Tan difícil como trasladar el agua del mar a un hoyo es recoger en un solo artículo todas las posibilidades que ofrece San Agustín, la ciudad más antigua de EEUU en la que la presencia española de hace siglos se deja notar aún hoy.
Nombres españoles cuelgan de los letreros que identifican los diferentes negocios, provincias españolas dan nombre a las calles de esta ciudad de apenas 15.000 habitantes, españoles son los apellidos que se leen en los escudos de muchas viviendas, el aire español se ve en las edificaciones que, cuando se restauran, deben respetar y la cocina española, así llaman en realidad a cualquier comida que tenga origen latino, es el reclamo de muchos restaurantes.
Precisamente por la amplia y buena oferta en la restauración destaca San Agustín, donde las probabilidades de realizar un tour gastronómico son infinitas. La otra opción, la de sentarse a la mesa y degustar un elaborado menú con semejanza a los grandes restaurantes europeos pasa, sin duda, por visitar el restaurante Michael’s. Su chef, Michael Lugo, que se hizo con el local en 2006, recibió en España parte de su formación y ha recibido varios galardones que le reconocen como uno de los mejores chefs. Un mérito que se degusta en cada plato en los que Lugo aúna las experiencias adquiridas durante una amplia trayectoria que pasa por su Puerto Rico natal, diversas ciudades de EEUU y, como decíamos, Europa.
El local que con anterioridad había sido una tienda de artículos de navidad, ha sido totalmente actualizado y decorado con figuras de la madera arrojada por uno de los frecuentes huracanes que barren la península año tras año y que, por fortuna, no llegó a afectar al establecimiento. Sobre las paredes, de tono azul, cuelgan grandes paisajes del País Vasco y sur de Francia donde reside la pintora neoyorkina Roz Jacobs, autora de las obras. En ese ambiente, en el que también se ha cuidado la acústica mediante la incorporación de paneles aislantes en paredes y techo, Michael, que ha renunciado a estar al frente de una “simple” steak house, sirve su cocina de autor.
Las carnes, pescados o mariscos, servidos como platos principales, o la treintena de appetizers, equivalentes a la “tapa” española, se acompañan de una amplísima carta de vinos en la que lo difícil es decidirse por uno. Nuestro primer plato llegó acompañado de un albariño, lo que nos pareció un maridaje lógico para una vieira. Desconocíamos entonces que este molusco, cuya cosecha en EEUU alcanza cifras récord, en su mayoría proveniente de Massachusets pese a que las más codiciadas son las de Maine siendo muy consumido en el país. Michael León hizo gala de su creación caribeña acompañando la vieira, con exterior tostado a la plancha y jugosa por dentro, con crema de aguacate, tostón de plátano en la base y picado de piña, tomate y salsa de guayaba. Soberbio.
De Valencia, bodegas Angosto, llegaba “La Tribu ,” el tinto que acompañaba el segundo plato: carne de wagyu doméstico que ratificaba la fama de ternura y jugosidad que se le presupone. La preparación, con un remate verde más copioso del que acostumbramos, llegaba sobre una base de hongos y zanahorias escoltada con salsa bearnesa y pimientos del piquillo navarros. Sublime.
Las expectativas puestas en el postre eran altas, casi tan elevadas como las calorías que presumíamos iba a tener. No nos equivocamos. O sí, porque no era uno, sino tres postres los que se sirvieron: Cheese cake de dulce de leche, tarta de chocolate y bizcocho 3 leches, realizado con leche evaporada, leche condensada y merengada. Adictivos. No era ya momento de ponerse a contar calorías, así que rematamos la noche con un mojito en el cercano “Odd birds” donde también se sirven comidas y, a cuyo frente está César Díaz, un venezolano que aterrizó en 2013 en San Agustín, donde sus cócteles, acompañados de música en directo en un local ecléctico, fueron un éxito inmediato provocando la expansión del negocio en otras localizaciones de San Agustín.
También se sirven buenos cócteles en “El Taberno del Caballo”, un local que presume de servir sangría y comida inspirada en la España del siglo XVIII. Sin embargo, a mi juicio, es el patio techado con mesas de madera, tipo jardín, donde se sirven comidas y cenas, lo que ayuda a vincular el establecimiento con ambiente español.
Tacos, sándwiches, nachos y empanadas- solo alguna versión de las últimas puede ser considerada comida española- son los platos que predominan en la carta y que tienen mucha aceptación entre los asistentes, que no se rezagan con las reservas para poder disfrutar, al frescor que aportan las plantas distribuidas por el patio, de una mesa libre a la que también llegue el necesario aire del ventilador. Es ese ambiente desenfadado, cercano, familiar casi, lo que más gusta de este local en el que se sirven generosas porciones que, con suerte, se toman mientras suena música en directo.
Enfocado al turismo como está San Agustín, lo que no faltan son opciones para comer solos o acompañados de niños, que son bienvenidos. “Floridian”, un espacioso local de altos techos en el que también se sirven cócteles, tiene ese ambiente desenfadado y feliz incluso los días laborales, menos ruidosos que los fines de semana. Ensaladas de tamaño sumamente generoso, pescado fresco con polenta, camarones con sémola, verduras recién recolectadas, sopas variadas, postres realmente caseros y múltiples opciones veganas, vegetarianas o sin gluten atraen a propios y extraños, que previamente a sentarse ante el mantel aprovechan para tomar algo en la terraza exterior.
Tan concurridos y populares son los dos ambientes que, a veces hay que esperar para encontrar un hueco libre y la alta demanda hace que mantener una conversación resulte complicado, algo que ayuda a ignorar la atmosfera que se respira y la amabilidad de los camareros, muchos de los cuales hablan español cuando “cantan” la comida sureña que ofrecen.
Resulta curiosa la casualidad de que ninguno de los locales mencionadas esté ubicados en alguna de las muchas calles que en San Agustín llevan nombre español, pero todos están, eso sí, en pleno centro histórico, un “cogollito” de calles repletas de edificios de estilo colonial español y que invitan a ser recorridas a pie. Es así como se comprueba que el nomenclátor de San Agustín coincide con el de otras muchas ciudades de España: Granada, Avilés, Zaragoza o Córdoba son los nombres de sus calles, salpicadas de edificios blasonados y escudos que denotan el peso que tuvo la presencia hispana siglos atrás.
Nadie debería abandonar San Agustín sin haber pasado antes por uno de sus restaurantes, paseado por sus calles y haber visitado el Castillo de San Marcos. En él vivió, en el siglo XVII, cuando fue construido, el gobernador de San Agustín pero sus gruesas paredes, fosos, almenas y torres sirvieron a los ciudadanos de refugio ante las invasiones, por lo que también puede considerarse un fuerte.
La ciudad fue fundada en el siglo XVI por el explorador asturiano Pedro Menéndez de Avilés, nacido en familia acomodada y muerto sin un doblón en el bolsillo pese a haber llegado a ser Gobernador de Cuba. Fueron los ataques piratas, entre ellos los de Francis Drake y después de Robert Searle lo que llevó en 1667 a la determinación de protegerse y edificar un castillo, que quedó terminado en 1695 convirtiéndose, junto con Fort Matanzas, en la única fortificación que existe en el mundo construida con coquina. Sirvió de refugio a los habitantes de San Agustín que en el interior resistieron los ataques ingleses quienes, antes de retirarse sin conseguir su propósito invasivo, incendiaron la ciudad. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XVIII el castillo pasó a manos británicas que lo denominaron Fort Saint Mark y lo convirtieron en prisión hasta que, 20 años después, volvió a pertenecer a España. La soberanía española acabó en 1819, cuando Florida fue cedida a EEUU que una vez más lo rebautizó, en esta ocasión con el nombre de Fort Marion, una denominación que mantuvo hasta 1942, año en el que retomó el nombre de Castillo de San Marcos.
La visita al castillo, recreada con la presencia de personajes vestidos de época, permite no sólo adentrase en la historia a través de los paneles informativos y proyecciones de vídeos sino también asistir a charlas educativas y, por supuesto, explorar el fuerte que ofrece unas magníficas vistas.
Hasta aquí hemos aportado ideas que pueden interesar a adultos y jóvenes; así que saldamos deudas con los niños para los que también la Costa Histórica, como se denomina a la zona, tiene una amplia oferta para ellos que pueden visitar la casa de los González-Alvarez, la más antigua y que perteneció a las familias más acomodadas hoy convertida en museo, como también ocurre con la farmacia más antigua. Museos no faltan y entretenido es el Potter’s wax Museum, el museo de cera con más de 160 reproducciones de personas y personajes, entre ellos algunos de Walt Disney.
Sin duda, hay que organizarse para sacar el máximo provecho a las horas que pasemos en San Agustín, que siempre sabrán a poco. Una manera de hacerlo es con el Trolley tour, pequeños trenes con opción hop on/ hop off y paradas en los puntos estratégicos. En San Agustín hay dos opciones y ambas situadas frente a la Vieja Cárcel, un edificio que más que de prisión tiene aspecto de hotel.
Los niños disfrutan en el Castillo de San Marcos pero donde, además, interactúan es en el Museo del Pirata, decorado como si el interior de un barco de este tipo se tratase y ambientado con cañones que emiten ruidos de disparos. El personal, vestido de época, va explicando lo ocurrido en aquellos siglos de abordajes marinos apoyados por imágenes, fotografías y reproducciones que se encuentran en las distintas salas del barco. En todas ellas hay ocultas pistas para localizar el tesoro. Quienes lo anotan correctamente en el mapa que se les da a la entrada, pueden recoger, al salir, su recompensa.
- Nota: (The Pirate & Treasure Museum. Precio entradas a través de la página web: adultos 13.99 dólares, niños 6.99 dólares; los menores de 5 años gratis)
Casi puerta con puerta, y prácticamente frente al Castillo de San Marcos, está The Colonial Quarter, que abre todos los días entre las 10 de la mañana y las 5 de la tarde para ofrecer tours de una hora de duración, de momento sólo en inglés, en los que se muestra cómo era el poblado hace siglos y se ponen en valor oficios prácticamente desaparecidos: herreros que transforman el metal en prácticos utensilios de cocina o clavos, reparaciones y revisiones de armas… Es un paseo en el tiempo, que permite visitar edificios y tiendas de la época colonial, que se completa con un ascenso a la torre de control de 35 pies de altura, desde la que se observan las aves y, como no, el Castillo. El centro, que abrió por primera vez en 1963 con el nombre de Colonial Spanish Quarter, realizó una inversión multimillonaria y reabrió sus puertas, obviando ya la denominación Spanish, en 2013.
- Nota: El precio de la entrada para los adultos es de 12.99 $ y de 6.99 $ para los niños entre 5 y 15 años.
El Victory III es un crucero panorámico que ofrece una visión histórica y posibilita el avistamiento de aves y hasta delfines. El que hoy se ofrece, con una duración aproximada de hora y media, es un recorrido que poco tiene que ver al tipo de navegación que hace más de un siglo realizaba la familia Usina, proveniente de la isla española Menorca y que llegó a Florida en 1777. A comienzos del siglo pasado uno de sus descendientes dio paso, sin pretenderlo, al actual negocio, hoy meramente turístico. Las razones por las que la familia realizaba el trayecto en su inicio eran puramente comerciales, ya que el objetivo era cazar ostras para el empresario Henry Flager, propietario de varios hoteles y considerado fundador de Miami.
Si les gustan los animales y , aún así, disfrutan viéndolos en cautividad les gustará el Alligator Farm , el zoológico más antiguo del país , que alberga caimanes y cocodrilos de 24 especies, incluso el albino. No se trata de un macro-zoo sino de un espacio más gestionable aunque lo suficientemente amplio como para que también tengan cabida otro tipo de animales como tortugas, monos, aves exóticas y reptiles. El horario de apertura es de 9 a 6 y las sesiones de alimentación, en las que pueden participar los visitantes, se repiten cada día a las 12 y 15 pm.
- Nota: La entrada cuesta 25 .99 $ para los adultos y 14.99 para los niños de 3 a 11 años. No resulta difícil encontrar cupones de descuento.
- Cómo llegar: Existe transporte público para llegar a San Agustín, pero la frecuencia y combinaciones no lo hacen aconsejable ni práctico. Lo habitual es llegar en coche. Desde Miami se tardan unas 4 horas y media y menos de dos, desde Orlando. El aeropuerto más cercano es el de Jacksonville, la capital, a 76 km o una hora en coche.
- Dónde alojarse: Hay opciones para todos los bolsillos y situaciones. Desde lujosos establecimientos solo para adultos a modestos moteles con habitaciones familiares y mini-cocina. Nuestra recomendación, porque la calidad supera al precio, es TRYP by Wynham Sebastian, un hotel moderno frente al pantano, a un paso del centro andando, que ofrece un servicio de traslado por la zona, pulcro donde los haya, con pequeña piscina y gimnasio, silenciosos aires acondicionados y ascensor, frigorífico y microondas, internet y aparcamiento gratuitos, centro de negocios y completísimo desayuno, servido en mesa que incluye zumos naturales, fruta fresca, bricks de leche, yogures y lácteos variados, amén de panes, bollería y platos calientes. El complejo, pintado con cálidos colores que parecen coordinarse con el espíritu de San Agustín, tiene 95 habitaciones, alguna de ellas con terraza y sala de estar. Las calificaciones de los usuarios de los metabuscadores de hoteles ratifican lo que digo y le otorgan un sobresaliente de nota. Coincido con ellos porque, como decía al inicio, la relación calidad-precio es imbatible.
Consejos
- Olvídese del coche. Encontrar aparcamiento en el centro de San Agustín no es fácil aunque se esté dispuesto a abonar los 15$ por hora que piden la mayor parte de los parkings. Las distancias, aunque no se esté alojado en el corazón histórico donde los hoteles tienen tarifas acordes a su categoría y ubicación, es perfectamente asumible.
- Disfrute de la gastronomía local, aunque sea a pequeña escala. Un capricho asumible que su paladar recordará es, por ejemplo, saborear un helado de la casa Hippo elaborado solo a base de frutas trituradas. Con una oferta infinita de sabores no tienen el precio más barato del mercado pero sí son, posiblemente, los más sanos.
- Dedíquele a la visita de San Agustín, al menos, dos noches. Más, si incluye actividades acuáticas y visita las playas o campos del golf.
- No descarte una visita a los outlets que, no nos engañemos, pese a tener precios similares no cuentan con el mismo número de tiendas que en la vecina Orlando. Las tiendas de la ciudad vieja son tentadoras muestras de artesanía.