Arte, museos, arquitectura para todos los gustos, paraísos naturales… Hay suficientes razones para visitar Oslo. Ciertamente, el clima a veces puede ser duro. Pero durante el verano, con sus larguísimos días y su temperatura apacible, la capital de Noruega se convierte en un encantador escenario para disfrutar de sus mejores tesoros.
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Arquitectura: tradición y modernidad
Si hablamos de estilos arquitectónicos, Oslo se destaca por combinar lo tradicional y lo contemporáneo. Ubicada estratégicamente frente al mar, y en un excelente estado de conservación, la Fortaleza de Akershus, es una de las visitas imprescindibles al llegar a esta ciudad. Se trata de un complejo de edificaciones construido hacia el año 1300, un auténtico castillo medieval con sus murallas, su puente levadizo, sus bastiones y su puerta fortificada.
Más aquí en el tiempo, en el corazón de Oslo te encontrarás con el Palacio Real, un proyecto arquitectónico del siglo XIX. Allí funciona la sede oficial de la monarquía noruega. Este imponente monumento de estilo neoclásico cuenta con impresionantes salones decorados por artistas noruegos y unos bonitos jardines para dar un paseo en verano.
Pero Oslo no solo mira al pasado, sino también al futuro. En la moderna Ópera de Oslo, con su peculiar aspecto de “iceberg urbano”, podrás caminar sobre su tejado, como si estuvieras escalando una montaña o caminando sobre un glaciar. Y en las partes más nuevas de la ciudad, como los barrios de Vulkan y Tjuvholmen, podrás encontrar numerosos ejemplos del urbanismo escandinavo contemporáneo.
Arte y museos: Munch y mucho más
Oslo también es un atractivo destino para los amantes del arte y las exposiciones. El Museo Nacional de Noruega cuenta con numerosas obras del pintor noruego Edvard Munch, entre ellas, una versión de su cuadro más famoso e icónico, El Grito. Curiosamente, luego de que el Museo llevara a cabo distintos trabajos de reparación e investigación en 2021, se descubrió al autor de una misteriosa inscripción que aparece en la parte superior del cuadro: fue el mismo pintor noruego quien escribió, con el carboncillo de un lápiz, “Solo pudo haber sido pintado por un hombre loco”. El Museo próximamente volverá a exhibir esta versión de la obra de Munch, robada en 2004 y recuperada dos años después.
En el Museo Nacional también te encontrarás con obras de artistas del relieve de Picasso, Cézanne, Monet y Van Gogh. El Museo Munch, por su parte, aloja la mayor creación del autor de El Grito.
Y, más allá del arte, quizás muchos asocien a Noruega con los vikingos. El Museo de los Barcos Vikingos exhibe tres navíos en gran estado de conservación de ese legendario pueblo nórdico que en tiempos medievales supo ser experto en navegar y explorar el mundo.
Grünerløkka: su barrio más trendy
Alejándonos un poco del centro, nos encontramos con Grünerløkka, un antiguo barrio industrial que hoy es famoso por su animado ambiente. En esta zona, donde vivió el joven Edvard Munch, se respira arte. Con sus calles llenas de grafitis y murales, el arte urbano y el turismo se combinan a la perfección.
Conservando sus viejas fachadas, pero con una vida renovada, Grünerløkka se ha convertido en el barrio más cool de Oslo, con espectáculos de música callejera, cafés y venta de antigüedades. También es el epicentro del ocio nocturno de esta ciudad y una atractiva parada para los amantes de la gastronomía.
Su entorno natural
Finalmente, otro de los atractivos de Oslo es que está enclavada en un entorno típicamente escandinavo. La naturaleza y la vida urbana no siempre van de la mano, pero aquí se combinan muy bien ambas dimensiones.
Con sus 100 km de longitud, el Fiordo de Oslo es uno de los típicos fiordos noruegos: grandes porciones de costa invadidas por el mar en forma de canales de agua salada, poblados de islas y de abundante vegetación. Allí, a muy poca distancia de la capital, y en los meses de verano, este fiordo puede ser un excelente plan para relajarte en tu viaje, dando un paseo en barco o practicando deportes acuáticos como el kayak, el buceo o la pesca.