Se habla mucho de cruceros, pero muy poco del que los recibe. Hagamos el ejercicio y veamos cuán relevantes son los puertos en la actividad turística.
Desde el momento en que Cristóbal Colón puso un pie en la costa de Guanahaní -según la literatura oficial-o de Cayo Samana-según estudios de la revista National Geographic- la historia del transporte humano en América dio un giro radical: se daba inicio a la era naviera.
Según la Real Academia de Ingeniería, un puerto se define como: Lugar en la costa o en las orillas de un río que por sus características, naturales o artificiales, sirve para que las embarcaciones realicen operaciones de carga y descarga, embarque y desembarco, etc. Sin embargo, a pesar de que Colón desembarcó en un lugar costero que le pareció más conveniente geográficamente en la isla, no podemos afirmar que éste inmediatamente se haya convertido automáticamente en un puerto. Más bien, fue un sector improvisado elegido con una finalidad específica para ese momento y que incluso perdió relevancia histórica posteriormente.
Quedémonos entonces con la Unión Europea (Parlamento Europeo 1993) que es más precisa y define a un puerto en términos de área portuaria, constituida por un conjunto de muelles, dársenas y superficie terrestre donde se realizan las operaciones de servicios de buques y carga. Se incluye dentro de esta área la infraestructura (muelles, astilleros, almacenamientos) y la superestructura que son unidades fijas construidas sobre la infraestructura (González y Trujillo 2003).
Tanto en épocas pretéritas como en la actualidad, los puertos han sido eje esencial del movimiento económico mundial. Consideremos que entre el 80% y 90% del comercio en el planeta se hace por vías marítimas. Esto conlleva a que se alimenten las arcas del país y en especial de la ciudad portuaria ya sea a través del pago de impuestos o patentes con los cuales se puede desarrollar la inversión local y, por ende, el crecimiento sustentable del lugar. Este último punto ha causado especial controversia en Chile, puesto que se ha llevado a cabo un movimiento social impulsado por la Municipalidad de Valparaíso que pretende lograr que los puertos paguen más tributos en la ciudad, debido a que en el país solo pagan costos de patentes los cuales son brutalmente inferiores comparados con los tributarios. Por ende, si se paga más a la ciudad portuaria, ésta tendrá mayores recursos con los cuales solventar áreas importantes dentro de las cuales se encuentra, por supuesto, el turismo.
Si tomamos en cuenta que entre 2010 y 2017 el número de turistas de crucero en el mundo aumentó en 6 millones, inmediatamente inferimos que es un mercado que sigue creciendo y que hay que cuidar bajo cualquier alero.
Arribo de cruceros
La llegada de un barco genera ingresos económicos directos gracias a los servicios prestados por el puerto, estos son: pilotaje, remolque, estadía en atracaderos, arrimo y almacenaje de cargas, y abastecimiento de agua o combustible. Por otro lado, también se genera movimiento de divisas gracias a la carga receptiva de turistas que recorren la ciudad y que tienen contacto con la diversa oferta turística de la zona.
A diferencia de los buques mercantes, los cruceros no generan tanta ganancia directa ya que su movimiento de carga es esencialmente de pasajeros. No obstante, son los ingresos indirectos los que destacan a cabalidad. Es precisamente aquí donde ahondaremos. El hecho de que un turista desembarque abre una ventana de posibilidades económicas que obligan a la articulación de los agentes turísticos de la zona.
En primer lugar, la recalada genera la necesidad de contratar empresas proveedoras de servicios en tierra para el recibimiento de turistas que embarcan y desembarcan. Dependiendo de la empresa y del flujo de turistas, es la cantidad de personal a contratar para las faenas señaladas. Esto va de la mano con que tanto el que sube como el que baja requiere de un medio que lo transporte hacia el puerto o desde él, ya que normativas internacionales de seguridad así lo establecen, por tal motivo, se requerirá de empresas con flotas de buses para tales efectos. Por otro lado, es importante considerar que el flujo de visitantes aumenta ya que la ciudad recibe visitantes que abordan, pero que desean aprovechar la ciudad antes de embarcar, y otro grupo de personas que desembarcan y que buscan el mismo objetivo anterior. Es imperante ante estos casos, tener en conocimiento la carga turística efectiva de una localidad para así evitar la saturación de servicios producto de la población flotante itinerante.
Siguiendo con la arista anterior, el masivo arribo de turistas se transforma en una clara oportunidad para los operadores locales. Suelen aumentar las reservas de tours y hospedaje exponencialmente en periodos de recaladas de cruceros. Una buena estrategia de turismo sustentable puede llevar a que, por ejemplo, un buen tour dé relevo a un rico almuerzo en un restaurante para que luego la jornada continúe comprando algún souvenir en alguna feria artesanal local antes de irse a descansar al hotel.
Por todos los puntos señalados anteriormente, es que tener un buen puerto es esencial para el desarrollo de un país y, lógicamente, de una localidad. Suele darse una suerte de heterogeneidad entre el puerto y la ciudad en vez de funcionar como un solo cuerpo. Es común y en parte se debe a factores lógicos como la peligrosidad ante el transporte de carga de contenedores, o incluso a algunos estéticos, como la tosquedad y frialdad que suele emanar de estas áreas. Sin embargo, esta especie de bicefalia entre puerto y municipalidad, no puede llegar a comprometer las posibilidades económicas de la ciudad. Se han visto casos como el de Valparaíso en 2017, en que el mal funcionamiento del puerto producto de una protesta de sus trabajadores, llevó a que las empresas de cruceros prefirieran recalar en San Antonio (10º posición en Ranking de los puertos más importantes de Latinoamérica de la CEPAL) en vez de Valparaíso (18º lugar), dejando a este último sólo con un 10% de su carga turística de cruceros en relación a años anteriores, lo que se traduce en una pérdida de 60 mil turistas que ahora llegarán a las costas de otra comuna.
Errores groseros como el anterior no dejan de estar latentes en un mundo en que el movimiento turístico va in crescendo y en el que todos se pelean por sacar una tajada de esos 100 dólares promedio que gasta el crucerista al momento de interactuar con una ciudad.
Al menos se ven buenas señales en Latinoamérica. Se percibe un fuerte crecimiento para el próximo año y puertos consolidados como el de Santos en Brasil (1º en ranking CEPAL) o el de Callao en Perú (6º lugar) demuestran que una buena inversión y eficiente proyección se materializan en buenas prácticas que son fundamentales para el desarrollo del país.
El turismo tiene varias entradas, cada una percibe sus defectos y virtudes, lo importante es trabajar en cada una de ellas para que Latinoamérica siga avanzando en pro de alcanzar el sueño de nuestro primer megapuerto…pero esas ya son palabras mayores.