Iba en la preparatoria cuando tuve que escoger el propedéutico de acuerdo a la carrera que estudiaría, estaba entre Psicología y Turismo, así que escogí el propedéutico de Ciencias Sociales.
Entre más se acercaban mis ultimos días en la preparatoria y la oportunidad de elegir la carrera para la cual presentaría mi examen de ingreso a la universidad me inclinaba más por Turismo, amo la cultura de mi país; México es rico en cultura, lo mas irónico es que recuerdo que en primaria, secundaria y preparatoria odié la historia, nunca fui buena para las fechas y realmente me aburría, ¿quién diría que para estudiar Turismo tienes que saber de historia para poder promocionar un lugar?
Presenté el examen de admisión en la Universidad Autónoma de Hidalgo, sin embargo alcance solo a ingresar a la lista de espera. El destino me llevo a una Universidad Tecnológica, debo confesar que no estaba convencida de entrar a esa universidad, mi idea era sólo realizar un cuatrimestre ahí y cambiarme, pero en ese cuatrimestre cambió la perspectiva, conocí a una profesora radiantemente inspiradora. Si me quedé en esa universidad fue por la inspiración, la pasión y el amor con el que enseñaba ella, Laura Yalil, quien me dio clases de patrimonio turístico y entonces sí, ya estaba convencida de estudiar turismo, terminé enamorándome por completo de la carrera y de la universidad.
Cada cuatrimestre eran nuevos retos, noches sin dormir, días sin comer, algunos fines de semana eran para estar en casa descansando si es que daba tiempo. Sinceramente estaba en contra de la hotelería, la mayoría de mis conocidos argumentaba el hecho de estudiar turismo porque les gustaba la hotelería, pero mi argumento fue y ha sido todo este tiempo, «turismo no sólo son hoteles, es una carrera multidisciplinaria en la que te puedes desarrollar en distintas ramas.»
El momento de ser enviado a estadía llegó y llegaron los rumores que por decisiones de los directivos de la carrera mi destino sería Acapulco, en un hotel. Cuando me enteré lloré de impotencia, no era lo que yo quería, mis palabras fueron: “yo no estudié turismo para estar en un hotel”. Cuando regresamos de vacaciones de Semana Santa busqué hablar con la directora y le pedí el cambio de estadía, le dije que no me quería ir a Acapulco, que me dejara en el estado en la SECTUR o en otro lugar que no fuera hotel y su respuesta fue rotundamente «NO».
En mayo de 2009 nos fuimos un grupo de chicas a Acapulco, nos tocó la contingencia por la influenza así que ya no regresamos a la universidad a realizar los trámites necesarios, nos fuimos y mi aventura comenzó; una maestra muy querida también, Lety, me dijo que si me iba a Acapulco aprendería mucho más que si me quedaba en el estado, y sí, realmente aprendí mucho de manera profesional y personal, conocí a unas personas maravillosas, los ecólogos, me enseñaron a amar la vida de manera diferente, ahí me di cuenta que había sido rutinaria en los últimos años de mi vida y no había disfrutado de las pequeñas cosas. En un hotel de gran turismo como en el que estuve se aprende mucho, y le tomé cariño a la hotelería.
Como sabrán, anteriormente el modelo de las Universidades Tecnológicas era solo formar TSU (Técnico Superior Universitario), pero tuve la maravillosa suerte de que en el momento justo cuando yo terminaría TSU, la Universidad abrió la ingeniería, en nuestro caso, la Ingeniería en Desarrollo Turístico Sustentable, una carrera nueva, la cual, a muchos nos llamó la atención y otros tantos no quisieron tomar el riesgo. En el tiempo que estuve en el área de ecología en el hotel, me enamoré de la manera en cómo llevaban el campamento tortuguero y todo lo que incluía la certificación Green Globe que tenía el hotel, así que la ingeniería sonaba muy atractiva para mí.
Cuando me dijeron que me debía ir a Acapulco no me quería ir y cuando debía de regresar, no me quería regresar, pero tenía que seguir preparándome de manera profesional.
Para ingresar a la ingeniería tuvimos que presentar nuevamente examen de ingreso 150 aspirantes aproximadamente para un grupo de sólo 30 alumnos que serían los que se quedarían. Y me quedé.
A lo largo de esos dos años tuve momentos muy, muy difíciles, pero también momentos muy gratificantes. Nos íbamos una semana entera a quedar dentro de las comunidades en donde desarrollábamos nuestros proyectos. El contacto directo con las personas de las comunidades fue enriquecedor, aprendes a valorar la vida (un vaso de agua te lo regalaban de corazón); escuchar las tradiciones y las anécdotas de las personas mayores era un viaje a un mundo extraordinario.
La primera comunidad fue San Antonio Tezoquipan, en el municipio de Alfajayucan (estado de Hidalgo), ahí hay pinturas rupestres, recorríamos a pie las barrancas para observarlas e ir documentando la información para establecer la ruta, realizamos visitas de casa en casa para entrevistar a los lugareños para nuestro diagnostico comunitario y fuimos parte de la fiesta patronal así como de la ceremonia de “Pone y quita bandera” con la que presentamos el proyecto.
Por diversas circunstancias mi grupo de amigas y yo nos retiramos antes, pero comenzamos un nuevo proyecto en otra comunidad, La Heredad, en Ixmiquilpan. Los locatarios tenían la idea de hacer crecer su balneario al ritmo de los demás balnearios de la región, la propuesta fue un Centro Holístico; la dinámica fue la misma, diagnostico comunitario, propuestas, presentación del proyecto ante la comunidad… y ahí debo resaltar que resultó un tanto complicado la aceptación de nuestro proyecto, mi equipo era conformado de puras mujeres y al presentarlo sentimos que la voz y voto de la comunidad era definida sólo por hombres, así que nuestra idea no era del todo de su agrado, por lo que sólo se les entregó un resumen ejecutivo al final.
Para la estadía de la Ingeniera fui enviada a ASVO (Asociación de Voluntarios al Servicio de las Áreas Protegidas de Costa Rica). Cuando la directora de la carrera entró al salón a nombrar los lugares de las estadías, estaba nerviosa, mencionaban a todos y mi nombre no pasaba, fuimos los últimos en mencionar y cuando dijo el nombre de la asociación no nos sonaba, preguntamos en dónde y al decir “Costa Rica” se me hizo un hueco en el estómago, sólo volteé a ver a mi amiga y sentí la mirada de la mayoría de mis compañeros, un sueño más hecho realidad, y obviamente había muchos miedos, tenía solo 20 años, pero el apoyo de mi familia y amigos me hizo tomar valor y lanzarme a esa aventura.
Profesionalmente siento que me faltó aprender en Costa Rica, estuve trabajando en áreas protegidas y nuevamente en un campamento tortuguero, personalmente aprendí mucho, valoré lo que tengo en mi hermoso país y me enriquecí de experiencias de extranjeros, en su mayoría Alemanes, aquellos voluntarios con quien compartí casa, comida y risas, que siempre estarán guardados en mi corazón. Al despedirnos de uno y de otro, las palabras eran “nos veremos algún día en algún lugar”.
Y regresé a mi bello México, lo dije a mi llegada «Costa Rica no hace nada nuevo que en México no se haga para la sostenibilidad», sólo que Costa Rica se lo cree y lo practica, el compromiso es real, de todas partes, a los mexicanos nos falta eso, creernos que podemos cambiar y mejorar nuestra forma de vida, al creerlo actuaremos de manera mas consciente.
He trabajado en distintos lugares, recepcionista en un Hotel-Hacienda en donde me adentré y me enamoré del mundo de las bodas; cajera de un Restaurante, donde era «todóloga», si era necesario, en días festivos hasta en la cocina me metía; recepcionista en un Hotel, debo confesar que ahora amo la hotelería, mi mayor respeto a quienes llevan muchos años en ello, yo lo amo, pero me fue muy pesado soportar el ritmo; encargada de una pequeña cafetería donde igual era «todóloga» y estuve casi 5 años trabajando en Educación, pero para no apartarme completamente del área del Turismo comencé a ser colaboradora de Entorno Turístico, lo cual me permite seguir al día en el ramo.
Actualmente soy Asesora Turística en Best Day, volví a lo mío, amo mi trabajo y por primera vez estoy en una agencia de viajes, donde cada día aprendo algo nuevo.
Con mi temprana edad de la que salí de la universidad (20 años) me fue difícil encontrar un buen trabajo al principio, pero mi dicho no cambia, si volviera a nacer volvería a estudiar Turismo, volvería a ser Ingeniera en Desarrollo Turístico Sustentable.
En cada lugar me he topado con distintas personas y se han quedado grabadas aquellas a quienes sólo les he brindado mi servicio pero que su agradecimiento y respeto va más allá de un “gracias”, personas realmente valiosas y ricas en valores, por quienes sigo dando lo mejor de mí.