Tengo que contarte algo que me pasó hace unos años en una visita a México. Y cuando crees que has observado mucho, observas más.
Durante varios años atesore el sueño de visitar México. Hace pocos tuve la fortuna de cumplir otro de mis sueños.
Junto a una hermana y una amiga organizamos la aventura. Con la ayuda de una gran familia católica oriunda de Ciudad de Méjico, decidimos dejarnos llevar por las experiencias que la Matrona de la familia organizó en unión a su hijo mayor.
La ilusión viajaba en un avión, sin escala, hacia el aeropuerto internacional “Benito Juárez”. Instalaciones que hacen honor al ilustre ex Presidente de México, «el Benemérito de las Américas». Como buen anfitrión a nuestra llegada, nos dio la bienvenida el hijo de la anfitriona y nos trasladó hasta la casa de su madre. El trayecto transcurrió con una carga emocional de sorpresa e intriga, por desconocer las aventuras que nos esperaban en México.
La dama había atesorado con gran celo sus intenciones turísticas. Con la reorganización de su hogar alojarían, por una semana, a 3 turistas venezolanas, que para ella y su familia eran completamente desconocidas. Pero eso no fue un impedimento para que nos recibieran, con el acervo cultural que enaltece a los hogares tradicionales de México. Una vivienda humilde en las afueras de la Ciudad que simbolizaba la belleza de su cultura y el predominio de un gran calor humano.
El recibimiento fue engalanado con manjares, bebidas, música y bailes. ¡Un festín al estilo muy mexicano! diseñado por un triángulo generacional azteca.
El encuentro fue el preámbulo perfecto para embarcarnos en el carrusel emocional que nos llevaría el visitar algunos destinos turísticos emblemáticos. No había forma de escapar, estábamos seducidas por vivir esas aventuras.
Te voy a confesar un pequeño detalle de gran importancia de esta recepción, la comida mexicana tiende a ser principalmente picante. El chile, las especies y las salsas, son el ingrediente principal de su gastronomía. Le imprimen un exquisito sabor a los platillos dulces y salados.
Mis compañeras de viaje fueron cautivadas por sus delicias. Y de repente, yo me encuentro con que una de las actividades que más me satisfacen es degustar la gastronomía de cada país que visito, no era del todo apropiada para mi salud. Algo tan exquisito podía conllevar desastrosos efectos para mi problema gastrointestinal.
Pero a pesar de ello disfrutamos el simbolismo y la festividad de nuestros anfitriones, vivo ejemplo del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO.
¡Un buen inicio para un viaje excelente! No concibo mejor manera de comenzar nuestro periplo por tierras aztecas.
Pues así es cómo enfoco nuestro primer día, así vivimos nuestra historia en México y cómo lo percibimos.
¿Quieres recrearte con esta aventura?
¡Nos vemos dentro!
El plan de nuestra hada madrina era pasar unos días, por cuenta propia en destinos turísticos emblemáticos y cercanos a Ciudad de México, acompañados de dos espectaculares guías históricos y culturales, ella y su primogénito.
Durante el recorrido, la Ciudad de México, la arquitectura azteca, sus paisajes y comercios, nos cautivó, descubrimos que admirarla es una parte fundamental para conocer su idiosincrasia, allí vimos expresados sus valores.
Las visitas a El zócalo, Bosque de Chapultepec, Palacio de Bellas Artes, Plaza Garibaldi, Alameda Central, el Templo Mayor y Mercados Públicos, nos invitaron a zambullirnos en su dinámica cultural, religiosa y social.
¡A veces en las pequeñas cosas hay grandes tesoros!. Un acervo cultural inmenso, que para los turistas y residentes es el gran lazo para entender el poder de nuestros orígenes y de la vida.
¡Una forma de honrar a los ancestros!
Ciertamente, cada día, se descubría el encanto que se esconde en cada peldaño de la pirámide cultural azteca.
A menudo la dinámica de los mercados públicos encumbre grandes riquezas. Y en esas estábamos, cuando el festín de aromas y colores de su comida que nos regalaba cada rincón, nos cautivó a probar los manjares que nos ofrecían. Pero eso, a su vez, me dejaría en una posición desventajosa a nivel de mi salud: mi intolerancia al gluten, grasas, picantes y especies. Te tengo que decir, que ellos son la esencia de sus platos tradicionales, snack y comida rápida. Pues te garantizo que muchas veces estuve tentada a sucumbir por esas delicias. Pero la heroína mexicana, había puesto en marcha un programa gastronómico alterno, igual de delicioso, pero apto para mi condición.
¡Bendita sea, tanta gentileza de la gran dama! Dotada de las cualidades propias de una anfitriona turística. ¡Y de las buenas! Adaptó su estilo y moda de vida, para acoger y satisfacer no solo las expectativas de los visitantes, sino también sus necesidades.
En nuestra estancia en México nos dejamos conquistar por Teotihuacán. Logramos alcanzar las cimas de las Pirámides del Sol y de La Luna y nos sumergimos en la magia cultural e histórica que las rodea. Y no solo eso, al pie de la Pirámide mayor, la artesanía y los suvenirs son muy diversos y valiosos. Allí, me cautivaron unas pulseras de plata, que guardo como un gran tesoro. Tienen el poder mágico de embellecerme y recordarme el racimo de emociones vividas en tierra azteca.
Pero lo más espectacular de Ciudad de México, es sin duda, La Basílica de Santa María de Guadalupe, considerada como una joya, cuyo valor religioso es superior, quizás no me creas, pero una experiencia que te regala paz interior y emocional.
Con la mirada puesta en nuestro retorno y con el corazón con un buen humor, alegría y placer por lo vivido, la velada de despedida fue la tinta indeleble para tatuar esas imágenes y vivencias en nuestra memoria sensorial hasta el día de hoy.
¡Pero no creas, este no es el fin de esta odisea!
Mis compañeras de viajes se fueron un día antes, para conectar con otro destino centroamericano. Mi responsabilidad laboral me reclamaba en Venezuela. La dama mexicana y yo aprovechamos a perdernos en los mundos urbanos de las barriadas mexicanas, descubrimos saberes y costumbres populares que eran desconocidos para ambas.
Algo que solo la naturaleza puede explicar, el vuelo que me regresaría a mi vida cotidiana no podría despegar ese día, por recomendación meteorológica, regalándome día y medio para desplegar mis alas de más aventuras aztecas, con alojamiento y alimentación pagados por aerolínea.
Y en esas estaba, pensando formas de descubrir secretos de la Ciudad de México, cuando se me acercó otro viajero que debía regresar a Perú en el mismo vuelo que yo. Intrigado por mi actitud, que en medio del desorden y caos que reinaba en el lugar, reflejaba satisfacción, intercambiamos impresiones y en pocos minutos estábamos tejiendo un plan para reconquistarla.
Así que al final, nuestros últimos días transcurrieron construyendo historias turísticas y aprendiendo a vivirlas bajo perspectivas diferentes. La pieza que faltaba para despedirme del suelo azteca, era presenciar “en vivo” un oficio religioso en la Basílica de Guadalupe, una obra cultural con el humor propio del mexicano y el “mano a mano” de rancheras en la Plaza Garibaldi o alguna cantina de la zona. ¿Qué más podía pedir de un viaje inolvidable?
Cuando se hace turismo se aprende cultural y personalmente y, si te acompañan en el camino el trayecto resulta memorable, más divertido y muchísimo más enriquecedor.
Está claro, que es de gran provecho para los viajeros, el interés y la buena apreciación que los destinos turísticos le otorguen al Patrimonio Cultural, tanto por su gran valor, como por ser una de las mejores representaciones de su acervo. Como tales, se debe observar, con mucha, pero mucha atención, cada detalle o rasgo; dejarse capturar por lo que representan o transmiten.
Experimentar esa vivencia tiene un halo fantástico, que hechiza al visitante pero, sobre todo, les refleja el estilo de vida y legado de sus pobladores, que ha encontrado la forma de manifestarse en expresiones artísticas o culturales.
El turismo se engrandece, cuando personas, de manera desinteresada, realizan enormes esfuerzos para atender y satisfacer las expectativas de los turistas, porque para ellos eso es algo cultural, quizás innato, ancestral; hombres y mujeres dispuestos a dar lo mejor de sí para potenciar sus ciudades y contribuir “codo a codo” como pobladores, a brindar experiencias mágicas a los visitantes.