Históricamente el sur de Honduras ha sido una región que ha tenido que enfrentar varios conflictos, tanto limítrofes (con El Salvador y Nicaragua) como internos. A pesar de todos los obstáculos que el poder político-económico ha puesto en su camino, algunas comunidades se están organizando desde hace un tiempo para mejorar su calidad de vida e incluso proteger especies marinas y manglares. Así nació la Unión Regional de Pescadores Artesanales del Golfo de Fonseca, donde apuestan al turismo como alternativa económica.
Las malas temporadas de pesca y la ausencia de asistencia social moldearon la necesidad, de algunas de las comunidades más empobrecidas del país, de organizarse para buscar alternativas económicas para su subsistencia. En el 2010 se creó la Unión Regional de Pescadores Artesanales del Golfo de Fonseca, compuesta por 12 organizaciones de base de 7 comunidades distintas pero de la misma región.
Una de ellas es la Asociación de Protección de la Tortuga Golfina, que trabaja permanentemente en conjunto con la Asociación Mar del Pacífico, ambas ubicadas en la comunidad El Venado. Para estas organizaciones, que desde los 80’ se dedican al cuidado de una de las sietes especies de tortuga marina, su apuesta al turismo nació tanto para cubrir gastos de protección como para generar empleo a las familias de la comunidad.
En El Venado se ofrece al turista la experiencia del desove, recolección de huevos y liberación de la tortuga. Esta actividad se vende desde septiembre a noviembre y no tiene mayor objetivo que proteger los huevos de los depredadores. También la misma organización ofrece desde el año 2009 alojamiento, comidas y paseos por los manglares.
Otra asociación que forma parte del Corredor Turístico de la Unión es la llamada Perla del Pacífico, ubicada en la comunidad El Cedeño. Ofrece paseos en lancha, tanto a bosques de manglares como a islas cercanas, administra un estacionamiento y está construyendo un alojamiento en la playa. Está compuesta por 13 familias que se cansaron de sufrir las malas temporadas de la pesca, y si bien no han abandonado su oficio, desde el año 2015 tienen otra alternativa.
En la comunidad El Ojochal, 15 mujeres formaron en 1990 la Asociación Luz y Esperanza para sacar adelante la economía de sus familias y vivir mejor. Tienen una tienda de consumo, caja rural y una panadería. En este momento tienen proyectada la construcción de una cafetería, para que el turista antes de ir a la playa o a la liberación de tortugas (actividades más convocantes) pasen por su comunidad. También participan en la reforestación del manglar y han puesto en marcha una biblioteca popular, dejando claro su compromiso con el resto de la comunidad.
Compromiso que muy esporádicamente asume el Estado. Pero en El Venado, Ojochal y Cedeño saben muy bien que son sus propias manos las que deben proteger y liberar su futuro de aquellos depredadores foráneos. Creen en su trabajo y confían en el turismo. Saben que están lejos de las luces del país, esas que brillan en la Isla de Roatán y las Ruinas de Copán. Pero su llama está encendida. Crece de manera autónoma y colectiva, porque como las mujeres de Ojochal aseguran, “organizadas es como se avanza”. Y mientras el sistema turístico internacional dominante niega y olvida el sur de honduras, estas – y otras – organizaciones de base trabajan día y noche para hacerles recordar que el Golfo de Fonseca también existe y tiene mucho para iluminar.