Para los que contribuimos al desarrollo del turismo, ver a turistas de varias nacionalidades caminar por plazas y calles de la ciudad de Puno, la capital del departamento del mismo nombre, nos llena de satisfacción en esta época post pandemia.
«¿Por qué tanto apuro?» Le pregunta a una pareja de franceses la dueña de “La hostería”. «Es que a las 6 (de la tarde) nos vamos a dormir en Los Uros.»
Me sorprende ver la cara de satisfacción de los turistas; sé que en Los Uros las temperaturas pueden llegar a niveles cercanos a cero, y ello porque son islas flotantes (se cuentan más de 100) en el Lago Titicaca, construidas con técnicas milenarias a base de totoras o juncos (Schoenoplectus californicus y del Quechua t’utura ), que son aquellas plantas acuáticas que crecen alrededor y dentro de los lagos de la costa y sierra del Perú y cuyos tallos, con raíces ancladas en el fondo del lago, pueden alcanzar entre 2 a 6 metros.
Pienso que, como la mayoría de los turistas extranjeros que llegan a Puno provienen de tierras donde las temperaturas descienden bajo cero grados, como las de Norteamérica y Europa, el frío no es impedimento para experimentar la sensación de dormir sobre islas flotantes estacionadas en el inmenso Lago Titicaca, sin olas ni ruidos de las ciudades y luego de escuchar los relatos de costumbres y usos de la mayoría de habitantes de esos increíbles lugares, y otras historias, quién sabe, transmitidos por sus ancestros desde miles de años atrás.
Imagino que Los Uros y otras civilizaciones que florecieron alrededor del Lago Titicaca, cuyos descendientes aún perduran, se alimentaban de la pesca y caza en el lago. Y para ello tuvieron que desarrollar técnicas para identificar las variedades más propicias de totoras para la construcción de balsas, redes y cañas de pescar, caballitos (botes), así como, para alimentarse con los brotes tiernos de ciertas especies; todo ello con el fin de poder permanecer más tiempo en las aguas abiertas del lago. Con los instrumentos de pesca y diversas técnicas apropiadas para la captura y conservación de la variedad de especies que tienen como hábitat el lago, aseguraban la alimentación para épocas de escasez de la población asentada en tierra firme. Además, desarrollaron métodos para identificar el tiempo oportuno para el aprovechamiento de los recursos, tanto de las totoras, como de los peces y aves, de tal manera que coincidieran con épocas de abundancia de dichas especies, respetando los ciclos de reproducción para evitar su depredación. La caza de aves les permitiría contribuir a incrementar las fuentes de proteínas y calorías para enfrentar los climas inclementes de esas zonas ubicadas a más de 3 mil 800 metros sobre el nivel del mar.
Hoy en día, aún se puede observar cómo la totora es utilizada para la construcción de balsas (islas) flotantes y botes, para los techos de las casas, como forraje para sus ganados ovinos, abono para la agricultura (principalmente de quinua), artesanías, alimentación, leña para sus hogueras y otros tantos usos. Pero es con las islas flotantes y los botes de totora que cautivan a los turistas. En el año 2019, antes de la pandemia, arribaron 31 mil turistas a las principales Islas de Los Uros; 17 mil de ellos extranjeros. Y como muestra de su atracción, al 2021 ya habían arribado 16 mil turistas, brindando la oportunidad de generar ingresos a cientos de familias, que sin temor se lanzan a contar y mostrar lo mejor de su cultura.
La distancia de Puno a las islas flotantes de Los Uros es la más corta (30 minutos); sin embargo, es la Isla Taquile la más concurrida, a donde se llega luego de tres horas de navegación en botes rápidos. Al 2019 arribaron a Taquile 117 mil turistas (93 mil extranjeros), quienes son atendidos por los propios pobladores, dueños de la isla desde 1942, y son ellos los que se han especializado en brindar hospedaje, alimentación y guiado; considerándose como pioneros del turismo vivencial (turismo rural) en el Perú. Destacan los Taquileños, sobre todo, por su excelsa textilería, la cual ha sido proclamada como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en el año 2008. Y es común apreciar a las mujeres hilando la lana de oveja, que es criada en toda la región, y a los hombres y niños tejiendo, con su vestimenta típica y su sonrisa sincera. Agréguese el paisaje, como flotando en medio de la nada, con 500 escalones como puerta de ingreso, que ponen a prueba la fortaleza de los visitantes.
Es difícil no mencionar a la Isla Amantaní, que sin ser la más visitada, es la más grande del Lago Titicaca en el lado peruano, superada por la Isla del Sol en la parte boliviana. Y sus habitantes se preparan para celebrar sus fiestas y compartirlas con sus visitantes.
¿Cómo llegar a Puno?
A la ciudad de Puno, centro de soporte del Lago Titicaca con hoteles y restaurantes para todos los gustos y preferencias, se puede arribar por aire, a través del aeropuerto en Juliaca, y cualquier día del año es buena época para visitarla. Hay turistas extranjeros que también ingresan por tierra desde Bolivia y desde Juliaca pueden hacer conexiones por vía aérea con Cusco, Arequipa o Lima, o embarcarse en un viaje por tren a Cusco y Arequipa. Las agencias de viaje están especializadas en proveer tours a las islas a visitantes de todas las edades. Y desde Puno se puede acceder a otros sitios como Llachón, comunidad también representativa del turismo vivencial.
Finalmente, la Fiesta de la Virgen de la Candelaria, principal atractivo de Puno, merece otro artículo. Valga decir solamente que fue Inscrita en 2014 en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad y su celebración comienza en noviembre, culminando en febrero de cada año.
Créditos
- Imagen1: By Diego Delso, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=43196417