El siglo XXI, más que una era de cambios, propone un cambio de era. Y las señales e impactos de esta dinámica ya se registran con elocuencia. La cultura digital, la tecnología cognitiva, la inteligencia artificial y los sistemas automatizados dan cuenta de una nueva etapa en el planeta que afecta a todos los planos de la vida humana. El turismo, claro es, no escapa del embate de una transformación cuyo rasgo más distintivo no es el cambio per se, sino, más bien, la velocidad y la amplificación de éste.
Si se entiende el turismo como una expresión de movilización social durante el tiempo libre, se apreciará que las actividades propias del turismo (uso de transporte, reserva de alojamiento, consumos gastronómicos, visitas programadas, compras, etc.) ceden cada vez más al imperio de las nuevas tecnologías. Ellas nos son vitales para comparar información en tiempo real, seleccionar y agilizar los servicios que contratamos. También nos acompañan durante el proceso del viaje y el postviaje, denominación esta última que hace referencia a la publicación de contenidos de dispar carácter, que van de la crítica en algún foro especializado como Tripadvisor, el testimonio en un blog personal o red social hasta la búsqueda del efecto viralización de un vídeo con ribetes experienciales. Todo esto como consecuencia última del viaje cuando no expresión presente del mismo: el facebook live, por ejemplo.
Por tal motivo, es legítimo afirmar que la necesidad de evasión del turista promedio se desvanece ante la tangible realidad del uso de las nuevas tecnologías antes, durante y después del viaje. Estas herramientas prodigiosas no sólo forman parte de la experiencia del viaje, sino que, además, modelan la vivencia misma de viajar: le dan una estructura al contenido del viaje. Así, la experiencia de viajar reside, ahora, en conectar y compartir.
El turismo deviene, nítidamente, en gesto de exhibición, en afán de reconocimiento social, en afirmación de un yo turista o un yo viajero que se nos presenta cada vez más masivo y estándar en su condición humana. Los ecoturistas y los turistas de sol y playa empatan, acaso, de manera inconsciente.
¿Es negativa esta nueva estructura del turismo? No, desde luego. Si partimos de la vieja y vigente premisa de que viajar es tentar la libertad, cada quien es, pues, libre de hacer un turismo total o parcialmente condicionado por las nuevas tecnologías. Esta es una verdad objetiva para cualquier buen observador.