Se apagan los flashes de las cámaras sobre la torre Eiffel, se cierra el telón de la ópera de Viena y se silencian los cantos de los “gondolieri” por los canales de Venecia. Una ciudad que vuelve brillar, esta vez, por sus aguas cristalinas apaciguadas tras un carnaval que este año ha cambiado sus máscaras. Una ciudad disfrazada que recibe un respiro de tranquilidad en tiempos de pandemia.
Una tranquilidad transformada en incertidumbre y preocupación para el mundo del turismo. En España, las playas de la costa Mediterránea se encuentran desiertas; las grandes vías de las capitales del país están paralizadas; algunos hoteles se han convertido en hospitales de campaña; y el turista, disfruta de sus vacaciones de Semana Santa con un recorrido virtual al ritmo de una procesión que ha perdido el compás.
Un país que cerraba su temporada, el pasado año 2019, rozando la cifra de 84 millones de turistas extranjeros y con ingreso cercano a los 93 mil millones de euros. La tendencia de crecimiento que pronosticaba un buen año 2020 para una industria que supone el 12.3% del PIB de España, se desplomaba con las primeras alarmas que saltaron con la cancelación del Mobile World Congress de Barcelona.
Las medidas que se están llevando a cabo para hacer frente a la pandemia no pueden asegurar el empleo. La conservación de la totalidad de los puestos de trabajo que forman el 13 %, se están viendo fuertemente vulnerados a medida que se continúan cerrando las fronteras, y en una situación en la que se ha paralizado el globo. Un “efecto dominó” que azota a proveedores de todo el mundo, todavía, sin fecha de caducidad.
¿A dónde nos dirigimos?
Hoy por hoy, en el estado de confinamiento en el que nos encontramos cualquier opción podría servir como válida para tomarse un respiro. No obstante, el hecho de que se trate de algo más que una crisis económica tiene que despertar los sentidos de la «industria turística» de cara a un futuro inmediato. Es difícil conocer qué ocurrirá, pero en sus objetivos principales debe de estar más presente que nunca el asegurar el bienestar del turista y la sostenibilidad del destino.
Se aproxima un turista que buscará disfrutar de la tranquilidad y la naturaleza en lugares con una imagen de marca limpia. Un viajero que evitará, en la medida de lo posible, los desplazamientos en masa y optará por un transporte más individualizado. Se acabó, durante una temporada al menos, el despertar en Londres y dormirse en Budapest, es la hora de los destinos de proximidad. ¡Aunque volveremos a lo que estamos acostumbrados y seguro que más pronto que tarde!
¿Estamos a las puertas de un aumento en el llamado slow tourism? Un turismo para ir despacio que traerá consigo viajeros más respetuosos y conscientes con el medio ambiente, junto a nuevas oportunidades de negocio. Es momento de innovar y de dar un paso hacia delante, mejorar la experiencia del cliente con la ayuda de la tecnología: destinos y catálogos virtuales, nuevos métodos de pago, gestión de la información, gestión de flujos en destino, y todo lo que este nuestro alcance. ¡Es hora de convertirse en un destino turístico inteligente!