La verdad es que no existen palabras para describir las emociones y las experiencias que se vivieron en ese pequeño rincón de la Región de Los Lagos, Chile. Me encantaría poder tener la “fórmula” para transmitirles todo lo que en ese viaje llenó mi alma. Comenzó como un viaje más, sólo con la esperanza y la emoción de visitar un lugar nuevo, un lugar conocido pero a la vez sin conocer. Un lugar muy cerca casi detenido en el tiempo.
Un lugar que escondía historias maravillosas, paisajes sobrecogedores y una experiencia al final de la jornada realmente magnífica; Puerto Octay…Un diamante turístico en bruto.
Todo comenzó con un Fam Press de cuatro días, el primero en plena comuna; algo pequeña, pero grande a la vez. Llegamos al que dicen fue el primer hotel de Puerto Octay, un hotel ícono, y el que guarda lo mejor de su pasado. La recepción fue increíble, y creo que esa fue la primera señal de que algo muy bueno se venía en los próximos días.
Lo puedo describir como un lugar con ambiente cálido y que al entrar se lograba percibir la historia; se podía oler, se podía mirar, se podía escuchar ya que cada rincón decía algo…cada rincón del hotel Haase decía algo.
Al poco rato partimos a un recorrido por sus maravillosos miradores, puntos estratégicos que dan la posibilidad de apreciar desde lo más alto una calma sin igual. Por momentos era posible apreciar la armonía perfecta entre la belleza escénica y una bendita calma. La llaman cariñosamente “la ciudad de los techos rojos”; que simple seudónimo, ¿no?, sencillo pero grandioso la vez.
Puerto Octay es una comuna en que confluye la vida urbana y rural en el mismo sitio. Por otro lado, al hablar de su comida y de sus sabores es quizá para muchos lo mismo que pueden encontrar en cualquier lugar, pero no es así.
Cada sabor, cada bocado te llega al corazón y te despierta el alma…cada persona te enamora. Al término de esa jornada cada cual se fue a su lugar a descansar con la clara ansiedad de que amaneciera luego para poder empezar una nueva aventura. Sin embargo, nadie era capaz de imaginar lo que nos esperaba…el destino esta vez, era el sector cordillerano de Gaviotas.
Antes de partir y luego de un rico desayuno con pan amasado, mantequilla de campo, kuchen, leche caliente, café…nuestras expectativas eran altas, puesto que nuestros anfitriones nos comentaban con sus ojos brillantes de alegría que “Gaviotas” era un lugar realmente mágico y hermoso.
La verdad es que lo primero que pasó por mi cabeza fue “claro, hablan de ese lugar porque les pertenece, porque lo aman” y no tenía certeza si en verdad sería tan maravilloso para mí. Eso lo decía mi cabeza, pero de alguna manera que no podría describir, mi corazón, mi esencia me decían lo contrario; casi como que ya pertenecía a ese lugar. Entonces, armé mi bolso con la sensación de aventura que sentía cuando era niño al saber que viajaría a un lugar nuevo…en ese preciso instante comenzaba sin saber, lo inolvidable.
Árboles enormes, colores intensos y extensos campos acompañaban nuestro trayecto por la ruta U-911. Un camino ripiado pero en muy buen estado que nos maravillaba en cada punto, ya que cada kilómetro era más bello que el otro; es por eso que en cada parada aproveché de capturar con mi celular lo que a mi juicio era el mejor cuadro fotográfico para inmortalizar y atesorar lo que la mente frágil pudiese olvidar con el tiempo.
De pronto un enorme espejo de agua con forma de ballena entre nubes que llaman a la calma y altas cumbres nevadas se asomaba tímidamente ante nuestros ojos…era el imponente Lago Rupanco.
Una gran mesa cariñosa y perfectamente montada nos esperaba para desayunar en la primera parada en hospedaje Vista al Lago; Una de las once (11) familias que componen la Asociación de Turismo Rural de Puerto Octay. Pan de pascua, galletas, pan amasado, mantequilla, café y té, eran entre muchas otras delicias nuestro banquete de las 10:30 de la mañana.
Mientras escuchábamos la historia de sacrificio de sus dueños y casi en un abrir y cerrar de ojos, los sabores cambiaron; los platos con cosas dulces desaparecían dando paso a grandes y abundantes fuentes de ensaladas. El café fue reemplazado por copas y así rápidamente apareció el vino y la exquisita carne de chivo. “No se preocupen” dijo nuestra guía, “esto es sólo un picoteo” agregó.
Hasta ahí nuestro asombro y gozo era absoluto ya que la magia y calidez de su gente no dejaba de sorprendernos, aunque a decir verdad nuestra “guatita” ya no daba más con tantas cosa ricas.
Luego de un agradable momento retomamos nuestro viaje con la firme convicción de que nos volveríamos a reencontrar con esa familia, para retribuir de alguna manera su cariñosa y deliciosa bienvenida.
Seguimos nuestro camino adentrándonos cada vez más a la cordillera, las nubes también más cerca. Ya a esa altura del viaje era posible sentir la brisa en nuestra cara, a cada momento sentíamos más paz, y era porque en cada tramo nos acercábamos más al “cielo”.
Nuestra siguiente parada fue en hospedaje Paso al Bosque, recinto amplio, bonito y muy bien cuidado en cada detalle. Al llegar, sus dueños nos recibieron con una alegría que no podría describir en éstas líneas.
Luego de un pequeño trekking hacia un pequeño salto de agua en el “jardín” de su casa, nos sentamos a adivinen que…Sí, a almorzar. Cerdo y cordero asado, vino, jugo de arándano, ponche y otras cositas más componían el delicioso menú hogareño. De pronto, una chica sencilla apareció de la nada y colocándose entre las mesas tomó su guitarra y se puso a cantar hermosas letras referentes a su tierra y a su patria….ese momento era perfecto; nuestro estómago y corazón estaban completamente llenitos y era imposible ocultar nuestras lágrimas cayendo por las mejillas al sentir la pasión que esa mujer expresaba en sus entonaciones.
Luego del almuerzo y casi aturdidos por la emoción caminamos un pequeño tramo hacia una orilla del majestuoso lago Rupanco, junto a uno de sus dueños, para llevarnos a otra aventura que nos tenían preparada; mientras tanto nos contaba su historia de esfuerzo y tesón; en lo personal, el momento que más me marcó en su relato fue cuando decidió quedarse a vivir a pesar de las dificultades: “(…) todo mojado me senté en una roca y mirando caer la lluvia entre mis dedos dije: puta que es lindo éste lugar”. Eso, según relató Don Luis Leal fue lo que lo hizo luchar y conseguir todo lo que tiene junto a su familia.
Cruzamos en lancha un trayecto de aproximadamente 30 minutos, por el lago que, en su punto más profundo alcanza los 280 metros. Mientras nos acercábamos, nuestros ojos no paraban de admirar la belleza de los enormes montes que teníamos en frente, que con orgullo nos “mostraban” sus innumerables y gigantes caídas de agua; de pronto, un singular olor a azufre se percibía en el aire y una extensa playa que no dejaba de humear vapor se lograba ver tímidamente…eran las termas naturales del lago Rupanco. Luego de unos reconfortantes y cálidos baños subimos nuevamente a la lancha con destino a otro lugar magnífico.
Mientras tanto, nuestro anfitrión nos deleitaba relatando hechos históricos como el del antiguo Hotel Termas del Rupanco, el que luego del gran terremoto de 1960 cayó a sus aguas y desapareció para siempre. Hoy, una gran cruz blanca recuerda el lugar exacto donde se ubicaba.
Extensos campos de intensos colores casi pintados a mano, numerosos animales, ruedas de agua, puentes de madera y un bello Volcán Casablanca nos daban la bienvenida a Turismo El Encuentro.
Un cálido abrazo por parte de la señora Edith Wompner, su dueña, nos hizo sentir inmediatamente en casa. En la mesa sopaipillas, pebre y un rico jugo, eran la entrada perfecta mientras un asado de cordero se preparaba lentamente antes de pasar a cenar. La sobremesa creo duró 1 hora, momento perfecto para conocer más acerca de su proyecto turístico, sus vidas y sus sueños a futuro.
Esa noche camino a dormir, un magnífico cielo muy oscuro y estrellado me hacía conectarme con mi alma y entender que la magia y la perfección sí existe entre nosotros.
Al día siguiente nos despedimos luego de presenciar una esquila de ovejas, la belleza de la llamada Poza Verde en un trekking por un bosque frondoso y un mirador a la localidad de Gaviotas que sólo conseguía quitarnos el aliento por su magnífica, incomparable y pura belleza.
Regresamos a Paso al Bosque, pero no sin antes conocer el “Salto del Chiflón”, para más tarde despedirnos de esa sencilla familia con un reconfortante café, torta y pan amasado. Ya al subir a la camioneta con tristeza, no hacía más que pensar en regresar pronto, era una extraña sensación; estaba aturdido porque aún no lograba dimensionar todo lo vivido cuando estaba ya alejándome de Gaviotas.
Esa noche llegamos a cenar a La Posada del Colono en la localidad de Las Cascadas, una entusiasta y divertida señora Emma nos recibió, y mientras montaban la mesa nos compartió no sólo su historia personal muy ligada a la colonización, sino que también nos reveló que en realidad Puerto Octay y playa Maitén fueron el punto en que se dio inicio a la colonización alemana; Octay tiene la verdadera historia. ¿Sabían ustedes que el primer gran comerciante de esa comuna era Cristino Ochs? y que la gente de la zona solía decir “donde Ochs hay” expresión de la cual deriva el nombre actual del pueblo. Tiene sentido, ya que al hacer una comparación sonora de ello se escucha como “Octay”.
El cuarto y último día comenzó con una conexión interna, espiritual. Un “ángel” llamado Alejandra Guerra nos guiaba en un trekking hacia el Salto Las Cascadas, pero no era más de lo mismo, he visitado ese lugar miles de veces, pero jamás interpretado como aquel día.
Debo reconocer que lo redescubrí, desde mi ser interior, desde mi alma, por ello su nombre que después cobró mucho sentido “Trekking al Alma”. Nos aseguraron conectarnos con la naturaleza y que en ella encontraríamos las respuestas a muchas interrogantes…y así fue, sinceramente así fue.
Entre asado, tinas calientes, canopy y senderismo, los Lingues Lodge nos recibió dando fin a una semana sinceramente maravillosa. Cuatro días en que nuestra percepción cambió acerca del Turismo Rural. Nos permitió conocer el esfuerzo, cariño y dedicación que hay detrás de cada familia que nos recibió en este viaje real y absolutamente inolvidable.
Puerto Octay parece ser una comuna dormida y para muchos, nos es más que un lugar de paso, pero su gente, su historia y su identidad tienen mucho que mostrar. Son esos los factores que hacen de ella un lugar único y que a pesar de su valiosa riqueza, aún no ha sido potenciada por completo.
El Turismo Rural es una verdadera herramienta de desarrollo para las familias más sencillas de nuestro querido Chile, pero es sumamente importante hacerlo bajo una mirada o concepto respetuoso y sustentable, por ello nuestro compromiso como turistas y ciudadanos es lograr que Puerto Octay sea visitado como se merece, pero por sobre todas las cosas, sea conocido y explorado por quienes realmente lo merecen.