Dicen que lo que no se planea sale mejor. Lo que no mencionan es que puede que detrás de la aparente casualidad haya un maldoso viajero planeando meticulosamente cada parte de la sorpresa. ¡Esta es la historia de cómo orquesté la primera visita de mi mejor amiga a Disney!
Todo comenzó un año antes, Claudia y yo viajábamos de Vancouver a Bangkok. Como buen viajero ocioso, después de un par de películas me puse a jugar con el sistema de entretenimiento del avión, lo cual –invariablemente– termina en el mapamundi. Navegando le pregunté a Claudia: “¿a dónde el año que entra?”, a lo que respondió “a Japón” (¡semejante sueño absurdo!). Soltamos una carcajada y volvimos cada quien a lo suyo. Un año más tarde desembarcábamos en Tokio.
Cuatro meses antes de nuestra llegada comencé la planeación: hospedaje, museos, destinos, trenes. Las opciones en este país son infinitas y cada destino más hermoso que el anterior. De repente me llegó un flashazo: ¡hay un Disney en Tokio! Para ese momento Azu, la susodicha a sorprender, ya había confirmado su asistencia, así que la oportunidad de asombrarla estaba en puerta.
Convencer a Claudia, aka “La fanática de los parques temáticos”, de cambiar Osaka por Tokyo Disneyland y Tokio DisneySea no me tomó más de 30 segundos, el reto ahora era planear todo sin levantar sospechas. Cierto: yo organizo la agenda, pero como dice el dicho “cuentas claras, amistades largas”, así que necesitaba encontrar la forma de justificar el pago de las entradas.
Todo iba bien y, salvo una vez que Claudia mencionó “Disney” en el chat del viaje, Azu no sospechaba nada. No fue sino hasta una semana antes cuando mi plan malévolo casi se derrumba: el gobierno japonés cambió las regulaciones para Airbnb y cancelaron nuestro hospedaje. La solución a ese “problemita” la dejaré para cuando hablemos sobre contratiempos, por el momento basta con decirles que lo arreglé: ¡dos días antes de despegar teníamos un hotel a espaldas del Shinjuku Gyoen National Garden y entradas a los parques Disney de la capital nipona!
En este momento estoy muriendo por compartirles mi experiencia en Tokio, pero el objetivo de este artículo es platicarles sobre la primera visita de Azu a la casa de Mickey, así que eso es lo que haré. Después de multitudes, largos transbordos en el metro, interminables filas para entrar a restaurantes y mucho, mucho asombro por el fashion japonés, llegó el momento de visitar nuestro primer parque: Tokyo Disneyland.
Esa mañana nos despertamos a las 6:00 a.m. Había leído que las filas para acceder son enormes y que, como en todo parque de diversiones, la recomendación es llegar temprano. Un día antes le habíamos recordado a Azu que haríamos una excursión a las afueras de Tokio: ¡eso explicaría el largo trayecto, así como la insistencia en que usara calzado extra cómodo! Con lo que no contábamos era con que llevaría su libro de 600 páginas para entretenerse en el camino… ¡Imaginen nuestra cara cuando vimos semejante mamotreto asomándosede su bolsa! A como pudimos, Claudia y yo la convencimos y terminó dejando el “tumba burros”.
Para ser honesto, no sé cómo no se percató de las personas que abordaban el metro con algún artículo alusivo a Disney World. No eran muchas, pero las sudaderas de Goofy no son precisamente discretas. En fin, recorrer Tokio en su verano más caliente –desde hacía 72 años– ayudó, y todos estábamos tan cansados que apenas atendíamos a lo que nos rodeaba.
Casi una hora después llegamos a Maihama Station. Para ese momento la mayoría de nuestros acompañantes ya portaban algún elemento Disney. Saqué discretamente el estabilizador y me preparé para grabar la reacción de Azu. Recuerdo la mirada desesperada de Claudia tratándome de preguntar si aún no sospechaba nada. ¡Estábamos tan emocionados! No fue sino hasta que vio un espectacular en el que los personajes la saludaban que volteó a verme con una sonrisa incrédula y me empujó con emoción: ¡ya no se veía cansada, sino con un brillo que delataba su deseo de disfrutar la magia de tan fantástico lugar!
Nuestra maravillosa experiencia en Tokyo Disneyland y Tokyo DisneySea se las daré cuando hablemos de mis parques favoritos, pero haber confabulado para que Azu pudiera reunirse con su “primer amor” es lo más satisfactorio de la visita. Por distintos motivos no habían podido reunirse, así que se consolaba con ver cada película, cantar cada tema y comprar todo artículo que tuviera en él a su querido Mickey Mouse. ¿¡No creen que ya era hora de que se conocieran!?
Y es así, mis queridos viajeros, como llegamos al final de esta historia. Los invito a soñar, a que dejen de pensar que hay objetivos muy ambiciosos y metas imposibles de alcanzar. ¡Recuerden que mientras hay vida, hay esperanza, y que tener entre sus amigos a un loco apasionado por los viajes puede aumentar sus posibilidades de que un día, sin saberlo, terminen visitando ese lugar que tanto les ha inspirado y que al conocer cambiará su mundo por completo!