“La Mérida Blanca” y de muchos colores más, de cimiento indígena y arquitectura española, conjuga en su centro histórico que por cierto es el segundo más grande del país en cuanto a extensión espacial (el primero en este sentido es el centro histórico de la ciudad de México) las raíces del pueblo Maya, ya que los principales edificios como la Catedral y Casa de Montejo se levantaron con las piedras de las pirámides demanteladas de la ciudad prehispánica de Thó, y la herencia de la época colonial., sincretismo que resulta por demás interesante al turismo cultural.
La riqueza cultural, simbólica y arquitectónica que alberga la ciudad, le valió ser declarada como la primera “Capital Americana de la Cultura” en el año 2000, hecho que se refrenda al ser elegida por segunda ocasión como la sede del año 2017.
Sin embargo “la Mérida Blanca” y su centro histórico que representa el recurso principal sobre el que descansa la actividad turística de la ciudad, no se ha visto favorecido en temas medulares que favorezcan un verdadero rescate y mantenimiento de la zona patrimonial de la ciudad, que a la par faciliten el tránsito y actividades diversas de los visitantes puesto que el centro histórico carece de zonas peatonales o corredores turísticos que ofrezcan una oportunidad de disfrutar con tranquilidad lo que la ciudad ofrece como capital simbólico.
Por otra parte, es necesaria la regulación de individuos que se ostentan como “guías de turistas” en el corazón del centro histórico que cuando no timan a los visitantes, ofrecen información “sacada de la manga” sobre los edificios históricos de la ciudad. Para finalizar, resulta de vital importancia frenar los procesos sociales que han contribuido al deterioro del centro histórico a través de prácticas comerciales (el ambulantaje, principalmente). Un claro ejemplo de esto, es la actual imagen que ofrece la explanada de Catedral donde se encuentra ubicado un puesto de periódico local, hecho que por demás resulta en una imagen negativa que pone en jaque a los turistas que intentan llevarse una fotografía de recuerdo.