La globalización de la economía, ha generado cambios en varios sectores productivos, y como es obvio, el turismo no se aleja de esos cambios, no obstante, es importante conocer si tales cambios son positivos o imperceptibles en los sectores menos favorecidos.
La Organización Internacional de Trabajo (OIT, 2008), refiere que “…frente al fenómeno de la masificación del turismo, un creciente segmento de turistas reclama productos novedosos, vivencias culturales auténticas y destinos de naturaleza prístinos. La pujanza del turismo y sus nuevas corrientes representan una fuente de oportunidades para pequeños negocios, en la medida en que éstos sean capaces de ofertar productos que conjuguen atributos de originalidad y autenticidad…”.
En tal escenario, el territorio ecuatoriano posee características, recursos y bondades únicas, de hecho en los últimos meses se han descubierto nuevas especies de anfibios y orquídeas, que han despertado aún más el interés por la investigación científica, y por ende el turismo.
Los atractivos turísticos de las comunidades de zonas rurales y más de aquellas que ya los ofertan, son una opción consistente con las nuevas dinámicas del mercado, dicho de otra forma, encajan con las necesidades de varios segmentos del mercado turístico internacional, puesto que, los productos que ofertan éstas comunidades, valoran la identidad cultural y fomentan intercambios vivénciales, permitiendo al visitante disfrutar de experiencias originales que combinan atractivos culturales y ecológicos, al margen de los efectos del turismo de masas.
No obstante, estas comunidades han debido trabajar dentro de un proceso que autores como Ruiz y Solis (2007), han denominado “turismo desde abajo”, es decir, desde dentro de las comunidades, partiendo por la organización comunitaria, definición de funciones, participantes, entre otros aspectos, para luego recién ofertar productos turísticos. A esto se suma, lo que expresa Cabanilla (2015), respecto a ésta propuesta de las comunidades rurales, la cual entró sin mayor planificación, capacitación y entrenamiento a la dura competencia establecida en el mercado turístico nacional y mundial.
En coherencia, la OIT (2008), refiere que las comunidades enfrentan el mercado con severas restricciones al ser excluidas de las instituciones y discriminadas del acceso a los recursos productivos, servicios públicos y mercados.
Es ésta situación, que conlleva a referirnos a “la paradoja de la pobreza”, en la que comunidades y zonas rurales que son potencialmente ricas en atractivos naturales y culturales, no han podido convertir dichos recursos en verdaderos productos turísticos, que puedan ser valorados por las empresas y puestos en oferta a los mercados nacionales e internacionales.
Tal situación, nos traslada a la necesidad de crear políticas que involucren en un verdadero proceso de organización a las zonas rurales, romper los paradigmas tradicionalistas y asignar presupuestos considerables en pro del desarrollo social, económico y ambiental, y por qué no a través del turismo. Con esto no me refiero a que el turismo es la solución, sino más bien, que éste puede y debe estar considerado dentro de los planes de desarrollo, de manera que aporte de forma complementaria a las actividades que por sí, tradicionalmente se desarrollan en las comunidades.