En los límites del río Usumacinta y Salinas reside un grupo de personas habitando la zona selvática del estado de Chiapas llamados lacondones por los españoles durante la época colonial por sus origen lacam-tumque que significan <gran peñón>. Aunque entre ellos se hacen llamar hach winik (en maya, hombre verdadero) tuvieron grandes dificultades para encontrar un lugar donde permanecer. Se dice que emigraron desde la península Yucateca al no querer formar parte del conflicto que trajo consigo la conquista de México, encontrando así la paz anhelada inmersa en la naturaleza de la Selva Lacandona.
Actualmente los lacandones forman parte del paisaje al ser los protectores de la zona pues para ellos la naturaleza es su religión y su misión es venerarla y cuidarla. Sus principales dioses son la luna y el sol, con ellos fluyen y se guían paralelamente con las estaciones del año; permitiéndoles así, reconocer qué fruto sembrar e incluso qué animal aprovechar para su crianza o alimento.
No existen el cielo, la tierra y el infierno; todos se integran en uno solo. La naturaleza ha de fungir como el mediador de cambio a un nuevo inicio, la manera de renacer. Energía somos y en energía nos transformamos conforme el tiempo; por eso la conexión tan íntima con su madre naturaleza.
Hablando con una mujer lacandona en su cosmovisión no imaginan robándole a la naturaleza más de lo que ellos merecen, únicamente aprovechan aquello que la vida misma les brinda cuando esta despoja algún fruto o hierba que sirva para su sustento. Su ropa y calzado buscan la armonía y el acercamiento con la tierra que los rodea; los hombres manta blanca y las mujeres vestidos aflorados como símbolo de devoción a su madre tierra.
Sus actividades principales son la ganadería, la pesca, el cultivo estacional y la creación de artesanías de barro, semillas y bejuco (mismo que extraen de los árboles cuando este se encuentra muerto). Dichas artesanías son encontradas en los centros ecoturísticos de la selva o en las Zonas arqueológicas de Palenque y Yaxchilán.
El turismo también ha jugado un papel importante en la selva al no ser solamente una de las principales actividades económicas de los habitantes de Lacanjá, sino también ha contribuido al impacto ambiental pues gracias a esta actividad han podido frenar la deforestación que ha existido durante décadas en la zona, misma que ha dejado solo el 10% de selva virgen.
Sus recorridos incluyen la visita a la Zona arqueológica de Yaxchilán adentrada en La Selva Lancandona, rodeada por agua, flora y fauna, reconocida como una de las zonas más importantes de los Mayas en el período clásico. Se extiende la caminata alrededor de la selva mientras un lacandón como guía personal explica y profundiza acerca del paraíso en el que se ve uno inmerso, muestran sus viviendas y sus centros ecoturísticos donde uno también se puede alojar.
Degustar manjares propios de la comunidad, sus cocinas al aire libre y el silencio para evitar la contaminación auditiva forman parte de la experiencia. Aves, sonidos de animales, agua correr, viento soplar complementan la experiencia.
Así que la próxima vez que decidas viajar a Chiapas, date la oportunidad de visitar el poblado de los lacandones, adentrarte y ser parte de su cultura, sus tradiciones y compartir su cosmovisión hacía el medio ambiente. Sé parte de la naturaleza, respétala y vive en armonía con ella.
Los lacandones son parte de nuestra cultura que no solo inspiran por su gran vocación, sino por su gran corazón.