Suena la siempre incomoda alarma a las 04h30 de la mañana. Entre sueños y oscuridad, trato de recordar porque me estoy levantando tan temprano en un feriado, en un tiempo donde una pandemia nos destrozó y la mejor opción sería recostarse en la cama, dentro de las cobijas, y esperar que todo regrese a la normalidad. Me levanto consternado porque parece que esos 5 minutos que me tomé en recordar mis planes para hoy, fueron horas enteras. Abro los ojos y recuerdo que el mejor plan es madrugar para viajar, para descubrir esos espacios que nos llaman a diario, para ser atrapados en sus encantos.
Son 5 de la mañana cuando prendo el auto, y mientras el todo terreno del año 97 se calienta, enciendo la pantalla del celular para reconfirmar mi destino: Malki – Machay. EL GPS me confirma que, desde mi departamento en la zona de los valles de Quito hasta este sitio arqueológico, habrá aproximadamente 3 horas de viaje, si el clima así lo permite.
Ecuador, llamado así desde que el científico francés Charles Marie de La Condamine publicó su escrito “Journal du voyage fait à l’Equateur” ha sido hogar de varias culturas indígenas, que datan de casi cuatro mil años antes de nuestra era. Quitu-Cara, Puruha, Panzaleo, Otavalos, Cayambis entre otros, son grupos humanos históricos, que habitaron en las tierras del, hasta entonces, Reino de Quito, y que, a la postre, fueron conquistados por el hegemónico y beligerante imperio inca, quienes llegaron a estas tierras en 1463, comandados por Pachakutik y su hijo Tupac Yupanqui. Pasaron 70 años aproximadamente para que un imperio del poder del Tahuantinsuyu se apropiara de todo el territorio del Reino de Quito, sea por la fuerza o por el matrimonio, dejando una huella imborrable en nuestro país. Pero no es sino hasta el 26 de julio de 1533 donde mi historia, empieza.
Llevo dos horas de viaje y el camino se empieza a transformar, de una autopista lejos del tercer mundo, a una carretera cada vez más estrecha. Poco a poco, el bosque nublado va tomando forma y va apoderándose del escenario: entro al medio de una jungla de nubes, que me hace sentir mi llegada al cielo. Los sonidos, el clima, la temperatura, y por supuesto, la humedad, van cambiando drásticamente, y mi camino, que hasta hace poco era relajado, empieza a tomar ese aire de aventura que me trajo aquí. El todo terreno cumple a cabalidad su función y me permite seguir subiendo por lodo, tierra, piedra y anhelos de saber dónde realmente está ese famoso sitio, que hoy aparece en la red, al colocar en cualquier buscador estas dos palabras kichwas.
Luego de la muerte de Huayna Capac, dos de sus hijos primeros y herederos al trono del Hijo del Sol, Ataw Wuallpa y Huascar, entablaron una guerra civil sin precedentes, con el fin de captar el poder total del imperio: Luego de algunas batallas, Ataw Wuallpa al fin logra vencer a su hermano y lo asesina, convirtiéndose en el supremo líder y jerarca de todo el Tahuantisuyu, título que no pudo honrar mucho tiempo, ya que la llegada de Francisco Pizarro hizo que los planes cambiaran repentinamente. Su captura, solicitud de rescate y posterior asesinato por parte de los españoles, removió los cimientos de un imperio venido a menos y, por consiguiente, listo para ser conquistado por la corona que venía cruzando ya el Atlántico. Pero esta historia ya la sabemos. Lo que aún no, es lo que sucedió con el Inca luego de su asesinato, y es que muchos cuentan que su cuerpo fue enterrado en la iglesia de Cajamarca, lugar de su fatídico deceso, aunque la historia da otro giro en los últimos años.
Mallki, en una traducción directa, quiere decir Momia, mientras que Machay significa descanso. Y a eso vengo acá: A buscar un descanso de la ajetreada civilización covid, en el sitio de descanso del emperador Ataw Wuallpa. Luego de su muerte, su cuerpo fue entregado a su máximo general Rumiñahui, quien trasladó su cuerpo a un lugar sagrado, para ser momificado y adorado, siguiendo las costumbres y creencias incas. Fueron muchas las teorías de su ubicación, hasta que, en 2004, y luego de más de 20 años de estudios bibliográficos en relación al tema, una historiadora ecuatoriana, Samanta Estupiñan, reconoció en Mallki Machay lo que era tan profundamente buscado: La Morada Ultima del cuerpo del emperador Ataw Wuallpa. Entonces consigo llegar, luego de un pinchazo de rueda, hasta la hacienda donde se asienta este espacio, y en medio de un bosque que augura una aventura única, comienzo a caminar por un sendero de piedra tallada y por desniveles que no son para nada producto de la Pachamama. Camino por historia, pasto y árboles que mantienen oculto un vestigio que podría cambiar el texto de libros e historias, donde solo el verdor que recubre el paisaje da muestra que algo se halla ahí, escondido. Hay canales, riachuelos, y más paredes deterioradas por la lluvia y el tiempo.
Recorro, sigilosamente, los espacios que se me permiten pisar, hasta llegar a una pared de menos elaboración, que luce como de antaño: El dueño de la hacienda me cuenta que, desde hace 8 años, este espacio se volvió jugoso para exploradores, arqueólogos, historiadores, pero también para “huaqueros”: Ladrones de tumbas que buscan oro para solventar una difícil situación económica que, año a año, crece.
Camino por los rincones de este templo, cubierto únicamente con esa capa protectora de césped, como si en verdad el Dios Sol quisiera haberlo ocultado para proteger la momia de su hijo, recordando la historia, imaginando escenarios, volviendo a mis raíces, reviviendo espacios perdidos y olvidados en una historia que no nos ha favorecido. Continuo por los canales de agua que circundan el espacio físico y siento cómo el lugar tiene magia, cómo hay voces, tambores y cantos de rebeldía. Son 3 horas de historias, cuentos y anécdotas de las personas que viven ahí: Gente que no cree que ahí siga la momia del emperador, porque si así fuera “ya se nos hubiera aparecido hace rato”. Y entre palabra y palabra, llego al sitio donde supuestamente descansan los restos del inca: Un espacio no mayor a una modesta sala, pero con más historia que toda la que se haya escrito hasta el momento. Fotografías, historias, cuentos y mitos son, en ese momento, el menú de nuestra estadía, pero es momento de dejar descansar la memoria de Ataw Wuallpa.
Regreso por el mismo sendero hasta donde el todo terreno se encuentra, y empiezo el descenso hasta Sigchos, Provincia de Cotopaxi, donde me espera una cama plácida y una cena muy ecuatoriana. Ahí tendré mi descanso, mucho más relajado que el del emperador, que, por las vicisitudes de la vida, hoy se encuentra perdido en la historia, con la firme confianza que, si no en Mallki Machay, será en algún otro sitio donde al fin su Mallki tenga el descanso que un emperador necesita.