Me permito regresar en el tiempo, específicamente a finales del mes de enero de ese 2020 tan inverosímil e inusual por nombrarlo de alguna manera. Aún comentábamos en los cambios de clase o en el receso, lo increíble y fantástico que fue nuestro primer y último viaje de estudios del ciclo escolar 2019 – 2020… Recuerdo que mis estudiantes compartían fotos acompañados de diversos comentarios: -“La Sixtina estuvo increíble», «caminé lo que nunca en toda mi vida», «me quería morir en el teleférico», «‘la Palafoxiana’ fue de lo mejor», «los túneles de Puebla estuvieron de lujo», «qué ‘chidísima’ la Capilla del Rosario».
Definitivamente nuestro viaje cumplió nuestro objetivo: palpar el aprendizaje, crear momentos y experiencias vitales, socializar y unirnos más como compañeros, no sólo de escuela, sino de la vida misma.
Todos hicimos nuestra parte, un proyecto tan grande para una escuela tan pequeña (en tamaño), se tradujo en llevar el aprendizaje fuera del aula y el camino nos enseñó muchas cosas. Reunimos y juntamos latas, rifamos una tableta, padres y madres nos apoyaron con el último empujoncito para finiquitar los gastos operativos. Preparamos mochilas y nuestra mente para darnos cita en el punto acordado y viajamos hacia aquel tour interactivo, todos contentos y felices mientras éramos despedidos al abordar…
(Viaje a la Ciudad de Puebla, enero 2020, Esc. Sec. “Guillermo González Camarena”).
Los viajes de estudios: una experiencia altamente significativa
Los viajes de estudio en cualquier nivel educativo tienen varios propósitos, el fundamental es aquel donde el estudiante tiene la gran oportunidad de vivir el aprendizaje directo en ese espacio donde él mismo se enfrenta en términos reales a la aplicación de lo aprendido teóricamente. Es preciso buscar esos momentos para generar esos aprendizajes significativos y duraderos; por supuesto nunca será lo mismo leer sobre algún sitio y ver videos o cientos de imágenes, que visitarlo y recorrerlo.
Imaginemos que el profesor de historia pide realizar un cuestionario y un resumen en algún tipo de organizador gráfico sobre la Gran Pirámide de Cholula a sus estudiantes y de complemento ver un documental sobre la zona y realizar una exposición en equipos con información obtenida del libro de texto y de Wikipedia; para cerrar, una evaluación que recupera los datos que hayan quedado en la memoria, tema concluido, y así sucesivamente con otras zonas arqueológicas del país. La visión de los estudiantes sobre el tema definitivamente será parcial y superficial. Aprender historia de ese modo no es muy didáctico, sino lineal y tedioso.
Si cambiamos esa dinámica de trabajo y por ejemplo se organiza un viaje de estudios con una planificación precisa y de objetivos bien delimitados, la forma en la que los estudiantes aprenderían, sería global y vivencial, tendrían una referencia distinta para comparar a la Cholula Prehispánica con otras ciudades homólogas o similares, además el docente podría evaluar con herramientas distintas: qué tal un “Tik tok” de un minuto donde el alumno presente información específica de una manera dinámica y divertida y para ello haya tenido que indagar y organizar información de diversas fuentes y del lugar visitado, o tal vez que los estudiantes creen un canal de “YouTube” donde presenten una forma directa y diferente de exponer; también suena excelente un “PodCast” informativo y al final intercambiar estos productos con escuelas de otras zonas, regiones o estados, incluso países; en fin, hay un sinnúmero de estrategias radicales que aportan al aprendizaje y cambian completamente la concepción de que solamente se aprende en la escuela y en el aula.
También se iría transformando el concepto de que viajar es solamente para tomar fotos y para cambiar el estado en redes sociales con frases domingueras o llanas, adoptar poses o realizar bailes de moda para “estar dentro”. Los viajes educativos además apoyarían a comprender mejor el contexto histórico de México y crear una verdadera identidad.
Desde luego no es nada sencillo organizar un viaje de estudios, pero el aprendizaje lo vale, para ello es preciso determinar tiempos, objetivos y responsabilidades, así como buscar el respaldo de padres de familia o tutores y de las autoridades educativas para el visto bueno, tener contacto además con empresas de transportes serias y que cuenten con toda la documentación necesaria y en regla para cualquier imprevisto. Claro está que el factor accidentes es la principal preocupación de todos los actores involucrados y casi nadie quiere enfrentarse con eso, sin embargo, todo conlleva siempre cierto grado de riesgo y es imprescindible planificar pensando en que todo tiene que salir positivamente, más aún pensando en el regreso presencial a clases y la nueva cultura del Covid-19 y de otros protocolos en cualquier tipo de siniestro o contingencia.
Otra ventaja de los viajes estudiantiles se enfoca a propiciar espacios para la sana convivencia. Mágicamente los compañeros de clase que no suelen dirigirse la palabra lo hacen durante el viaje y mejoran además sus habilidades para socializar y logran desarrollarse con mucha empatía y tolerancia, por otro lado, también se reducen los niveles de ansiedad y estrés que son muy frecuentes en los estudiantes en estos tiempos.
El hecho de que los estudiantes conozcan los planes de su centro educativo para un viaje de estudios hace que se motiven, simplemente imaginarse en el autobús dirigiéndose hacia algún destino específico resulta atractivo, muchos chicos y chicas nunca han tenido la oportunidad de salir de su propia ciudad por factores diversos, económicos, tiempo, miedos, etcétera, y un viaje de este tipo proyecta en ellos muchas cosas positivas.
Lo mejor es que un viaje otorga también transversalidad y vinculación de todas las asignaturas, desde Ciencias Sociales hasta Naturales pasando por las temidas Matemáticas. En mi experiencia docente el haber realizado algunos viajes de estudios ha traído muchos beneficios en mi práctica y aunque se requiere de trabajo extra y es una responsabilidad tremenda, he optado por esta gran estrategia educativa: por la misma razón invito a mis colegas docentes a atreverse a realizarlo y lograr aprendizajes altamente significativos y con un toque de aventura.