lo probado y verdadero, se tendrán que plantear nuevas reglas con nichos muy marcados individualmente entre las economías y sus necesidades.
Si bien el cronograma exacto de recuperación no está claro (algunos predicen una posible ventana de dos a seis meses), el impacto finalmente pasará. Una vez que todo esto termine, la gente viajará nuevamente. Sin embargo, debemos entender ahora que la industria del turismo se enfrentará a una nueva realidad posterior a COVID-19 en la que todas las empresas compiten por los corazones y las mentes de los viajeros cautelosos, probablemente en alguna forma de una recesión económica sostenida impulsada por esta crisis.
Para México el panorama más viable es un fomento al turismo local como sustituto ante el asertividad de que la industria nacional sustituya por tiempo indeterminado la demanda del turismo extranjero. Se considera probable también que los gobiernos apoyen más a los sectores de viaje y turismo a través de paquetes de rescate con reglas de operación ante espacios fiscales estrechos.
Otro lineamiento que me parece pertinente tocar es el de certificaciones COVID-19, esto debido a que el modelo mexicano ha sido por mucho tiempo una economía que vincula este tipo de sistemas como viables para acaparar la aprobación de turistas tanto nacionales como internacionales sobre todo en ramos de salubridad, higiene y sustentabilidad (ver: distintivos turísticos en México). Será prioritario trabajar en organismos acreditados que permitan emitir este tipo de certificaciones de manera genuina y segura para el ente del turismo y su paulatina reactivación.
Es así como uno de los sectores más preponderantes de México y el mundo se cae a pedazos ante una pandemia que trastoca todos los aspectos del sector económico en su corto, mediano y largo plazo. Dando pie a una re-evolución de mercado donde sólo el que se adapte mejor sobrevivirá.