Es una de las bebidas más antiguas del mundo, ha sido fuente de inspiración para muchos, medicina para el alma, elixir afrodisiaco y acompañante festivo: El vino.
El vino no es originario de México pero sus antecedentes históricos se remontan hasta el siglo XVI con la llegada de los españoles, cuando Hernán Cortés ordena a los colonizadores realizar las primeras plantaciones de viñas. De hecho, México posee en Parras, Coahuila, la bodega vitivinícola más antigua funcionando en América desde 1597.
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El Turismo y el vino se han entrelazado en una interesante y atractiva relación que hoy por hoy se conoce como Enoturismo. El Turismo Enológico es aquel que tiene su origen en cada una de las diferentes manifestaciones del mundo del vino: gastronomía, folclore, tradiciones, etc.
Empezaré por citar la etimología de la palabra Enoturismo: es un término que se forma por la palabra griega “Oinos” que significa “vino”. Sin embargo, los primeros estudios relativos al concepto de Enoturismo datan de 1990, ya que es un concepto relativamente nuevo en el ámbito turístico, que se caracteriza por llevarse a cabo en las regiones propias del cultivo de la vid y la elaboración del vino.
Elías (2006) define el turismo del vino como:
“Los viajes y estancias dirigidas al conocimiento de los paisajes, las labores y los espacios de la elaboración del vino, y las actividades que acrecientan su conocimiento y adquisición y pueden generar desarrollo en las diversas zonas vitivinícolas”.[1]
El negocio del Enoturismo ha experimentado un desarrollo importante a nivel mundial. Curiosamente México, aunque no es un productor de vino a grandes escalas, posee varios territorios destinados a la vitivinicultura: Baja California, Zacatecas, Guanajuato, Coahuila, Querétaro y Aguascalientes. En estos estados existen rutas turísticas como la ya bien posicionada “Ruta del vino de Baja California” que se encuentra al norte del Estado y comprenden los valles de Guadalupe, Calafia, San Antonio de las Minas, Santo Tomás, San Vicente y Ojos Negros; o la ruta del “Queso y el vino” en el estado de Querétaro, y el “Circuito del vino” en el estado de Guanajuato que va del histórico pueblo de Dolores Hidalgo a la encantadora ciudad de San Miguel Allende.
Ahora bien, lo importante de este tema es saber que se han realizado algunos estudios que pretenden clarificar la segmentación psicológica de los enoturistas, por lo que intentando ser específica y concreta en esto, a continuación menciono los perfiles generales que agrupan a los turistas en cuatro tipos:
Índice
1. Iniciados al vino
Personas que por diversas razones (la más común de todas es la publicidad de una ruta) se acercan a una bodega sin tener ningún tipo de conocimientos en este campo.
2. Interesados del vino
Estas son personas que no poseen una formación técnica en temas enológicos pero les interesa este mundo por lo que se dan a la tarea de viajar para conocer algunas bodegas.
3. Entendidos del vino
Estas personas no tienen una vasta educación en temas enológicos pero conocen el mundo del vino. Generalmente tienen formación universitaria y viajan para obtener vivencias acerca de lo que han leído.
4. Amantes del vino
Son personas que tienen una vasta educación en temas enológicos, su motivación principal de viaje es la cata de vinos, la compra de los mismos y el aprendizaje en el sitio.
¿Te identificas en algún grupo? El Enoturismo es un segmento en crecimiento en nuestro país y cómo no, si resulta atractivo el poder participar en la fiesta de la vendimia, pisar uvas y degustar tan exquisito regalo de la tierra.
Como dato final, te comparto que la OMT (Organización Mundial del Turismo) prepara ya la primera conferencia mundial sobre Enoturismo que se llevará a cabo en la región vinícola de Kakheti (Georgia), los próximos 7 al 9 de septiembre de 2016.
Bibliografía
- [1] Elias, L.V. (2006): “El turismo del vino. Otra experiencia de ocio”. Documentos de Estudios de Ocio, nº 30. Bilbao: Universidad de Deusto.